Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de Reconquista – 1806 – Reconquista por un tiempo - parte 6 de 8

Parte 6 de 8

Junto al fuego el asado ya estaba listo, alguien le alcanzo un pedazo de carne ensartado en la punta de un facón y él lo agarro tomándolo por el hueso, con cuidado de no quemarse.

Se integro a la vuelta sentándose en un tronco junto a otros gauchos.

Entre mordisco y mordisco corría una bota con vino, áspero pero sabroso, que no tenía nada que envidiarle al de cualquiera de los campamentos en que había estado en su vida como soldado.

Los últimos rayos del sol invernal fueron desapareciendo tras el desierto horizonte proyectando esas sombras largas tan características, que el fuego del fogón aun no vencía. Un paisano saco una guitarra y la templo a su manera, la charla concluyo y el silencio se enseñoreo del campamento, creando esa atmosfera intimista e irreal que llama a la introspección y que hace del hombre del llano ese tipo tan especial que da su madera a los centauros de las pampas sobre cuyas espaldas se eleva el país.

Las notas se fueron desgranando suave, melodiosas, tristes, como en un lamento, y luego la voz canto, fue un canto de libertad, de amor a la patria y deseo de librarla del invasor, un canto de guerra entonado en voz baja, no por temor, si no por respeto.

Alonso sintió que el corazón se le estrujaba, y hasta que una lagrima le inundaba la vista.

  • He, español — le llamo alguien discretamente, mientras le tomaba el brazo
  • ¿Qué queréis? — pregunto al desconocido
  • ¿Sabes pelear? —
  • ¿Qué pregunta es esa? —
  • ¿Qué si tienes los cojones para ayudarnos a sacar a esos herejes de la ciudad?— pregunto mientras con el dedo indicaba hacia el fuerte, invisible en la oscuridad.
  • ¿Cuándo vamos?— Dijo, al tiempo que se movía para incorporarse.
  • Shh, tranquilo amigo, todavía no es tiempo, ya te avisaremos— le dijo el que acompañaba al primer gaucho que lo había hablado, y los dos se fueron a hablar con otros hombres. Era una leva, o iba a serlo pronto.

El canto, el vino, el calor del fuego y el abrigo del poncho que alguien le había alcanzado, terminaron por vencerlo y se quedo dormido, sobre un cuero de oveja que encontró cerca, bajo un cielo inmenso, lleno de estrellas, dominado por la grandiosa y emblemática Cruz del Sur.

Al día siguiente, antes del alba, luego del canto del gallo, el campamento retomo su actividad.

Alguien atizo las brasas del fuego de la noche e inicio uno nuevo, sobre el cual pusieron la infaltable morocha donde calentar el agua para el mate.

Las bestias, como solidarias con los hombres, también se fueron despertando, de modo que, en poco tiempo todo se transformo en un desentonado concierto de ruidos originados en los gases intestinales, bostezos, mugidos y rezongos.

Sin saber cómo ni de donde, de pronto se encontró con un amargo entre las manos, y, esta vez ya precavido, lo pudo apreciar mejor, sintiendo el reconfortante calor del agua transmitirse por todo el cuerpo, un pedazo de galleta marinera y algo de carne del asado de la noche completaron el desayuno.

¿Cómo sobrevivía aquella gente con una dieta tan monótona?¿que los mantenía a salvo del escorbuto? Pensó en que Julián le podría responder estas preguntas y cayó en la cuenta de que no sabía dónde estaban, los había perdido de vista y era menester encontrarlos.

————————————————

  • ¿Qué debo hacer?— se pregunto Amelia
  • Ir, por supuesto, que mejor oportunidad para entrar en la cueva del lobo a husmear que pasa, en una de esas ahí este la respuesta— Indico Juan
  • Tiene razón— dijo ella sabedora de que se las arreglaría bien
  • Lo único que no puede ir sola—
  • ¿Cómo?...ah sí, la época, ¿y de donde saco yo una chaperona ahora?¿conoces a alguien?—
  • Pues si— y lo miro a Julián
  • ¡¿Julián?!—
  • Sí, les has dicho que es médico, pero nada más, ¿verdad?—
  • Así es— asintió
  • Pues, te presento a tu hermano—
  • ¿Yo hermano de Amelia? Si no nos parecemos en nada—
  • Qué seáis hermanos no quiere decir que tengáis los mismos padres— aclaro Juan

Los dos lo miraron al unisonó

  • ¿Cómo?—
  • pues si, en estos tiempos los bastardos son bastante comunes, así como los hermanos de leche—

Julián no estaba muy convencido

  • Puede ser Julián, la idea no es mala—
  • No, no, yo no puedo ser tu hermano—
  • ¿Por qué no? ¿No has sido ya mi esposo una vez?—

Juan miro intrigado

  • Es una larga historia Juan, cuando pueda te la contare— aclaro Julián— Bueno que sea, pero la bastarda eres tu—
  • No, yo no— fingió ofenderse Amelia.
  • Ehhh,— tercio Juan— una hija paterna criada en el seno de la familia cuaja mejor con el viaje a Europa…—



#528 en Fanfic
#2039 en Otros
#357 en Novela histórica

En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 07.01.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.