Algún tiempo después, en el embarcadero que hacía las veces de puerto en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, a orillas del rio Paraná, los caminos del resero y el escribiente volvieron a cruzarse
Efectivamente era obvio lo que hacia el gaucho. En los corrales se veían los vacunos recién llegados de la invernada, y en los muelles, junto a las carretas que las llevarían al interior, estaban las sacas de yerba mate, esenciales para la tradicional infusión, esa bebida mágica que, sin saberlo los gauchos, los mantenía a salvo del escorbuto, a pesar de tener una dieta en muchos aspectos similar a la que mataba tantos marineros en alta mar.
¿Qué remedio? Pensó el arriero, el escribiente había comenzado con otra de sus historias y no tenía sentido interrumpirlo, así que se acomodo lo mejor que pudo y presto atención.
Segunda Puerta
Tiempo de Navidad – 1605 – puertas por un Tiempo
Madrid, 13 de Diciembre del año de Nuestro Señor de 1….
Habiendo leído la siguiente historia y no encontrando en ella nada que me pareciera pudiera afectar la moral y las buenas costumbres, y considerando que nada se pierde con su lectura, antes bien puede que algo sea ganancia para quien pudiera sentirse identificado en las andanzas que acontecen a los personajes de la misma recomiendo se autorice su difusión, en la esperanza pueda servir, cuanto menos, de solaz para el lector.
Monseñor ……
Publíquese
Yo, el Rey.
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Prologo
Donde se cuenta una historia que, por suceder en Navidad, podría considerarse un cuento de navidad, aunque en vez de paisajes nevados haya selvas tropicales.
Donde también se explican algunas cosas que no se explicaron en el relato anterior e, inevitablemente, se dejan otras nuevas sin explicar.
Donde no se hace alusión a Javier Olivares ni a ninguna otra persona real del ministerio.
Donde, por último, se aventura una explicación a algo mucho más mundano, como es que un actor no firme un contrato, que afecta grandemente a las futuras narraciones, porque esa decisión lleva a que desaparezca un personaje.
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Para ubicar al lector en el tiempo, lugar y circunstancias de la narración, se recuerda que entre 1578 y 1640 los reinos de España y Portugal estuvieron unidos por una misma dinastía. Esto llevo a que diversos territorios, habitados por diversos pueblos, normalmente adversarios, debieran convivir juntos. A pesar de las ordenes de la península, esta convivencia nunca estuvo del todo exenta de recelo, sobre todo porque las distintas ciudades tenían distintas economías, muchas veces competidoras entre sí.
Un caso particular fue el de la ciudad de San Pablo, en Brasil, que, a diferencia de la mayoría de las ciudades lusas de la época, estaba fundada en el altiplano que se encuentra cruzando la Sierra del Mar, alejada de la costa y sin puerto propio.
Esta situación, entre otras, llevo a varios de sus habitantes a organizarse en “banderas”, grupos de hombres que se identificaban por una bandera, para dedicarse a la caza de indios, y venderlos, después, como esclavos, en las plantaciones.
Los sacerdotes de los territorios españoles, lindantes con los portugueses, trataron de oponerse a este tráfico humano fundando misiones donde evangelizaban a los indígenas a la vez que los defendían, en la medida de sus posibilidades, de los ataques de los hombres de las banderas, los bandeirantes.
Franciscanos, pero principalmente Jesuitas, fueron especialmente eficientes en su trabajo, llegando estos últimos a organizar a los indígenas en cuerpos armados, debidamente instruidos, que, en más de una ocasión, ganaron batallas contra los Paulistas….cosa que estos jamás olvidaron ni aceptaron.