Millennials: el Club

2. Eneas y Luciana

Salgo disparada al portero mientras Diego se despereza.

—¿Quién es? —pregunto un poco atolondrada. Sostengo una caja de fósforos en la mano e intento abrir la puerta del horno con la punta del pie.

—Eneas y Luciana. —Una voz redonda y firme llega hasta mi ansioso tímpano.

— ¡Voy! —Sueno entusiasta.

Diego desciende las escaleras con su ritmo tranquilo y confiado. Por suerte, me ayuda con el malabarismo que estoy intentando antes de que el teléfono estalle en mil pedazos, como todo objeto con el que intento un aerobismo.

Mientras voy por el pasillo de entrada a nuestro Dúplex, los observo conversando través de la puerta vidriada que separa al pasillo de la calle. Sus contornos muestran una pareja soñada. Él, altísimo, de gran contextura, como un atleta olímpico. Aunque de lejos no lograban apreciarse los detalles de su encanto, se perfila su innegable atractivo en los ángulos que la luz nocturna ofrece en el recorrido de su estructura facial hasta llegar al castaño de su cabellera lacia. Ella, como una pequeña muñeca broche, de esas alargadas y reimpresas en un estilismo vintage, luce una gran melena cobriza y brillante; lo mira hipnotizada. Aunque al lado de él, se ve muy pequeñita, el resultado es estéticamente impecable.

"The golden couple", pienso, con cierto dejo de ironía maligna.

Abro la puerta y la iniciativa de saludar primero la toma Eneas. No podía ser de otra manera. Porqué fiel a su estereotipo territorial Eneas es de esos hombres que marcan la cancha.

Me abrazo con Luciana, confraternizado y ambas sonreímos a la vez. Su sonrisa es genuina, pero noto un milímetro casi imperceptible de tensión en su ceño. No logro identificar la razón en ese instante y me deja un micrón de curiosidad vibrando.

Tal vez el dialogo que estaban teniendo no era tan soñado como el que aparentaban a la vista. (hipotetizo mentalmente como la bruja que soy). La duda queda en un rincón de mi hipotálamo esperando mientras vamos caminando hacia el departamento.

—¿Así que hoy tenemos pizzas caseras de especialidad? —Eneas frota sus manotas.

— ¡Si, si! —contesto suficiente, sin titubeos, como si realmente me creyera una master chef de la pizza.

—¡¡Qué bueno!! —acota Luciana, enterándose recién del menú. Su gesto es ciertamente alienado, como si estuviera tratando de ahuyentar un pensamiento de su mente.

—Entiendo que sos grosa en esto ¡tengo muchas ganas de probar tus pizzas!

Sus rasgados ojos color miel empatan con una sonrisa compradora, el cumplido me toma completamente desprevenida.

—¡Por lo que veo, todo lo que salga de esas prometedoras manos va a ser bueno! —agrega destellando un sugerente doble sentido que no logro descifrar, hasta que vuelvo a mirar mis dedos.

¡Noooooo... hoy estuve jugando a Barbie con mis uñas y me olvidé de borrar rastros! Me sonrojo muy a pesar de mí, mientras pienso: No lo tengo al Eneas empático. ¡Siempre lo ví tan "himself"...tan egocéntrico! ¿Será ésta una nueva faceta en ensayo o realmente está intentando un juego de seducción? ¿Conmigo? ¿La novia de su amigo? ¡Orden Azul, te vas a la banquina! Me grito internamente.

—¡Bueno, me alegro! —Lo miro con serenidad contenida, intento compostura— ¡Espero no defraudarte! —agrego ensayando una mirada neutra batiendo mis manos en señal de auto superación. ¡Solo espero que nadie se dé cuenta que he perdido el remo de este bote!

Por suerte ya estamos dentro del dúplex. Mientras Diego y Eneas se saludan con un abrazo de oso, vuelvo a enfocarme en Luciana que espera besar a Diego. Su cara mantiene una niebla de conflictividad oculta y sigo sin saber por qué.

Diego realmente aprecia a Luciana, le brinda un trato especial. Es cariñoso, fraternal y cálido con ella. No sé exactamente cuál es la razón. Tal vez, porque la ve muy débil al lado de Eneas, o porque en algún punto se identifica con ella, o quizás, porque sabe algo que yo no sé.

Él la abraza y ambos sonríen con afecto cómplice. Algo los une, definitivamente.

Mientras Diego y Eneas comienzan una charla sobre fútbol, Luciana y yo nos acercamos a la cocina para preparar la mesa. Intento indagar sobre la incógnita que abandoné en mi mente hace segundos, aunque no sé bien por donde encarar.

—¿Cómo llegaron del viaje?

El verano pasado, coincidimos casualmente en nuestro destino vacacional, nos encontramos en una playa al sur de Brasil. Afianzamos nuestra amistad, organizando cenas y salidas juntos que resultaron especialmente divertidas y descubrimos que podríamos ser un buen grupo de viaje en el futuro. Así y todo, las vacaciones para ellos terminaron abruptamente. De un día para el otro ellos ya no estaban. Según Diego, Eneas quería volver para ver a su ex equipo de Rugby jugar y el clima justificó su huida. Pero yo creo intuir bien la razón y no me enorgullece. Eso sí, estoy segura de que no ha sido ni el clima, ni el Rugby.




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