Millonaria por sorpresa

CAPÍTULO 10

 

Renata

 

El show es en verdad lo más osado que he probado en mi vida. Jamás creí que estaría en un lugar así, ni mucho menos suponía que existieran cuerpos como los que se sacuden delante de nuestros ojos. Primero aparece un sujeto vestido de bombero, dispuesto a incentivar más incendios de los que debe apagar con su manguera. ¡Ay, estoy pensando en su manguera!

Cuando se baja el mono amarillo, quedan sus tirantes rojos rodeando sus pectorales definidisos, la excitación me eleva la temperatura y me lleva a bajar el trago de un solo saque luego de sentir mi garganta seca. No tarda en aparecer otro similar, pero con menta que sabe delicioso y me llena el paladar. También traen unos pinchos deliciosos que son de pescados y carnes blancas endulzadas con salsa de miel y cerezas. Apenas se me ocurre comer, pero lo cierto es que no consigo quitar mi ojos del sujeto que se desliza con habilidad elocuente contra la silla que está al final del escenario. Trago grueso al notar que se baja los tiradores y podría hacerme una idea de cómo ha de sentirse mi mano pasando por sus abdominales definidos, suaves y aceitados.

Hasta que…

…su pantalón se baja aún más mientras se visualiza su pubis. Ni un solo vello aparece en ese cuerpo magnifico.

Trago grueso al notarlo.

Con desesperación, busco asirme a mi asiento junto a Jonatan cuando descubro que la canción está por terminar justo luego de que se arranca el mono completo y se muestra con un calzoncillo demasiado pequeño.

Oh, cielos. Pero qué locura más grande.

Se acerca a la orilla, se sigue moviendo, la gente a nuestro alrededor grita y aúlla con lujuria al tiempo que se pasean delante de todos.

Su cuerpo brilla con firmeza, su miembro reluce como si hubiese sido sacado de una película Hollywood. Bah, no sé de dónde, porque creo que jamás vi una cosa así en mi vida. Hasta que el momento sucede.

Se la quita.

Se quita la ropa interior y Giselle suelta un grito junto con los aullidos y vitoreos que acontecen justo cuando la música se termina y las luces se apagan.

Todo el mundo aplaude, grita. Yo estoy en mi lugar, sin poderme creer que me he terminado todo el trago durante el número, yendo ahora por uno segundo.

—¡Viste eso, amiga! ¡Imagina que esos bombones no van al Paraíso así que aprovecha ahora! ¡Wuuujuuuuu!

Jonatan me mira. Estoy embriagada con el perfume delicioso que lleva puesto, es fresco y apenas dulce al mismo tiempo, pero lo suficientemente intenso como para sentir que algo en mí cede al sumergirme en la pasión que me invade con su cercanía.

Tiene la quijada muy cuadrada, una barbilla definida y los músculos del cuello se marcan al hablar:

—¿Te gustó?

Trago grueso y asiento:

—S-sí. ¿Y a ti?

El frunce el entrecejo parece ser que le he insultado o he dicho algo que no debía. Sin embargo, luego parece hacer un click y me muestra una sonrisa:

—Sí, estuvo bien.

—Es…interesante. ¿Hay más?

—Creo que quedan unos cuántos.

—Vaya… 

—Puedo saber algo—levanta su vaso, bebe y luego me pregunta—. ¿Te acostarías con alguno de ellos?

Ay, mamá, que no me escuches con lo que estoy a punto de decir.

Ruborizada, agacho la cabeza y asiento:

—P-puede que me surja esa “fantasía” alguna vez.

—¿Fantasía? Mmm, tienes fantasías.

—No precisamente la de acostarme con un stripper homosexual. Dudo que yo le guste, en primera instancia.

—¿Podrías contarme más acerca de tus fantasías? —Él se inclina contra la mesa y toma un pincho con cerezas. Me lo acerca. Noto que me está dando de comer y separo los labios. Lo miro a los ojos mientras como y me siento realmente en un océano. O ardiendo en medio del fuego.

—G-gracias—le digo.

—Cuéntame—insiste—. Quiero saber de tus fantasías.

Por qué rayos quiere saber algo así de mí. Oh, claro, porque yo lo dije o al menos sugerí ese rumbo en la conversación.

Cuando me habla siento lascivia en su voz.

Como si le excitara hacerme esa pregunta.

Es…es imposible.

A Jonatan le gustan los varones y yo no soy varón, soy una mujer. Por eso es que estoy pensando de manera errónea.

Quizá suena excitado porque un hombre sensual, aunque no tanto como él, acaba de bailar como Dios le trajo al mundo delante de nosotros.

—Yo…

Miro a Giselle.

Se la ve muy divertida como a Ronnie y al otro señor.

Vuelvo a Jonatan y él me interrumpe:

—Yo propongo y tu dices sí o no. 

—Mejor. No se me vienen muchas ideas ahora. —Mentira, estoy a punto de ebullición, sobre todo con su cercanía y su voz ronca al hablarme.

—¿Estarías con un stripper?

—S-sí—. No me cuesta ya que, en cierto modo, se lo acabo de reconocer.

—¿Y con una mujer?

—Mmm, no lo sé, creo que no—admito. Pero nunca se sabe las vueltas de la vida, lo cierto es que no me gustan las mujeres.

—¿Y con un hombre gay?

Suelto una pequeña carcajada.

—¿Q-qué?—pregunto, confusa.

—Que si estarías con un hombre gay.

—N-no. Yo no le gustaría. Si no le gustas a alguien…no funciona.

—Pero estarías o no. Si el hombre es gay y a ti te parece atractivo, como ese stripper que acaba de bajarse.

Mi amiga dice que los hombres que bailan de manera candente no tienen orientación definida, solo hacen lo que tienen que hacer.

—Es atractivo…

—Entonces sí estarías con un hombre gay.

—Si me gusta y si él se la pasa bien…sí.

—Te da morbo que lo sea.

—Puede… ¡No lo sé!

—Señoras y señores…

A continuación un hombre de piel negra acaba de subir al escenario. Viene vestido con uniforme, parece ser de esos de seguridad privada. Pero que es condenadamente sensual. Está por empezar el segundo show.

¿Será gay este nuevo bailarín?



#918 en Otros
#277 en Humor
#2273 en Novela romántica

En el texto hay: deseo, millonario, lujuria

Editado: 16.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.