Milicia y Soberania

cap 1

El sol acababa de salir hace algunas horas y todos en el castillo estaban despierto haciendo sus deberes. El rey acababa de desayunar y los barcos que traían cosas para el festival anual de primavera estaban siendo elevados por el acantilado que rodeaba la isla entera. ¿Todos despiertos? lo siento, casi todos. El principe de este reino aún dormía.

Despertó al sentir el sol en la cara y por el dolor de cabeza que este le provocaba. Miró por entre las almoadas y se fijó en que alguien había abierto las cortinas y la ventana. La brisa marina en la mañana era realmente fría, en especial cuando uno no lleva camiseta. Se cubrió con las sábanas hasta la cabeza y giró sobre su cuerpo para evitar el sol. Pero al hacerlo algo se le clavaba a un costado de la pierna izquierda. Intentó ignorarlo, pero al darse cuenta de que no podía se quitó las sábanas de encima y se sentó fastidiado y adolorido.

Tenía unas ojeras algo notorias. No lo recordaba, pero había estado bebiendo hasta las 4 am. Había sido un día especial ya que había cumplido 18 años y su padre le permitió beber alcohol. Claro que despues de esta experiencia juraría que no volvería a hacerlo.

Somñoliento palmeó con su mano su muslo izquierdo y se encontró con una empuñadura. Sacó el arma de su funda y se dio cuenta de que era una daga romana. SU daga romana. Su padre lo obligaba a llevar algo de protección si salía del castillo, incluso dentro del mismo. Era bastante paranoíco y, sinceramente, tenía sus razones. Pero a el no le parecía lo mejor. Mucho menos con todo lo que piensa la gente sobre el.

Tomó la daga de la punta del filo y apuntó a los pies de su cama. La lanzo y le dio justo en el tallado del centro. Es de esperarse que el portador de Milicia tenga una excepcional puntería. Pero para él era algo insignificante.

Dejó de lado el arma y se centró en su cuerpo.

Para haber cumplido apenas los 18, su cuerpo estaba bien tonificado, aunque hora no sólo estaba cubierto de cicatrices de tantas seciones de entrenamiento intenso y atentados contra el, si no que ahora tenía tres grandes parches en tres partes distintas de su cuerpo. El primero estaba en su costado, un poco más abajo de las costillas. Era el más grande. Al levantarlo, tenía ocho puntos mal hechos. Sabía perfectamente quien los había hecho y estaba al tanto de que esa persona sabía que no los necesitaba. Gracias a sus habilidades,esto era un simple rasguño que para mañana sólo habrá una pequeña cicatriz que apenas se notará. Los otros dos estaban en su cuello y pecho, pero eran heridas muy superficiales. Se preguntaba cómo se las habría hecho. Eran cortes muy limpios. Intentó recordar algo de lo que pasó la noche anterior, un pequeño recuerdo de él bebiendo una botella de wisky, seguido de otro momento en el que... se lanzaba a atacar con la daga. Se espantó un poco al pensar en lo que pudo haber pasado, pero enseguida pensó "estoy dentro del castillo. De noche y encerrado en la librería, nadie puso haber llegado al quinto piso tan fácilmente eludiendo los sistemas de alarma" así se relajó un poco pensando en que tal vez sólo había tenido un accidente y se había hecho así mismo esas lesiones.

Después de volver a ponerse el parche, se oyó un ensordecedor BOOM. Salió de su cama de un salto y corrió a la ventana a ver que es lo que ocurría. Una estela se elevó por el cielo y estalló en cientos de luces rojas junto con ese BOOM de antes. Otras tres la siguieron y estallaron en vivos colores. Eran fuegos artificiales. La gente abajo en la plaza daba gritos de asombro cuando estallaban y tronaban con fuerza.

Soltó una pequeña risa por haberse preocupado tanto y apoyó los codos en la ventana para admirar el hermoso paisaje. En el puerto, bajaban un barco. La plaza estaba llena de colores: había tiendas, juegos inflables para los pequeños, banderas del reino oscilaban por todas partes.

Todo era muy bonito. Pero en toda esa alegría, nuestro joven principe recordó lo que pasaría esta noche y ya no le parecía un día tan alegre. Se puso a frotar sus manos temblorosas y al hacerlo se dio cuenta de que sus nudillos tenían costras. Definitivamente había peleado con alguien y esa pelea no había acabado nada bien. Enseguida la preocupación empezó a provocarle angustia y empezaba a intentar tocar la llema de cada uno de sus dedos con el pulgar repitiendo el ciclo una y otra vez en medio de algunos temblores, cada vez más rápido, tenía comezón por todas partes pero trataba de no rascarse, y para colmo, tenía un fuerte tic en el ojo derecho. Sujetó con fuerza el collar que colgaba en su cuello. Una hermosa esmeralda rectangular decorada con acero y con la cadena de acero también. Poco a poco se relajó y los temblores disminuyeron.

Miró la hora en el gran reloj que había sobre la librería de seis pisos que había en su cuarto y se dio cuenta de que ya eran pasadas las 12. Tomo su daga fue con ella hacia su armario. No pasó ni un minuto dentro y salió casi listo. Llevaba puestos los aretes de oro con diamantes incrustados que su madre le había dado de pequeño y tres piercings en la parte superior de su oreja derecha.



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En el texto hay: guerreros, magia, hadas

Editado: 03.08.2019

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