presentación
Cinco puertas
Cinco historias apócrifas del Ministerio del Tiempo.
Fanfic de la serie de TVE “El Ministerio del Tiempo”
Agradecimiento especial a los hermanos Olivares, por haber hecho esta hermosa serie y a los ministericos de los distintos grupos de faceboock. Ellos son los catalizadores que me llevaron a escribir más en serio…a sí que ya saben a quienes dirigir sus quejas.
Por la temperatura y el porcentaje de humedad podemos inferir que estamos a fines del mes de mayo o principios de junio.
Los días cortos y la casi permanente nubosidad nos hablan que estamos en el hemisferio sur al sur de Sudamérica, pero poco más podemos saber del lugar y la época en que nos encontramos. Quizás, si tomamos en cuenta que los hombres que conversan lo hacen en medio del campo, junto a un fuego casi extinguido, sentados sobre las osamentas de unas cabezas de vaca, cercanos a un gran rodeo de estos animales, podríamos suponer que estamos en el siglo XIX, pero esto no es del todo seguro, una imagen similar podría verse aun en el siglo XXI.
- ¿Y usted cree que es buena idea?— Cuestiono uno de los hombres, que identificaremos como, el resero o el arriero, en evidente referencia al oficio del mismo
- No, no lo sé, pero ¿Qué se puede perder?— dudo otro de los hombres, identificado como el escribiente por razones similares aunque con oficios muy distintos
- No sé, que lo acusen de plagio quizás— comento el arriero, con poco conocimiento de causa, pero razonable precaución.
- Pues eso no es así, está bien claro que todas estas aventuras están basadas en la serie el Ministerio del Tiempo, incluso, gracias a usted, el propio autor de la serie aparece en uno de los relatos…no creo que nadie pueda decir que esto es una idea mía, lo único que he hecho ha sido contar cosas que han pasado y que nadie ha contado aún—
- Si, ahora resulta que la culpa es mía— se atajo el arriero
- Bueno, si usted no hubiese ido a hablar con don Cisneros…—
- …y si usted no me hubiese puesto en esa trama…—
- Bueno, bueno, no se me ponga sensible.— tranquilizo el escribiente — A parte usted que ya conoce las historias puede dar fe de ellas—
- No me va a pedir que opine ¿no? —
- No, eso es prerrogativa de los lectores —
- Entonces deje que ellos decidan — concluyó el arriero acomodándose en los aperos y calándose el poncho pampa hasta la orejas, para mitigar el frio que empezaba a hacerse sentir
- Tiene razón — acordó el escribiente, mientras arrimaba un par de troncos al rescoldo para mantenerlo encendido el mayor tiempo posible…la noche iba a ser larga y la temperatura seguiría bajando.
Y así, hablando y callando la tarde cayo. El horizonte lejano pasó desde el celeste opaco al violeta profundo, recorriendo antes una inimaginable gama de amarillos, naranjas, ocres hasta que por fin las estrellas se enseñorearon del firmamento y las historias quedaron escritas para ser leídas por quien lo desease, en la esperanza que sean del agrado de quien lo hace.