Milo Nieves (camusxmilo) Yaoi

Capítulo 2 (Advertencia)

Pasaron los años, y aquel pequeño príncipe creció, para volverse un joven omega bastante apuesto, ocurrente, y bondoso de corazón, a pesar de a ver vivido tanto tiempo rodeado de odio y desprecio.

Con diecisiete años, y que muy pronto cumplirá la mayoría de edad, el príncipe se había vuelto en parte de la servidumbre, a pesar de ser quien por derecho real debería estar por portando la corona del reino, pero su padrastro Odiseo, se ha encargado de llevar las riendas del castillo.

Dejándolo en un segundo plano, sin poder o autoridad ante nadie, de hecho y tristemente, ni siquiera la mayoría de los sirvientes lo respetan, y parte de la corte real no lo ve con buenos ojos para ser el siguiente rey.

Y eso es algo que no logra comprender.

No entiende por qué los sirvientes de su padre, que alguna vez fueron amables con él, ahora lo vean como una escoria, no se acercan, no le hablan, ni miran en su dirección, ni siquiera para darle un plato de comida

Creció sintiendo mucha soledad, dejado de lado, siendo mirado con odio, desprecio, sin que nadie quisiera hablarle, salvo por su padrastro que de vez en cuanto, parecía algo atento a él, aunque siempre eran los mimos que le recordaban la importancia de que cumpliera dieciocho años, y de otra persona más.

Un niño de su misma edad, que se volvió su mejor amigo, y actualmente un fuerte y valiente soldado, el cual solo ha jurado protegerlo a él, defenderlo y mantenerse a su lado como un fiel. Aunque en un inicio fue por una promesa que le hizo al antiguo rey, su deber y lealtad estará por siempre con el príncipe Milo Nieves.

Gracias a él, se sentía acompañado, podía hablar con alguien, compartir sus expectativas para el futuro incierto que tiene delante, el deber que le corresponde a pesar de tener todo en contra…

Sin embargo, y a pesar de esa amistosa compañía… En las noches, cuando estaba en su habitación, la cual se había quedado estática en el tiempo, se derrumbaba y derrababa amargas lagrimas…

Abrazaba la almohada, y añorando aquellos momentos felices –Padres… ¿Po-Por qué se tuvieron snif, snif… Que ir? - Era lo que preguntaba al aire, ante la quietud de la noche.

-¿Por qué… Por qué… No pudieron llevarme con ustedes? - Pedía una terrible petición –Estaría mil veces mejor con ustedes…- Aspiraba por la nariz, mientras aferraba sus manitas a la almohada, hundiendo su lastimero rostro -Que aquí… Yo…- Jamás faltaban las lágrimas que descendían de sus azulados ojitos –Quisiera ser tan fuerte como ustedes me lo pedían… Yo, no lo lograre nunca- Se acorrucaba al viejo colchón que tenía, cerrando sus ojos, temblando con miedo y desesperación, dolido por la triste realidad.

Se lamenta de la falta de fortaleza que debería poseer ahora, un niño indefenso que se quedó solo muy pronto, sin que nadie lo apoye. Bueno, solo tiene un aliado sin mucho poder en sí.

A veces, sentía que todo su mundo ya estaba destruido, que la muerte seria lo mejor para todos, pero en eso… En esos terribles y oscuros momentos que apagaban lentamente el fuego de su corazón, siempre… Lograba recordar las palabras de su papá, aquellas tan dulces y amables.

-Milo Nieves, es tu nacimiento un milagro mucho más grande que la vida misma- Recordar la imagen de su papá, sonriéndole tan gentilmente y abrazándolo cuando aún podía –Naciste con una fuerza insuperable, con una habilidad grandiosa y una bondad tan puro- Acariciaba su rostro, acomodaba sus cabellos cerúleos, y podía sentir un latir que era para él -Eres tan bondadoso como tu padre y quiero que seas fuerte como él…- Un suspiro dejo salir aquella figura, que borrosa se empezaba a ver al tratar de recordar ese rostro, aun así podía ver la alegría en sus labios -Solo te pido, que siempre mantengas la hermosa sonrisa que te di, una sonrisa que sin importar lo que pase, te recordara a que siempre yo estaré contigo, mi pequeña manzanita-

Al abrir sus ojos, con las pestañas empapadas, podía verse en el espejo roto, recordando lo que siempre su papá le dijo.

-Cuándo sonrisas… Seré yo, sonriéndote también. Sonríe al mundo, haz feliz al mundo y serás feliz tú igual, mi pequeña manzanita- Esa voz tan amable y bondadosa, suena tan dulce, pero se está borrando poco a poco de su memoria.

Su labio inferior tiembla al recordarlo, su cabello largo y esponjoso lo usa, para secar sus lágrimas, y aunque se termina sentando sobre su cama, vistiendo su pijama de harapos y tela como el yute. Intenta sonreír, de la forma más sincera posible, aunque la tristeza aún se refleje en sus ojos y permanezca en el corazón.

Niega con la cabeza, tallándose el rostro con sus manos, para limpiar las ultimas lágrimas, esforzando una vez más para estar bien, solo pro esta noche estar bien –Si, papá… Tú me sonríes y yo sonrió…- Quiere creer que aún está a su lado, que aún permanecen todos juntos, como cuando entre sus manos que pega a su pecho, dejaba que algunas llamas se presenten con un agradable calor. Siente como si pudiera volver a reconocer el amor que sentía cuando los tres se abrazaban.

Era la mejor forma de ser feliz, todos en familia…

Así veía su reflejo en el espejo, mirándose a él mismo ahora de adulto, pero también a su padre, abrazándolo y a su papá, aunque el rostro borroso aún se mantiene, podía sentir sus brazos protegiéndolo.

Es la mejor sensación, que solo duraba hasta que volvía a despertar a su infeliz realidad.

Cada mañana, él mismos debía prepara su desayuno, ante las miradas de molestia de los sirvientes que con solo verlo llegar se iban murmurando, dedicándole ojos de odio.

Pero, aun así, sonreía y saludaba, aunque sabía que casi nadie le respondería, a veces algunos solo por lo bajo le contestaban para irse de igual manera.

Cada nuevo día, parecía de nuevo ser feliz, pero conforme trascurrían las horas, sentía el desprecio de los demás, el cansancio de las tareas domésticas que debía hacer por orden de su padrastro. Aun así, algo que siempre le gustó mucho hacer, era ir a arreglar el patio trasero del castillo del fuego, era lugar a la que ningún sirviente se acercaba, pues lo consideraban una zona muerto y maldita, por el árbol de manzano que floreció…




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