Millonario contra multimillonario

Epílogo

Olya estaba parada en el viento cortante, envuelta en su chaqueta. El "Centro Médico", donde le habían ofrecido trabajo, había anunciado un mes de campaña contra el SIDA en la ciudad, y hoy habían instalado un escenario en la plaza central donde se reunieron los patrocinadores y benefactores del evento. Los periodistas se agolpaban bajo el escenario.

El alcalde, con cara de pocos amigos, anunció que la palabra se le cedía al patrocinador y benefactor principal del mes, Arsén Pávlovich Yampolsky.

Mientras Yampolsky hablaba, Olya reflexionaba. Le había gustado la clínica, pero algo en su interior le impedía dar el sí definitivo. Por un lado, el salario y las condiciones eran dignos. Por otro...

De repente se dio cuenta de que los echaba de menos. A su departamento, a sus colegas e incluso al jefe. En el "Centro Médico" había suficientes cirujanos, simplemente, como Olya había entendido, el dueño de la clínica no podía negarse a Yampolsky.

Y en su hospital regional siempre faltaba personal, ¿quién trabajaría si ella se iba? Allí llegaban pacientes todos los días, y no todos tenían dinero para pagar la operación.

Olya dio un paso atrás, luego otro, y se topó con Alexei.

— ¿Tiene frío, Olga Mijáilovna? — preguntó él con simpatía. — Tome las llaves, vaya al coche, estos van a estar aquí dando vueltas durante horas.

— Gracias, Lyosha, pero me voy a casa.

— ¿Cómo que a casa? ¿Arsén Pávlovich lo sabe?

— Se lo explicaré después.

— No, espere, ahora la llevamos, — sacó el teléfono, dio una breve orden para que trajeran el coche y ayudó a Olya a subir al asiento trasero.

Se despidieron, y ya en camino, Olya le escribió un mensaje a Yampolsky, intentando explicar por qué rechazaba el trabajo prestigioso en uno de los mejores centros médicos de la ciudad. Y que posponía la pasantía en el extranjero.

Después de dos horas el mensaje apareció como leído, pero no hubo respuesta. La respuesta llegó más tarde en forma de Alexei, quien trajo una enorme canasta de rosas blancas — ¡blancas! — y una tarjeta bancaria. Cuando entró en la banca en línea y vio la cifra en la cuenta, se quedó atónita. Y en la canasta encontró una nota:

"Todos los acuerdos siguen en pie. Tienes mi número. A.Y.

P.D. ¡Gracias por hacer nuestro viaje inolvidable!"

"¡Y gracias a ti, Arsén!"

Sonrió ante los recuerdos y, sin dejar de sonreír, arrastró la canasta hacia la sala de estar.

Esta divertida historia humorística sobre cómo Yampolsky y Averin buscaban el diamante azul es un breve bonus gratuito por su larga espera. En mi página ya está publicada la novela sobre el amor entre Olga y Averin, donde todo será apasionante, interesante, un poco alegre y un poco triste. ¡Bienvenidos a este nuevo libro!




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