Millennials: el Club

11. Efecto dominó

Un haz de luz se filtra por la ventana, solo para recordarnos que nos quedamos desmayados sin haber comido bocado. Sería capaz de desabastecer las pastelerías de toda París. Mi estómago emite reclamos de pichón de mamut hambriento y solo diviso una galletita oreo cerca del bolso en el piso. A esta altura, aquella mustia galleta es a mis ojos como la mejor trufa de Europa.

De un manotazo va hacia mi boca, aunque descubro que no fue una buena idea, me siento como una orca que acaba de ser alimentada por un minúsculo cornalito. Mi apetito sacaba de dispararse hacia niveles preocupantes. Soy capaz de comerme los glúteos de Diego, pienso, mientras observo con cara de zombie la desnudez perfecta de sus nalgas fuera de las sábanas.

Todavía duerme plácidamente después de nuestro acalorado encuentro, que a la vez fue escape. Tomo mi celular para ver de qué nos perdimos y así hacer tiempo. Tres mensajes del Club, varios de mi mamá, un par de Nina y de Martín. Los chequeo en orden de intriga.

Voy al chat de Millennials y leo un mensaje de Eneas: “Dejen de reproducirse como conejos, no se olviden que estamos en el mismo piso”.

¡¡Ayyy... me muero!! ¿Será cierto que escucharon algo o solo lo dice de desvergonzado que es? Un calor me arrebata la cara, a pesar de estar sola frente a la pantalla del celular. Tan solo para desafiar a mi timidez, decido contestar jugando.

¿A ver que me trae Martín? es el primer día de mis vacaciones. Podría haberme hecho creer que de verdad lo eran y al menos dejar pasar un par de días, ¿no? Leo un mensaje que dice “Kitty es un boom, queremos más”

En un impulso de rebeldía puberal, decido que le voy a contestar más tarde. Me calzo rápidamente un jean bien gastado y una camiseta a rayas marineras blancas y rojas, que combino con unas zapatillas converse del mismo color.

Es hora de despertar a Diego, mi ansiedad estomacal es más fuerte que su sueño.

—Bombón ¡a despertarse!

Me acerco y le doy un beso en la frente, mientras levanta su barbilla a tientas, como si fuera un topo ciego.

—Uyyy ¿qué hora es?

—No lo sé, pero me muero de hambre. ¡Te espero abajo con los chicos para ir a desayunar! Salgo disparada.

Llego al salón desayunador en unos segundos. Allí está solo Eneas, sentado en una mesa con un café. Lleva puesta una camiseta blanca con rayas coloradas. Me siento frente a él, mientras se sonríe con cierta complicidad que no capto.

—Buen día! ¿Somos del mismo equipo? —arquea las cejas, mientras se toma la camiseta.

Me río, dándome cuenta de nuestra coordinación textil.

—¡Cierto! ¡buen día! ¿Y Lu?

—Se fue a la pastelería de al lado, a buscar provisiones para el desayuno.

Sus ojos se orientalizaron de tanto dormir.

—¡Qué bueno! —suelto aliviada— ¡cómo nos desmayamos ayer!

Uy, no quería no rozar este tema. Espero que no vuelva a bromear al respecto, porque me escondo debajo de la mesa esta vez.

—Nosotros también, aunque a mí me costó un poco más... me quedé pensando en lo que me dijiste en el museo —menos mal. Uy, ¿Qué dije?! Espero que sea algo que no me comprometa. Bromeo conmigo, pensando que ya soy una superada recuperada.

Sonrío y él continúa:

—Que tengo que encontrar lo mío... algo que realmente me guste hacer...

¡Ah, cierto! digo tantas tonteras por día que ni las recuerdo y más cuando estoy un poco nerviosa. Puedo llegar a decir más del triple del promedio.

—No tiene nada de apasionante ser agente inmobiliario....

Se ríe, mientras recuerdo que es el vicepresidente de una de las agencias de propiedades más grandes del país. La empresa que su padre construyó con pasión desde los escombros.

—Pero ¿por dónde empezar? —no es común ese tonto dubitante en él. Es una faceta de sensibilidad desconocida hasta este momento por mí y me intriga sobremanera.

—Bueno, no lo sé...dentro de tu rubro, hay muchos aspectos que pueden apasionar —Me quedo un segundo en blanco al mirarlo y continúo, habiendo perdido el hilo—. A mí desde chica me gustó escribir, lo hacía más allá de mi conciencia y un poco me orienté a ello en mi trabajo....

Me escucha atentamente, a pesar de que ni yo sé que voy a decir en el fondo.

—Creo que todos tenemos un potencial en algo para dejar un sello en este mundo, aunque sea pequeño.... bah, quiero creer eso, para darle un sentido a todo.

Me mira en silencio y no logro entender la razón. Sus ojos chispean repentinamente.

—Ya lo sé, necesito guía ¿querrías ser la mía? —exclama con sus ojos.

Los míos se despegan de la sorpresa, ¿Estará bromeando o lo dirá en serio?

Mueve su cabeza de arriba abajo, afirmando lo que acaba de decir. Como si hubiera leído mis pensamientos.

—Ups ... jaja, no creo que pueda ser guía en nada o de nadie, ni siquiera sé si escribo bien...

—No importa, pero al menos sabes por donde se empieza...¡listo, te bautizo como mi coach! —Se ríe a carcajadas, mientras me sonrojo más de lo que quiero.




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