Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de Reconquista – 1806 – Reconquista por un tiempo - Parte 8 de 8

Parte 8 de 8

En Madrid Javier había llegado a esa frase final de los papeles que le dejara el resero y tuvo la misma duda que Julián, ¿hasta qué punto mantener la historia como esta no era alterarla?

En eso estaba cuando escucho ruidos en la puerta por la que aparecía el resero. Esta se entreabrió un poco, pero no llego a hacerlo del todo. Un fuerte griterío se oyó del otro lado, como de gente peleando y dando órdenes desesperadas…en Ingles, entonces la puerta se cerró apuradamente y la tranca se volvió a oír. Obviamente, quien había querido abrirla desistió de hacerlo. ¿Qué estaría pasando ahora?

Estaba pensando en ello cuando escucho como piedras que golpeaban la puerta ¿Cómo podía ser eso? Una puerta cerrada está cerrada para todo.

Con curiosidad se acerco a la misma y la empujo, estaba hinchada, como se había quejado el resero en su primer visita, por lo que empujo con más fuerza y cedió. Con gran sorpresa, descubrió que, en el apuro, la habían cerrado mal y el pasador había sido corrido pero no había entrado en el hueco del marco, por lo que no trababa nada.

Pasar a través de ella fue una tentación que nadie podría haber resistido, menos él.

Lo que vio lo dejo maravillado, allí, frente a él, la inmensidad del rio de La Plata serbia de telón a intensos combates, y los casacas rojas estaban en innegable retirada!!!

De pronto sintió que le empujaban violentamente y un fuerte dolor le invadió el cuerpo partiendo desde el hombro derecho. Luego el cielo se le nublo y la conciencia lo abandono.

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La mañana de aquel 12 de Agosto amaneció con brisa del este, que no incomodaba pero mantenía la humedad del rio a nivel de suelo.

El campo brillaba con el resplandor del sol sobre las gotas de rocio y de los mosquetes vomitando fuego y muerte. El combate había empezado temprano.

En el convento la alarma cundió e, inmediatamente, comenzaron los preparativos para atender a los heridos.

  • ¿Qué pasa?— Pregunto Amelia alarmada
  • Que los criollos están atacando la ciudad— le contesto Julián mientras se preparaba para ayudar con sus conocimientos
  • La reconquista está en marcha— comento Amelia— y sin que nosotros hayamos hecho nada— concluyo triunfante. Julián no dijo nada, los hechos le daban la razón a ella.

Salieron a la calle junto con los frailes y las monjas voluntarias, con los elementos de ayuda que contaban para brindar auxilio a quienes lo necesitaran.

Sin darse cuenta se fueron desplazando hacia el bajo, hacia la parte de atrás de fuerte, y de pronto lo vieron, ahí estaba Alonso dirigiendo una carga de infantería contra un puesto Ingles que cedió a poco de combatir.

  • Alonso— Grito Amelia en medio del bullicio, mientras Julián arrastraba a un herido contra las paredes del fuerte, cerca de una extraña puerta entreabierta.
  • ¡Amelia!¡ Julián!— grito Alonso al verlos— ¡Que día Señor! La gloria cubre nuestras armas como antaño
  • ¡Viva España carajo!— concluyo exultante de euforia, aun lleno de la adrenalina del combate, y los abrazo a los dos con lagrimas de emoción en los ojos.

O sea, que al final si estaban interviniendo en la historia, no se sabía cuán importante era la intervención, pero si la estaban haciendo. Un cruce de miradas entre Julián y Amelia fue suficiente para plantear esto. Los dos sabían de qué se hablaba.

La reunión no pudo durar mucho, las balas zumbaban alrededor y no era seguro permanecer ahí.

Fue cuando se disponían a marcharse que lo vieron. El hombre abrió la puerta mal cerrada y se quedo parado junto a ella, con los ojos abiertos contemplando asombrado lo que veía, aparentemente ignorante del peligro que corría. Y, de pronto, lo vieron caer, alcanzado por un proyectil.

Amelia, que lo había reconocido no pudo menos que dejar escapar un grito de espanto. Julián y Alonso la miraron extrañados.

  • ¡Javier!, ¿Cómo puede ser?— dijo incrédula tapándose la boca con los dedos
  • ¿Quién?— pregunto Alonso
  • Javier Olivares, el productor del ministerio— Aclaro Julián que ya había llegado a su lado y le prestaba los primeros auxilios
  • Vamos, hay que sacarlo de aquí sin demora— urgió al tiempo que lo tomaba por los brazos mientras Alonso lo tomaba por los pies y Amelia abría la puerta y enviaba un pedido de auxilio al ministerio.

Al aparecer en los pasillos del ministerio el revuelo era general

  • ¡Mi Dios!— exclamo Angustias, que también estaba junto a los otros.
  • Pasen, pasen rápido, ya vienen los de la sanidad— dijo Salvador, mientras trataba de poner orden en todo ese caos
  • ¡que no le pase nada Señor, por favor, que nos va la vida en eso— seguía Angustias
  • ¡tan buen hombre que es! ¿Cómo pudo escribir una cosa así? Poner en riesgo su vida ¿para qué?— continuaba

De pronto Javier, que volvía en si del atontamiento producido por el golpe, abrió los ojos, dolorido, y aturdido de escuchar los lamentos de Angustias, a la que reconoció inmediatamente

  • Angustias, Angustias, por favor, no me angustieis— musito mientras un par de paramédicos recién llegados lo colocaban en una camilla— estoy bien— calmo a todos



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 07.01.2025

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