No me preocupa tanto el alboroto que siento, como la intriga que me genera un mensaje de Eneas en mi celular. ¡¡Basta!! No soy una colegiala, ni Agatha Chiristie. Hora de abrirlo sin más, mientras le contesto a Diego.
—Sí ¡recién me meto! —digo subiendo el volumen, tal vez más de lo requerido, mientras intento malabarismos inusitados con el celular en la mano.
Exploro con un leve temblor el menú y me descubro palpitante. Mi cerebro elabora torpemente, las hipótesis más descabelladas acerca del porqué un mensaje privado. De repente, un haz de sensatez me ilumina al momento de mirar el chat, para dar por tierra la cantidad de tonteras supuestas...
Eneas: ¡Hola Azul, solo me faltan tus datos personales para sacar los pasajes! ¿Me los envías?
Estoy a cargo (emoticón pícaro)
La voz de Diego detrás de la puerta, junto a la lluvia que corre de la ducha, es como una interferencia radial.
—¿Te escribió Eneas? —pregunta, mientras siento un alivio enorme de haber visto el mensaje antes que su pregunta llegara.
—Sí, ni bien salga le respondo —contesto totalmente desnuda y llena de vapor, apoyada sobre el lavamanos de mármol blanco, graficando fielmente mi dignidad en este momento.
Como una saeta, entro saltarina a la ducha, para espabilar mis pensamientos y sensaciones, que han pasado de excitantes a vergonzantes. Termino la obra renovada, enfundándome en una toalla y con la presencia de Diego frente a mí. A pesar del tiempo que llevamos juntos, es realmente algo inusual que Diego se meta sin permiso en el baño. Todavía nos reservamos esos cuidados. Solo hay una razón por la cual Diego podría hacerlo, pienso entusiasmada, y huele a rosas e incienso...
“Sin decir palabra, Diego toma mi cabeza con ambas manos y me besa intensamente. Sus ojos chispean una energía erótica de otros tiempos, del que guardo recuerdos inundados de pasión labrada en fuego. El calor del vapor todavía presente se confunde con mi propia temperatura en ascenso. Me entrego sin resistencias a este impulso, mientras viajo a través de nuestra propia historia de amor. Luces nocturnas, hace tiempo abandonadas, comienzan a encenderse lentamente, como candelas que oran por amor en un templo. Nuestros ojos reencuentran en el brillo de la oscuridad cómplice todo aquello que nos hizo elegir entre miles de seres que habitan este mundo y nos recuerdan de qué mágico material esta hecho el amor. Quiero retener en mi piel para siempre este instante, como un karma milenario que no me deja olvidar por qué...”
Una lágrima cae sobre una letra de mi teclado, mientras sigo con la toalla pegada a mi cuerpo, después de haber salido disparada del baño, tras el "apuro" de Diego....que no olía a rosas, por cierto. Una angustia vaga por mi cuerpo, sin saber dónde depositarse y decido dejar de escribir.
Tal vez, toda esta sonsera adolescente en la que estuve sumergida estos días sea la punta del iceberg de algo que todavía desconozco; pienso todavía turbada por las emociones que afloran. Quizás, esté frente a una consecuencia y no ante a una verdad.
Voy directo hacia nuestra habitación para cambiarme y también, escapar de este torbellino emotivo. Me calzo unos jeans bien azules y una camiseta blanca. Mientras me escruto seriamente frente al espejo, recuerdo en contestarle a Eneas.
Me siento expeditiva emocionalmente de repente. Como corresponde, aquí no hay nada de qué preocuparse, ni ocuparse. ¡Hora de seguir creciendo, Azul!
Termino de arreglarme un poco el pelo y me maquillo rápidamente, con gestos de superación frente al espejo. Suena el celular, no es el mío; sino el que Diego olvidó sobre la mesada, junto a la canilla de acero. No puedo dejar de ver que es un mensaje de Luciana. ¡Que extraño! ¿Por qué habría de mensajearse con Diego? ¿Tendrá ella una tarea también en este viaje?
Bueno, está claro que no soy la única en recibir mensajes fuera del grupo.
Mi curiosidad se transforma en un monstruo enjaulado de repente, quiero saber, pero no puedo abrir el mensaje. Es demasiado desesperado hacerlo y pregunto, saliendo a las apuradas hacia la habitación en donde está Diego sobre la cama leyendo:
—¿Luciana tiene alguna tarea también, en lo que respecta al viaje? —intento morigerar mi ansiedad con un tono despreocupado.
—¡No, que yo sepa!
Noto cierta seriedad en los huidizos ojos de Diego, detrás de un libro de Margerite Duras, titulado "El amante". No sabría decir si me hace más ruido que Diego, un destacado catedrático de la Facultad de Sociología, esté leyendo ese libro o la cruda verdad en sí misma; que es el hecho de haber descartado, en este instante, que el mensajeo entre ellos sea por el viaje.
Un pequeño pinchazo en el corazón me detiene, antes de salir a encontrarme con Nina en "Delis", nuestro bar favorito, y vuelvo a Luciana,
— ¿No te sorprendió la foto que subió Luciana al grupo? —digo intentando una sonrisa y buscando complicidad a modo de testeo.
— ¿Por qué? —Se hace el desentendido. Algo no me estaría gustando.
Muevo burlonamente mis manos, acariciándome todo el cuerpo, con cara de sexy burlona y termino juntando mis pechos de manera exagerada quedando casi expuestos al borde del escote de la camiseta.