La resaca, el arrepentimiento, la vergüenza. Tres de los apartados que obsesivamente ocuparon mis pensamientos desde los últimos días en París hasta llegar a Praga. Traté de concentrarme en temas que en principio no me interesaban, para desviar un poco el curso TOC de mis cavilaciones. Como ahora, que estoy tomando mi libreta y escribiendo a la vez, mientras me acurruco en el sillón de terciopelo bordó, que se encuentra en nuestra habitación, frente la ventana del hotel. Estamos ubicados en el centro de la ciudad vieja.
Tampoco puedo continuar, estoy demasiado inquieta. Observo de reojo mi celular. Hora de ver qué sucede con Martín y leo ¿Ya te dije que Kitty es una celebridad? Está en todos los programas de TV. Necesitamos más.
¿Cómo? Grabo en un mensaje de voz que me contesta de inmediato y que dice: “Muchos la presentan como la artista Porn Star, otros, como la representante de una nueva generación, sus redes sociales explotaron, tiene millones de seguidores.”
¡Wow!
“Traeme material de allá”, me grita.
Qué pocas ganas que tenía de saber de Martin, pero ciertamente estoy sorprendida. El mundo actual, es realmente impredecible en cada instante. ¿Material de qué tipo? ¡Estoy en problemas aquí también!
Vuelvo a mirar mi libreta, es bastante lúgubre lo que acabo de escribir.
"Un dragón oscuro duerme debajo de nuestra silenciosa cama.
Tememos despertarlo; vernos rodeados de fuego, arder en llamas mientras dormimos.
Nos movemos con sigilo; somos las marionetas guardianas de su sueño. El perfecto reflejo de sus azarosos antojos, la extinción de nuestros deseos más profundos.
Le damos lo que espera, para que siga durmiendo, para que hiberne por siempre y de esa manera no conocer el infierno."
Lo sé, soy oscilante, contradictoria y ostento una voluntad tan débil como la de una hoja. Pero es lo que hay, lo que me tocó ser. Tengo que arreglarmelas, con las pobres herramientas que poseo en mi cajita de juguete de Mario Bross.
Estoy en una gran encrucijada. Nadie me va a salvar. Al menos sé que tengo que tomar lo más inofensivo de esa caja, para no dañar a nadie más que a mí. Creo que con un tornillo andaría bien, solo debería colocarlo en lugar correcto de mi cabecita.
A ver, no es mi intención ser melodramática, pero ¿hacia dónde va todo esto?
Al fondo del océano, no hay dudas. Está claro que la libretita fue un flotador pinchado, ya no sirve para nada, salvo para las tareas que me encomendó Martin. Es decir, es evidente que la atracción que siento por Eneas no tiene remedio. Soy hasta capaz de besarme con otra mujer e incluso de compartirlo, imagínense.
Como también, está claro que lo amo a Diego y no lo quiero lastimar.
Eso sí, lamentablemente mi moral no me acompaña en ésta, porque si fuera débil como mi voluntad, ya hubiera resuelto todo tan rápidamente...
No quiero elegir entre Eneas y Diego. Pero ¿Porque tengo que hacerlo?, me grita una satánica voz interna.
Podría hablarlo con él, sería lo más sensato. El riesgo está en no verlo nunca más, después de plantearle que... me atrae su amigo y que me quiero acostar estar con él.
¡Fuck! Esto es insano.
Bueno, podría no ser tan literalmente brutal. Un buceo sobre el tema de la fidelidad, sería más apropiado. Nunca lo hablamos, solo debería ser lo bastante sigilosa, para que no descubra mis verdaderas razones y ver donde estamos parados.
No parecería ser una jugada limpia, pero es la única que tengo a mano.
Única salida, me repito en automático, mientras observo enfundada en mi piyama preferido, la maravilla de esta ciudad llena de encanto medieval del este.
—¿Qué me decís de Kitty? —le muestro a Diego la pantalla del celular, que contiene la tapa de la revista con mi nota.
Diego está sobre la cama con el torso desnudo, solo lleva sus jeans puestos. La luz que entra por la ventana destaca sus estilizados músculos y la planicie de su abdomen sobre el que asoma el elástico blanco de sus boxers. Parece un modelo de Calvin.
—Un producto de nuestros tiempos.
Se come una papa frita, dejando el envase en la mesa de luz mientras toma el control para prender la televisión.
—Sí, pero digo en relación a el tema; las nuevas formas de amar...—sé a dónde voy, aunque él ni se imagina.
—Ah, ¿a la promiscuidad, a la instantaneidad de las relaciones te referís? —suena como un cura del siglo XIX, pero sexy.
Sigue mirando la tele, mientras cambia de canal.
—Bueno, "promiscuidad" ¿no te parece medio pacato? —levanto las cejas, estoy empezando a forzar argumentos para llevarlo al terreno que quiero.
Me mira con cierta intriga y arremete.
—Sí, es que está todo relacionado, hoy hay poca capacidad de amar en verdad, no nuevas...
Inclino la cabeza hacia un lado, me siento un poquito tocada en mi orgullo intelectual.
—A ver, sociólogo ¿no te parece que la monogamia es un invento cultural? —digo desafiante, apoyando mi pera sobre mis rodillas, con cara de niña maliciosa.
—Si claro, pero la verdad es que somos seres 100% culturales, si querés ir a fondo.
Es bueno para argumentar Diego, me quedo sin hilo para llegar a donde yo quiero. Baja el volumen de la tele, ya no la mira.
—A lo que voy, para ponerlo en términos bien concretos ¿podrías tener varias relaciones en simultáneo, sin que te haga ruido ni a vos ni al otro?
Se queda pensativo, mientras me observa. ¿Estará empezando a sospechar a dónde voy?
—Bueno, por supuesto que está el tema de la fidelidad en el centro —hace una pausa, mientras me mira ahora extrañado, algo incomodo, parece que me fuera a preguntar algo él.
—No lo sé, eso depende de cada pareja... pero ¿a qué vas? ¿estás tratando de indagar sobre algo más? —su rostro registra rispideces.
¡Danger!
—Sé que estuviste husmeando mi celular antes de que tomemos el avión. ¿Crees que te engaño? —una milimétrica hormiga de temor recorre sus parados.
Oh que sorpresa, de repente la charla va hacia un lugar que no esperaba.
—No, solo estoy hipotetizando para mi nota que debo continuar aquí en Europa, según ordenes de Martin....
Recuerdo que las conversaciones de él y Luciana que descubrí en su celular eran menos sospechosas que un pingüino en la Antártida.
La hormiga desaparece.
—Ok, no, definitivamente.
No agrega más a pesar de todo. Se va camino al baño y me quedo pensativa. No pude sacar absolutamente nada que me sirva de esta conversación, salvo que no hay infidelidad de común acuerdo posible.
¿O sí? ¿A qué se debe tanta turbación en Diego?
Me siento descompuesta de repente, me sonrojo, me arrepiento....
Otra vez el TOC.