Millonaria por sorpresa

CAPÍTULO 3

Jonatan

 

—¡Ggggg!

—¡Ah! Sí, amor, eso es, qué delicia, magnífico. Delicioso.

—¡P…Per…Aaagggggg!

Mis dedos se enredan en el cabello de la chica mientras la empujo contra mi amor cargado de inspiración, que se eleva con toda el ansia de quedar capturada en su flor. Sus labios gruesos son todo lo que necesito para saber que no hay mal tan grande que no compense una buena defloración con la misma flor que se cantan las mañanitas.

Le empujo la cabeza hasta el fondo mientras consigo soltar lo más genuino de mi ser, todo para ella, por fin. Con fuerza me sujeta de las caderas mientras la mantengo de esa manera, empujando con vehemencia, inspirándome en su belleza.

Elevo el cuello hacia atrás y mis brazos aflojan su fuerza. La chica se aparta de mí y cae sentada en el suelo mientras se restriega el rostro con el dorso de una mano.

—Hijo…de…mil… Lo que tienes de atractivo, lo tienes de enfermo—dice ella, entre toses, aún intentando recobrar la respiración.

Me meto una mano al bolsillo del pantalón, que no me he molestado en quitarme desde que empezó el asunto porque estoy un poco justo de tiempos y saco un paquete de pañuelos descartables.

No mucho, porque soy operado, más por una cuestión de comodidad, de higiene y de rapidez que por asuntos ideológicos.

No soy judío, solo decidí hace unos años quitarme el capuchón para que sea más rico andar dibujando hermosuras, me intruí acerca de los beneficios que esto causa y decidí que sería lo mejor para tener una preocupación menos a la hora de disfrutar de una buena vida. Creo que eso mismo fue lo que más tarde significó un problema: que me gusten las mujeres. Sí, me gustan y…demasiado.

Tanto que no las puedo dejar y las quiero a todas ellas. Aunque intento hacer de mi vida algo racional, ajustarme a un mundo único que me mantenga cerca de la persona que debería ser, aunque en el proceso dejaría atrás esto que soy.

Esto que tanto me fascina.

—Bueno, adiós—le digo a mi compañera, arrojándole unos billetes en la cama. Tras cerrarme el cinturón y dejarlo en su lugar, me aparto de ella. Ni siquiera recuerdo su nombre, acabo de conocerla mediante una aplicación para el móvil donde quedas para algo rapidito y nada más que eso.

—¿Qué? ¿Dónde vas?

—¿Por qué debería responderte a eso?

—Porque me acabas de soltar tus bebés en la boca hasta pasar mi garganta.

—Eso no te hace especial, no estás embarazada.

Emite un gesto de indignación al tiempo que tomo las llaves de mi coche. También se pone de pie y busca ropa.

—Aguarda a que me arregle, debo peinarme un poco y enjuagarme la bo...

—No tengo tiempo. Por cierto, toma—. Le arrojo unos billetes sobre la cama. A continuación me mira, con la boca abierta. No retrocedo. Solo me voy hasta la puerta.

—¿Qué diantres te crees que haces? No soy una cualquiera.

—Es para que pagues el motel, no para que te lo quedes.

—No pienso pagar yo.

—Tendrás que hacerlo sino tendrás problemas porque debo irme cuanto antes—. Observo mi reloj pulsera—. Se me hace tarde.

Y salgo.

Una vez en el coche, ella viene tras de mí a los gritos.

—¡Oye! ¡Qué carajos…! ¡No me dejes aquí! ¡Al menos llévame a mi casa!

Me coloco las gafas oscuras para el sol, no puedo andar a plena luz del día con la tipa que me acaba de hacer una succión de inspiración.

—¡Lo siento, cariño! ¡El deber llama!—le grito.

Una vez que me alejo lo suficiente, escupe en dirección al auto, pero no llega. Solo sigo mi marcha hasta salir del lugar.

 



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En el texto hay: deseo, millonario, lujuria

Editado: 16.05.2022

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