Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Primera puerta: Tiempo de Reconquista – 1806 – Reconquista por un tiempo - Misión al Rio de la Plata

Prologo

Perdidas las colonias norteamericanas y su mercado, los británicos necesitan desesperadamente una salida para su producción. El exceso de productos manufacturados fue uno de los principales motores en la creación del nuevo imperio Británico, África, India, Indochina sentirían el peso de las casacas rojas., ya sea por la conquista de territorios independientes o el desalojo de los colonos de otras potencias, fundamentalmente Holandeses.

Dentro de esta marea roja lo que hoy conocemos como Latinoamérica no quedo a salvo. Las colonias españolas eran muy tentadoras y, hasta que aprendieron que una libra esterlina era mucho más efectiva que una bayoneta, hicieron varios intentos armados de ocupación.

Uno de los intentos más significativos, a decir verdad 2, tuvo lugar en una de las capitales coloniales más alejadas y, presumiblemente, menos protegida, que, además estaba abierta al atlántico sur, lo que la hacía estratégicamente importante.

Por su puesto, había plazas mucho más ricas, pero ¿a quién se le ocurriría, por ejemplo, atacar Lima, base del poderoso virreinato del Perú? Ya sabían lo que había sido tratar de conquistar Cartagena de Indias y lo que hombres decididos, con un buen capitán como el llamado “medio hombre”, podían hacerle a la flota de su majestad.

Algo característico de los Británicos de esa época parecía ser su capacidad de aprender de los errores, lo que habla muy bien de los Ingleses de esos tiempos, por lo tanto, descartados los grandes centros coloniales los periféricos se imponían para intentarlo de nuevo, y ¿Qué mejor que Buenos Aires? Los comerciantes ingleses y los comerciantes que se enriquecían con el contrabando de los productos que ellos traían, así lo aconsejaban, a parte de la “casual” presencia de la flota Británica ahí no más, en la colonia del Cabo, en Sud África. Los primeros tiempos parecieron darles la razón, sobre todo cuando un tal Willam Carr Beresford, al mando de tropas recientemente desembarcadas, hizo la “Union Jack” en el fuerte de Buenos Aires.

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Parte 1 de 8

La vela brillaba mortecina en el candelabro, consumiendo sus últimos restos en una titilante danza de luces y sombras.

Iluminados por ella dedos entintados movían la pluma que rasgaba incesantemente el papel. Los ojos cansados, la pesadez de la hora confundiendo las ideas, mesclando las palabras, era hora de ir terminando, mañana seria otro día y Morfeo requería se atiendan sus lamentos.

Un cabeceo, una despertada. El té ya estaba frio. Se calzo las pantuflas, y se incorporo de la silla, fue entonces que lo noto, ahí en esa pared desnuda, tras la cual se encontraba su cama, había ahora una puerta distinta al lado de la que normalmente usaba para ir y venir, una que nunca antes había estado ahí, estaba seguro. Instintivamente tomo un abre cartas, era lo único que tenía a mano por si era necesario defenderse, por experiencia sabia que de esas puertas podía salir cualquier cosa.

Guardo silencio, expectante, hasta que de pronto se escucho como el ruido de un cerrojo que se corre y como alguien forcejeaba con la puerta, que se resistía a ser abierta, hasta que se abrió. Por ella apareció un hombre extraño con un fanal en la mano.

  • La puta que lo pario con estas cosas que se hinchan con la humedad —

Fue lo primero que escucho decir a la persona que entraba por ella, esta, pasado el desagrado que le había causado la lucha con la puerta, reparo en él, se quedo quieto unos segundos, mirando el abre cartas que tenía en la mano y sonrió discretamente, tan solo el facón que sobresalía de por atrás de su cintura era suficiente para vérselas ventajosamente con aquel juguete, si fuera necesario.

  • Buenas noches — saludó — ¿el señor Javier Olivares? Supongo — indagó con evidente incomodidad, se le adivinaba persona poco instruida, o de vida rustica, no muy amiga de las palabras, a pesar de su explicita entrada.
  • Si — atinó a asentir un poco torpemente, mientras lo observaba mejor, tenía todo el aspecto de un tropero, aunque ataviado algo extrañamente, por lo menos para los usos españoles, calzaba botas de potro con espuelas, calzoncillos largos y sobre ellos, a modo de chiripa, un poncho atado a la cintura con unas boleadoras, esa arma tan particular de las pampas sudamericanas, arriba llevaba camisa que en un tiempo debió ser blanca, y chaleco colorado. Pañuelo al cuello y poncho. Cubría su cabeza con un gorro en punta, del mismo color del chaleco. La cara barbada y la mirada profunda de las personas acostumbradas a los horizontes lejanos. ¿Quién era esa persona? ¿Cómo lo conocía?
  • ¿Con quién tengo el gusto? — preguntó al reponerse de la sorpresa.
  • Hace años que me llaman “resero” señor, ya ni me acuerdo de mi nombre, pero eso no es importante — contestó el otro, tratando de no parecer muy descortés
  • Tengo unos papeles que me gustaría vea — apuró, al tiempo que le extendía un atado de hojas.
  • ¿Qué es esto? — preguntó Javier mientras los recibía
  • A lo que leí, es el relato de unos hechos sorprendentes, que no entiendo, que están pasando en estos días del Señor — se persignó — y que un amigo mío ha decidido contar, en la esperanza que le puedan aprovechar a quien los lea — y callo.

Javier no le quitaba los ojos de encima, desconfiado. Así que ese hombre sabía leer, por su aspecto era toda una novedad.

  • ¿Y porque me los trae? —
  • Pues, porque pensé que usted era la persona indicada — dijo con lo que pareció cierta vergüenza — el señor Márquez me dio instrucciones de cómo llegar hasta aquí —
  • ¿El Márquez?— esto se ponía interesante — ¿Qué Márquez —
  • El señor virrey, don Rafael de Sobremonte y Nuñez — contestó respetuosamente, mientras tomaba la puerta, en gesto evidente de querer irse.
  • Espere, ¿Qué hago con esto? —
  • Usted sabrá, si le parece que es de algún valor y me lo dice, le traigo el resto, si no, olvide el asunto, no volveré a interrumpirlo —
  • ¿Y porque no me los trae su amigo? ¿Quién es él? —
  • Pues, porque, aunque le gusta escribir, no es escritor y tiene en poca estima las letras que escribe — dijo ya con un pie del otro lado



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 07.01.2025

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