Millonaria por sorpresa

CAPÍTULO 9

 

Renata

 

Al regresar, descubrimos que nuestros nuevos amigos nos han pedido unos tragos. Parece ser dispuesto a propósito que los chicos están sentados a la orilla mientras que mi compañero de analista (¿se dice así cuando encuentras a alguien que se atiende con el mismo terapeuta que tú? tantos años de estudio y no sé qué nombre lleva esto), está ubicado en la parte donde nosotras podemos ubicarnos.

Sin embargo, Giselle pasa primero y se sienta al lado de Jonatan. Él pone gesto de pocos amigos como si quisiera que yo me siente a su lado. Tranquilo, grandulón, que mi amiga no muerde, es de las buenas. Estará todo bien.

—¿Son para nosotras?—pregunta ella, observando que todos tienen sus vasos de vidrio mientras que dos copas reposan sobre la mesa.

—Así es—advierte Jonatan—. Beban con tranquilidad. Vodka de maracuyá con frutos rojos. Les va a gustar.

Parpadeo, con sorpresa. Jamás había probado esa combinación; de hecho, muy pocas veces en mi vida he bebido algo con vodka. Sin embargo, sé que Giselle está mucho más familiarizada con el alcohol.

—¡Muchas gracias!—dice ella.

—Ustedes beban lo que quieran, que acá nuestro amigo paga—dice el que está al medio de los tres. Jonatan ha de rondar los treinta, mientras que los otros dos calculo que tienen cinco años más, los tres están muy bien mantenidos. Juzgo que han de hacer ejercicios de manera regular, algo que yo carezco, pero que la naturaleza aun no reconoce con mis veintidós años. Al cumplir los treinta prometo hacerlo de manera más asidua.

—Eso es mucho…—convengo.

—Descuida, no pasa nada. Está controlado—advierte Jonatan—. Pueden beber cuanto quieran.

—Nada me has dicho, cariño. ¡Salud! —Ella levanta su copa y me la dirige para que yo tome la mía y brindamos. Da un trago largo, mientras que, por mi parte, inspiro profundamente.

Giselle parece estar incómoda de que yo no quiera probar mi trago. ¿Qué le molesta a ella si yo decido esto?

Se acerca a mi oído tras dejar la suya y, con un aliento que le huele a frutal, del mismo modo que su perfume, me pregunta:

—¿Qué rayos te sucede?—cuchichea.

—Es que…—murmuro a su oído—, no suelo tomar bebidas que me han ofrecido desconocidos. 

—¿Quéeeee? ¡No son desconocidos, son nuestros amigos! ¡Tú misma les conocías antes de venir hasta acá!

—Solo a Jonatan, ni siquiera sé cómo se llaman los otros.

—Son gays.

—¿Y?

—¡Y son buenos!

—¡Que sean gays no significa que sean buenos!

—¡Significa que no nos quieren drogar para hacernos cosas que vayan en contra de nuestra voluntad! Además, yo me dejaría, ¿viste lo papazotes que son?

—No lo sé, amiga.

—Con permiso.

Jonatan se pone de pie, pasa por delante y se sienta a mi lado.

—¿Puedo?—pregunta.

—S…sí—convengo.

—¿Está todo bien con el trago? ¿Pedimos otra cosa? Puede ser algo sin alcohol si así lo prefieres.

—No suelo beber alc…—empiezo.

Pero es Giselle quien salta.

—¡Descuida, nos encanta! ¿Verdad? Vamos, amiga, dale un trago.

Dudo un momento, pero termino tomando la copa grande en mi mano y le doy un traguito pequeño.

Uno que basta para saber que es delicioso.

Notan que me ha gustado porque me cambia la cara.

—¿Y qué tal?—pregunta Jonatan.

—Es…rico. Muy rico, de hecho.

—Venga, bébetelo todo—insiste Giselle—. Total, ¡es gratis!

No es algo que me preocupe.

—No quisiera montar una escena acá—intento bromear.

—Descuida, puedo cuidar de ti si bebes mucho—promete Jonatan.

—No puedo creer que seas gay—dice Giselle—. De hecho, que los tres lo sean. Porque son personas muy generosas. Por cierto—ella se vuelve a los otros chicos—. No nos han dicho sus nombres aún.

Ellos hablan.

Dicen algo, pero la música está tan alta que no permite escuchar bien.

—Un momento—les dice y se pone se pie. Con la copa en mano, se levanta y se apretuja entre los dos.

Hablan, pero poco escucho.

—Ronnie es el de cabello negro y Francisco es el rubio—advierte Jonatan a mi oído. Su aliento cálido me acaricia el sentido y los labios me hacen sentir un cosquilleo delicioso en mi interior.

—S…sí—farfullo, temblorosa.

O con cosquillas.

—Un placer conocerte, Renata. Me parece fabuloso volver a cruzarnos aquí—. Levanta su vaso y lo choco con el mío.

—Salud—murmuro con una sonrisa.

—Salud, hermosa.

“Hermosa”.

Su halago me hace sentir nuevamente como si acabara de acariciarme.

No obstante, la música y las luces bajan hasta quedar casi a oscuras salvo por unos cuantos matices rojos y azules que impregnan el espacio.

—¿Qué sucede?—pregunto, asustada.

Ronnie, quien ahora no encuentra obstáculos a la hora de hablar y de escucharnos, me contesta:

—El show está por comenzar.

De hecho, sí.

El escenario está al frente de la mesa y es una larga pasarela con un caño al centro y una silla al final.

Un show…

…de strippers.

¡Mi primer show de strippers!

 



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En el texto hay: deseo, millonario, lujuria

Editado: 16.05.2022

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