Jonatan
—A veces tengo fantasías con mi propia esposa. Algunas que son inaceptables para mí, para todos los mortales sobre la Tierra, posiblemente. ¿Hay algo que pueda ser inaceptable para todo el mundo, por completo? Yo creo que siempre habrá una mente retoricda para algo que otros consideren fuera de la norma.
—¿Qué tan “inaceptables”? —Su tono no suena “juzgador”, sino que siempre hace parecer cada una de mis palabras con un toque de complicidad e interés al mismo tiempo.
—Ejem,fantasías inmorales, imposibles. —Hago el esfuerzo por parecer acorde a lo que menciona.
—¿Qué fantasías?
—Y sueños. Aparecen mientras estoy despierto y mientras duermo también, no puedo contener lo que sucede dentro de mí.
El terapeuta me mira como si pudiera estudiar cada una de mis expresiones y de mis palabras. Estoy acostado en el diván, mirando una esquina del consultorio donde linda un cuadro con una alta biblioteca mientras él permanece sentado detrás, con una pierna cruzada sobre la otra. O eso supongo, en este tipo de terapia no nos miramos cara a cara, pero su voz me llega desde atrás como si fuese mi propia conciencia.
—Entonces sueños y fantasías—sentencia.
—Así es.
—¿Cuándo fue la última? —Ya me ha pillado.
—P…pues…hoy mismo.
—¿Hoy?
—Antes de venir hasta acá…
—Mmm. ¿En qué contexto? —Por qué será que no se sorprende.
—Me sentía muy caliente, hice una parada por otra parte y terminé llegando tarde a sesión. Pero usted no se dio cuenta porque se desocupó tarde con la paciente anterior, esa muchacha que salió llorando. Imagino que algo muy feo le sucedió, a veces uno se olvida de que otras personas pueden estarla pasando mal, ¿no cree?
—...
Me observa.
Nada más.
Ni una palabra.
Es un vivaracho, no dice absolutamente nada de su otra paciente a la que me acabo de cruzar, ni el nombre, ni la edad o el motivo por el cual estaba ella llorando al salir.
Qué habrá estado hablando o qué puede ser lo que le ha sucedido, me encantaría ser el hombre que la consuele, no merece estar sufriendo así por nadie, debería estar en una cama gozando como una bestia lujuriosa llena de orgullo y de placer.
—Bien…—retomo lo anterior—, simplemente ocurre un asunto y es que me metí con una tipa a la que ni siquiera reconozco su nombre. No lo recuerdo. Porque luego de acabar, seguro me bloqueó en la app para ligues.
—¿Y eso cómo cuadra con sus fantasías?
—Porque tuve la fantasía de que…se acostaban mi esposa delante de mis propios ojos. Digo… A mi novia. A mi prometida. Delante de mí. Y eso me gustaba, fue lo que me hizo llegar al clímax.
—¿Es lo que usted desea?
—Supongo que no, lo pienso racionalmente y siento un arranque de celos que creo que no podría soportar.
Siento que estoy forzando eso último, la calentura del momento me hace saber que no sería algo que me moleste. Pero lo normal que sí, que le haga saber mis ganas de algo así, pero mi propio fuero interno comunicándome que debería sentir celos.
Acto seguido me arroja una pregunta que me hace sentir acorralado:
—¿Es lo que usted “cree” o realmente no lo podría soportar?
—Lo gozaría en una situación así, no es la primera vez que fantaseo con eso. A veces tengo la idea de que me la estoy tirando a mi esposa al tiempo que otra tipa tiene su rosa puesta en mi boca.
Ya hemos hablado acerca de hacer algo grupal o cuestiones así, pero no puedo, ni siquiera sé si mi esposa lo toleraría. Siendo honesto estoy seguro de que no. Ella es tan cuadrada y recta con todas sus cosas, puesta con los ojos enfocados siempre en su carrera, en su proyecto de familia feliz, en su marido exitoso y millonario, todo es tan perfecto en su vida, nunca se imaginaría las cosas que imagino cuando hacemos algo íntimo. Su ansia de mostrar siempre la vía de la rectitud también está volcada a nuestros revolcones.
Sí, revolcones.
Con ella jamás sentí que hiciera el amor, ni con ella ni con nadie, supongo que eso es lo que me hace adicto al frenesí de intimar sin compromisos ni sentimientos de por medio. Es la única manera, es mi condición para congeniar algo con alguien.
Seguramente te estarás preguntando qué diantres hago estando al borde de casarme con una persona que no es factible que me broten los sentimientos en el momento más importante para dos personas que deciden afrontar una vida juntos, siendo que todo parece estar envuelto en una parafernalia perfecta.
La amo, sí, amo a mi pareja, pero no me gusta que este tipo de pensamientos me asalten constantemente.
—¿En qué te quedaste pensando, Jonatan?—me pregunta.
—Doc… Llevo ya dos años viniendo a atenderme con usted y yo… No puedo siquiera contrarrestar un poco lo que siento, lo que me está sucediendo. No puedo…hacer…otra cosa más que pensar en…revolcarme con una mujer. Con cualquiera, con la que sea, no importa qué suceda, solo quiero que suceda y luego olvidarme de su rostro, de su nombre, de su cuerpo, pasar de una a la otra y punto.
—Hasta que piensas en el amor.
Es que no lo sé, ¿conozco de verdad el amor? ¿En serio? ¿Es algo que esté hecho para mí?