Renata
—¿Y con dos hombres a la vez? ¿Estarías?
Sé que hay un hombre bailando delante de nosotros. Sé que Giselle está aullando y gritando con toda la furia. Sé que los otros amigos de Jonatan la tienen sentada en su falda, va de uno en otro y ni siquiera estoy segura de si ellos también son o no son gays como mi amigo.
Pero no puedo quitar mis ojos de los suyos, mientras las luces impactan de a ligeros instantes como en rayos contra sus pupilas oceánicas.
Trago grueso y parpadeo, sin poder mirar directamente en dirección al sujeto que se está quitando la ropa.
Porque siento que el show que tengo ahora mismo delante de mis ojos es aún más impactante y me encandila más.
Resultando tanto o más excitante.
—¿D-dos hombres, dices?—pregunto como si estuviera sorda. Pero claramente no lo estoy, solo necesito tiempo para pensar una respuesta.
Él asiente.
Trago grueso.
Inspiro.
—S…s…no lo sé—admito—. D-depende los hombres, ¿quizás?
Me sonríe.
Parece estar satisfecho con mi respuesta; me pregunto si le estará resultando placentero colocarme en esta posición incómoda…
…porque a mí sí me gusta.
Digo, que me disgusta.
O no lo sé.
Está todo tan extraño con él, que me cuesta diferenciar sus verdaderos pensamientos e intenciones mientras habla. ¿Cuál es el objetivo de las preguntas que me hace, por qué pretende querer saber acerca de mis fantasías, cómo es que algo así le resulta atrayente querer saber cuando sabe que me está colocando entre la espada y la pared? Su espada ha de ser muy filosa.
Esta vez vuelvo mi mirada al show.
El bailarín se sacude, se va despojando de su ropa, yo bebo de mi trago hasta terminarlo. Los pinchos ya no me resultan tan atractivos como la bebida que tengo en frente hasta que se termina y viene una tercera. Un momento. ¿Es la tercera o la cuarta? ¿Es posible que haya perdido la cuenta?
Viene otra más y siento la manera en que mi lengua parece estar anestesiada cuando le advierto:
—N…no debería.
El segundo bailarín acaba de terminar. Él insiste.
—¿Por qué no? Vamos, anda.
—No suelo beber alcohol…
—¡Amiga, pruébate esto!
Giselle ya no sé cuántos lleva, pero me acaba de pasar uno que tiene humo en la superficie y algo que parece ser moras sumergidas alrededor.
—¡Anda, hazlo!
—¿Qué es?—le pregunto.
—¿De qué sirve saberlo? ¡Vamos, bebe!
Se lo recibo y, completamente tentada por la situación, lo pruebo. Ya siento que el licor, o el vodka o lo que sea que traigan estas copas y vasos no me hace efecto alguno, solo quiero beber y pasar la bebida.
Termino por sacármela antes de ser capaz de terminarla y ella me la recibe. Mi rostro es de enorme alegría cuando Ronnie dice:
—¡Vamos con otro trago de este para Renata!
Jonatan advierte:
—Otro más entonces.
—¡Yuuuujuuuu!
No importa cuánto sea lo que quiera oponerme, no me van a dejar que quede sin bebida cuando ven que me bebo todo con ganas.
Accedo al que viene ahora.
Me atrevo a gritar con el tercer bailarín.
Pasan y termina el show, obteniendo como resultado que Giselle se pone de pie para bailar. Los chicos también lo hacen.
Jonata me toma de la mano y me lleva a la pista también.
Me siento contenta.
Siento que mi cabeza hace juego con las luces en una peligrosa combinación que me lleva a perder la noción de tiempo y espacio.
Él me sujeta de la cintura en más de una ocasión que me fallan los tacones.
Me suelto el cabello mientras bailo.
La gente se agolpa aún más.
Los cuerpos sudorosos se pegan aún más.
Pero es un lugar tan elegante que sudan a perfumes caros y de manera exquisita.
Los tragos van y vienen, parecen no tener final. Nunca antes había bebido tanto y de una manera desenfrenada, ya ni siquiera me molesto en querer distinguir los sabores o de qué se trata lo que estoy tomando, solo quiero beber, bailar, divertirme. Consiguiendo así el objetivo de Giselle de no pensar en mi ex, hasta que caigo en la cuenta de que estoy pensando en él al saber que no estoy pensando en él, pero no me dura mucho ya que me dan un sacudón en el brazo.
—Perdóname, bombón. Pero me la tengo que llevar un momentito—dice mi amiga a Jonatan mientras me arrebata de su lado.
O eso creo que dice ya que escucho la manera en la que arrastra cada una de las consonantes mientras habla.
Mi lengua debe estar igual que la de ella.
Giselle me lleva al baño a toda prisa, me sorprende ver que no hay fila y es que hay muchos baños, no como en los que estoy acostumbrada a ver en los clubs a los que yo salgo cuando es un día normal.
Ella entra a un cubículo y yo en el de al lado. Orinamos a toda prisa mientras mi mejor amiga me habla desde el otro lado:
—¡Bendito sea Diossss! ¡Me estaba aguantando desde hacía rato!
—¡Y por qué no venías!—le pregunto.
—¡Porque no quería apartarme de Ronnie!
—¡Ya sabes si es novio de alguno de los otros chicos!
—¡De eso te tenía que hablar!
—¡Qué!
—¡Que de eso te tenía que hablar, mensa!
—¡Me refiero a qué tienes que decirme!
Ella se apresura a terminar con lo suyo e intenta abrirme la puerta del baño, pero le he puesto seguro.
—¡Qué diantres haces!—le pregunto.
Termino rápido, tiro la cadena, me pongo de pie y vamos a los lavatorios. Ella me mira a través del espejo y dice, con determinación:
—No es gay.
—¿De quién hablas?—le pregunto.
—Ronnie. No es gay, estoy cien por ciento segura de eso.
—¿Qué te hace estarlo?
—Lo abracé mientras bailaba, sospeché que me estaba buscando la boca hasta que sentí su dureza contra mi flor.
—¡Oh!