Antes que nada, muchas gracias a todos los terrones de azúcar que estén leyendo este fanfic, que lo agreguen a sus favoritos, a sus listas, que voten y dejan sus comentarios.
Me alegra mucho que disfruten la lectura.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
- ¿Esta seguro? - Aquella voz se manifiesto en el recinto, sin poder ubicar de donde viene.
-Tsk- Chasquea su lenga, demostrando molestia en su rostro, entrecerrando los ojos delante del espejo -Claro que sí. Nadie me deja sin mis preciadas joyas… Y menos…- Sisea suavemente -Si pueden intervenir en mis planes-
Sus ojos amarillos cual serpiente, se vuelve de un tono naranja, mostrando el coraje contenido. Recuerda ese momento, en donde se dio cuenta de que había sido descubierto.
---Flash Back---
- ¿Qué le parece su corona, mi señor? - Un hombre de edad madura, cabellos verdes esponjosos atados en una trenza larga, con ropas formales y semblante cansado. Esta con la cabeza inclinada de pie, esperando que el rey consorte vea su obra y de su veredicto.
Aquel peliblanco, verifica e inspecciona con cuidado su nueva adquisición, mira atento los cristales prismáticos, perfectamente cortados e incrustados. Sonríe, apretando con fuerza su joya, deja ver un aro de fuego en sus manos, al igual que un brillo en su mirada -Es bastante bueno- Alza la extremidad derecha, para indicar a un guardia que le entregue la bolsa de oro prometida -Sin duda, la calidad de tus trabajos siempre son los mejores y nunca me dejan un mal sabor de boca- Sonríe, gustoso por su hermosa compra.
El omega peliverde, asiente dócilmente, recibiendo con educación el pago -Le agradezco su halagó, mi señor- Traga saliva, dudando en siguiera hablar.
No presta atención al agradecimiento del joyero, y sigue admirando su nueva corona -Aprovechando que has venido hasta aquí, creo que de una vez voy a encargarte otro trabajito- Sonríe, mientras se prueba su corona, mirándose en uno de los tantos espejos que existen en el salón del trono, se mira de frente, de lado, y de reojo continua hablando -Me gustaría una gargantilla de un rubí de fuego pulido- Su mirada, orgullos con aires de superioridad, para chasquear los dedos -Ya he hecho el diseño- Su más leal sirviente toma un papel de la mesa de madera negra junto al trono -Pero me gustaría que le hicieras más adornos con otras joyas, tal vez una perla también, o un diamante…- Niega con la cabeza, sin dejar de admirar su belleza en el espejo – Ay, no sé… Tal vez una serpiente…- Frunce el ceño, mira atentamente lo que ha dibujado, pero sigue sin convencerlo del todo, siente que le falta más hermosura, solo hace la seña para que su subordinado de cabellos negros y blancos, se lo entrega al joyero sin emitir sonido alguno.
Mira aquel, y lo toma entre sus manos, pero al verlo, el peliverde joyero, respira con profundidad, pensando en cómo sería la mejor forma de comunicar su decisión, debe hacerlo con sumo cuidado, pues cualquier palabra errada, podría causar un fallo irremediable -Disculpé, mi señor…- Habla titubeante, pero con cierta firmeza en sus palabras.
- ¿Mmmh? - Solo responde eso, sin dejar de admirarse, haciendo pantomimas luciendo su nueva corona, que es su juguete favorita -Lo sé- Responde aun perdido en su reflejo -Creo que es hermoso, peor no perfecto, necesito que se vea más espectacular… Aun no sé cómo… Pero -Alza sus hombros, al sonreírse y gustarse lo que ve -Sé que lo mejoraras-
Sin atreverse a ver al rey consorte, su boca se vuelve seca, pero ya no puede dudar ahora -Temo decirle, que no podré realizar el trabajó esta vez- Le informa con cautela, cerrando sus ojos, para bajar la cabeza en señal de respeto, poniendo la mano derecha al nivel de su corazón.
Esto lo saca un poco de su emoción, pero no le da la cara prefiere seguir admirándose en el espejo, pero si nota el reflejo del hombre - ¿Tienes otros trabajos por hacer? - Pregunta sin mucho interés en si -Esta bien, no tengo prisa, ponlo en tus cosas que hacer inmediatamente, después de que acabes lo que estás haciendo. Je, je, je. Claro esta- Sé quiere ver comprensivo, aunque en realidad poco le interesa eso, solo desea que todos sus caprichos se cumplan lo antes posible.
Niega levemente con la cabeza, sus ojos fiusha se fijan en el rey consorte, mirando solo su espalda. Se encuentra temeroso ya que entiende las propiedades de los materiales que ha manipulado, y las varias posibles consecuencias que habrá a futuro -Lo siento mi rey, pero ya no podré realizar más trabajos para usted o alguien más de este reino- Lo dice con suma cautela, debe hacerlo con la mente fría, antes de que se vea superado por sus nervios.
Esto si perturba al rey consorte, quien se gira con lentitud, para mirar atónito al joyero -¡¡¡¿Qué?!!! ¡¡¡¿Por qué?!!!- Pregunta bastante incomprensible y en voz alta.
-E-Es que…- Aprieta sus puños, su cuerpo se tensa y respira profundamente, ya que la voz de este monarca es bastante fuerte e imponente, pero eso no lo hará flaquear -Creo que es el momento… De volver al pueblo natal de mi difunto esposo, así que… He decidido que sería mejor establecerme allá, y abrir una joyería- En parte es mentira y en parte no, la realidad es diferente a lo que se puede deleitar -Si- Asiente con mayor firmeza, con la mirada sumisa en el peliblanco -Necesito un cambio- No diría las verdaderas razones de por qué se va, pero su cuerpo tenso y rostro con leves gotas de sudor parecen delatarlo ahora.
El rey consorte, deja de lado su nueva corona, sobre la mesa negra, camina con delicadeza, bajando las escaleras que condicen al trono -Pero, ¿Por qué te irías a quien sabe dónde?- Le pregunta, con una fingida incredulidad -Si, aquí mismo, en este reino, en MI reino, tienes mucha prosperidad, haces hermosos trabajos y ganas bastante bien- Parece como si le estuviera explicando a un niño pequeño las razones para no hacer algo estúpido -No creo que tengas mucho que quejarte- Alza una ceja, observa con atención al joyero -Incluso sé muy bien, que tu hijo ha aprendido y heredado el talento que tienes, y que tu padre poseía- Sus ojos amarillos, se afilan con pesadez, al igual que algunas venas se marcan en su frente, señal de molestia.