Jonatan
—Amor, ¿dónde estás? Te estuve llamando.
—Cariño, te avisé que hoy por la noche estaríamos con Ronnie en una cena de trabajo—le explico, mientras observo mi reflejo en el espejo del baño. Es enorme, alcanza a cubrirme desde la zona baja de las caderas hasta llegar a mi torso que está al descubierto con la camisa desprendida por completo.
—S…sí, es que llamé a Ronnie y me atendió una chica ebria—me explica ella, se la nota angustiada.
Caray, caray, caray.
—¿De verdad?—intento parecer sorprendido—. Dios santo, ese hombre no aprende más, en definitiva. Ya sabes cómo es. ¿Recuerdas lo que hizo luego de la cena que compartimos en la noche de negocios de la empresa?
—Se fue con la representante de la sede rusa.
—A un motel. Pero antes a un club.
—Sí, es cierto.
—Lo mismo sucedió hoy, encontró a una chica que es amiga de una de las encargadas del sector de Recursos Humanos y simplemente sucedió. Ya no le vi más.
Ella ríe al otro lado.
Lo hace de manera genuina.
—Ese hombre algún día encontrará el amor y le será muy difícil deshacerse de la soltería en su estilo de vida.
—Uff, ni hablar.
—Bien, entonces, amor, ¿sigues en la cena?
—¿Va todo bien?
¡Acaba de tocar la puerta!
—Así es, justo me atrapas en el baño. En breve estaré por casa, aguardo a que terminen y voy. Persigo a un talento que podríamos contratar.
—Siempre tan bueno tú, cielo. Dando trabajo a la gente.
—Me gusta saber que colaboro.
—Yo ya me voy a la cama, fue un día agotador.
—Si, descansa.
—Te amo.
—Yo a ti.
Y cuelgo.
Al abrir la puerta, ella está del otro lado.
Renata
—Sí, descansa… Y yo a ti…
Es apenas una parte de lo que acabo de escuchar. No debo entrometerme en conversaciones ajenas, pero parece ser que ha tenido un problema y debe marcharse. Mi amigo me ha traído a un motel para conocer ya que le he confesado que nunca antes mi ex me había llevado a uno ya que vivo en un apartamento sola y casi siempre que había intimidad entre nosotros era ahí.
Pero este sitio es magnífico.
Paredes vidriadas, cama en forma de corazón, duchas amplias para varias personas, jacuzzi con hidromasaje, bar.
Es todo de primer nivel.
En cuanto él abre la puerta, noto que ha terminado de abrir su camisa. Trago grueso al momento que mis ojos caen derechito hasta su ombligo marcado por un asidua rutina de ejercicios y vello.
Sabía que los hombres gays se cuidaban mucho, pero nunca había imaginado que me provocaría las cosas que me provocan uno de ellos.
—¿Va todo…bien?—le repito.
—Sí, disculpa. Debía hacer ese llamado.
—¿Tu…estás…en pareja?
Su gesto de pone gélido.
Filoso.
Diantres.
No tendría que haber reconocido que no he podido evitar escuchar la conversación, fue un accidente, solo quería acercarme para preguntarle si todo iba bien.
No obstante, parece no afectarle demasiado cuando reconoce:
—Descuida. Era Marco, mi ex.
—¿Tu…ex? ¿Tienes exs?
Inspira profundo y asiente.
Me toma de una mano y me lleva hasta los pies de la cama.
—Así es. Solo uno. Mi única oportunidad de creer en el amor y se fue por el retrete, quiere regresar conmigo, pero…no puedo. Ya no.
—Oh, cariño. No puede ser. ¿Tan grave fue eso que te hizo?
Él asiente.
Parece estar al borde de las lágrimas.
O la que parece estarlo soy yo, porque me identifica saber que también ha sido traicionado. Eso es de lo peor.
—Ven acá, cielo. Ven.
Estiro mis brazos y lo recibo en un abrazo.
El afirma sus manos en las mías que rodean sus caderas.
Consigue meterlas debajo de su camisa.
—Pero—me dice, volviendo a mi rostro—. Volvamos a nuestros juegos, ¿sí? —Reposa un beso en mi nariz, otro en mi coronilla. Concluye con un dulce beso sobre mis labios, uno que me deja con ganas de más—. Vamos, atrévete.
—Yo…
—Tranquila, solo es un juego entre amigos, ¿no? Descuida que no sucede nada, cariño. ¿No te estás divirtiendo?
Rayos, no quisiera que piense que me estoy aprovechando de él.
Es que de verdad me gusta lo que me ofrece.
Lo que para él es un juego, a mí me gusta de verdad.
Y no quiero faltar a su confianza, pero se lo reconozco:
—S…Sí, me divierte, ji, ji. Es un juego que…me gusta.
Él asiente. Se quita la camisa.
Y me quita a mí la blusa.
Luego vuelve a besarme, esta vez el cuello.
—O-Oh…—farfullo mientras me dejo llevar por la exquisita sensación de su barba rozando mi piel sensible, de su lengua marcando un camino de besos y de sus dientes succionando de a ratos—. E-está genial e-el juego. Ji, ji, ji.
Entonces me sujeta de las muñecas y me estira hacia atrás.
Contra el colchón.
—S-se puso rudo el jueguito, ji, ji—murmuro, como quien siente picardía.
No obstante, él emite un ronroneo como si fuese de un tigre o un animal salvaje y sigue bajando, en mi clavícula, mueve el sostén… ¡AH!
Y baja más.
Mi abdomen.
Mi ombligo.
Mi ropa se desliza.
Y el firmamento entero se abre camino para darme un paseo a ver las estrellas cuando mi amigo gay, Jonatan, marca un jaque mate en este juego, llevándome a la más absoluta perdición en cuando su barba se siente en lugares donde no se ve el sol.
Y solo puedo decir una cosa.
Me lo hace de putmadre. Como Kevin nunca antes lo hizo jamás.
Como nadie podría.
¡Ojalá no se dé cuenta de que me lo estoy gozando con locura y que no es simplemente un juego!