Movido por la necesidad y no por el deseo, el príncipe Mezit tuvo que superar sus defectos, Mezit era el hijo menor del viejo rey de los atronios, Mezit fue un pusilánime, mimado y perezoso sujeto, incluso hay quienes lo tacharon de afeminado y torpe, lo cierto es que era un miedoso ermitaño, ya que todo el día adentro del lujoso palacio se la pasaba, casi no salía pues le daba miedo los hombres y los lugares desconocidos, en su mente las frases que repetía siempre eran: no quiero, no puedo.
Cierto día, el enriquecido reino de Atrón fue invadido por ciento de tropas enemigas, Mezit viendo el peligro huyó despavoridamente, se refugió en una cueva ubicada en lo alto de una montaña, durante días veía desde la cima a su reino capturado por el enemigo; sin embargo a él le preocupaba más la poca comida que tenía, pues se alimentaba solo de unos árboles de bayas y albaricoques, se lamentaba por no tener criados como en su vida anterior de noble, sintió humillación por beber agua de lluvia, lloraba al ver que sus manos no sanaban luego de haberlas maltrato cuando subió la montaña, de noche poco dormía porque temía que lo descubriesen, por otro lado le daba miedo volver a encontrarse con la serpiente que estuvo a punto de matarlo.
En la mañana del tercer día viviendo en el exilio, se acordó de los buenos momentos vividos con su familia, se acordó además de la amistad con el reino de Hurst, decidió no obedecer más a sus miedos, por lo tanto emprendió un viaje para buscar ayuda, tuvo que arriesgarse y cruzar por peligrosos ríos, desiertos y bosques, eludió además a ladrones, homicidas y secuestradores. Cuando llegó a Hurst contó al rey lo sucedido; Mezit sintió que todo había terminado; sin embargo se sintió desgraciado cuando lo obligaron a ir al combate, por más que rogó que lo dejasen en el palacio, ellos no quisieron, así que lo entrenaron con dura disciplina militar.
Llegó el día del rescate y, se libró una potente batalla en donde la sangre corrió en exceso, los de Hurst vencieron y liberaron al padre de Mezit que se hallaba adentro de un horrible calabozo, Mezit combatió ferozmente en la anterior batalla para rescatar a su reino, regresó convertido en un varonil guerrero, pero lo más importante: se transformó en un hombre con principios y valores para nunca volver atrás.
Movido por la necesidad y no por el deseo, el príncipe Mezit tuvo que superar sus defectos, Mezit era el hijo menor del viejo rey de los atronios, Mezit fue un pusilánime, mimado y perezoso sujeto, incluso hay quienes lo tacharon de afeminado y torpe, lo cierto es que era un miedoso ermitaño, ya que todo el día adentro del lujoso palacio se la pasaba, casi no salía pues le daba miedo los hombres y los lugares desconocidos, en su mente las frases que repetía siempre eran: no quiero, no puedo.
Cierto día, el enriquecido reino de Atrón fue invadido por ciento de tropas enemigas, Mezit viendo el peligro huyó despavoridamente, se refugió en una cueva ubicada en lo alto de una montaña, durante días veía desde la cima a su reino capturado por el enemigo; sin embargo a él le preocupaba más la poca comida que tenía, pues se alimentaba solo de unos árboles de bayas y albaricoques, se lamentaba por no tener criados como en su vida anterior de noble, sintió humillación por beber agua de lluvia, lloraba al ver que sus manos no sanaban luego de haberlas maltrato cuando subió la montaña, de noche poco dormía porque temía que lo descubriesen, por otro lado le daba miedo volver a encontrarse con la serpiente que estuvo a punto de matarlo.
En la mañana del tercer día viviendo en el exilio, se acordó de los buenos momentos vividos con su familia, se acordó además de la amistad con el reino de Hurst, decidió no obedecer más a sus miedos, por lo tanto emprendió un viaje para buscar ayuda, tuvo que arriesgarse y cruzar por peligrosos ríos, desiertos y bosques, eludió además a ladrones, homicidas y secuestradores. Cuando llegó a Hurst contó al rey lo sucedido; Mezit sintió que todo había terminado; sin embargo se sintió desgraciado cuando lo obligaron a ir al combate, por más que rogó que lo dejasen en el palacio, ellos no quisieron, así que lo entrenaron con dura disciplina militar.
Llegó el día del rescate y, se libró una potente batalla en donde la sangre corrió en exceso, los de Hurst vencieron y liberaron al padre de Mezit que se hallaba adentro de un horrible calabozo, Mezit combatió ferozmente en la anterior batalla para rescatar a su reino, regresó convertido en un varonil guerrero, pero lo más importante: se transformó en un hombre con principios y valores para nunca volver atrás.
Movido por la necesidad y no por el deseo, el príncipe Mezit tuvo que superar sus defectos, Mezit era el hijo menor del viejo rey de los atronios, Mezit fue un pusilánime, mimado y perezoso sujeto, incluso hay quienes lo tacharon de afeminado y torpe, lo cierto es que era un miedoso ermitaño, ya que todo el día adentro del lujoso palacio se la pasaba, casi no salía pues le daba miedo los hombres y los lugares desconocidos, en su mente las frases que repetía siempre eran: no quiero, no puedo.
Cierto día, el enriquecido reino de Atrón fue invadido por ciento de tropas enemigas, Mezit viendo el peligro huyó despavoridamente, se refugió en una cueva ubicada en lo alto de una montaña, durante días veía desde la cima a su reino capturado por el enemigo; sin embargo a él le preocupaba más la poca comida que tenía, pues se alimentaba solo de unos árboles de bayas y albaricoques, se lamentaba por no tener criados como en su vida anterior de noble, sintió humillación por beber agua de lluvia, lloraba al ver que sus manos no sanaban luego de haberlas maltrato cuando subió la montaña, de noche poco dormía porque temía que lo descubriesen, por otro lado le daba miedo volver a encontrarse con la serpiente que estuvo a punto de matarlo.
En la mañana del tercer día viviendo en el exilio, se acordó de los buenos momentos vividos con su familia, se acordó además de la amistad con el reino de Hurst, decidió no obedecer más a sus miedos, por lo tanto emprendió un viaje para buscar ayuda, tuvo que arriesgarse y cruzar por peligrosos ríos, desiertos y bosques, eludió además a ladrones, homicidas y secuestradores. Cuando llegó a Hurst contó al rey lo sucedido; Mezit sintió que todo había terminado; sin embargo se sintió desgraciado cuando lo obligaron a ir al combate, por más que rogó que lo dejasen en el palacio, ellos no quisieron, así que lo entrenaron con dura disciplina militar.