Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tercera Puerta Tiempo de realeza – año 7 ac – reyes por un Tiempo - parte 1 de 8

Tercera Puerta

Tiempo de realeza – año 7 ac – reyes por un Tiempo

Parte 1 de 8

Parado sobre el promontorio tenía una vista soberbia del estrecho canal llamado Bósforo, que sería dominado por “su” ciudad. De un lado, la entrada al pequeño Propontis, que algún día llevaría el nombre de Mármara, del otro el Ponto, que las generaciones futuras conocerían como Mar Negro, con sus costas llanas tan ricas en tierras fértiles y granos; a sus pies esa ciudad aun en obras donde se transformaba la entonces humilde Bizancio, fundada por Byzas frente a la “ciudad de los ciegos” hacia ya 600 años, en la Nueva Roma destina a ser la nueva capital del enorme imperio que le tocaba presidir; “su” capital.

Todo parecía marchar bien, desde que se deshiciera de Licinio gobernaba solo y nadie tenía poder como para osar oponérsele, por lo que se podía dedicar de lleno a una de sus grandes pasiones, construir, algo que le fascinaba casi tanto como gobernar.

Gobernar, eso sí era algo digno de hacerse. Tantos hombres y mujeres, tantas vidas dependiendo de sus decisiones, cada uno con sus cosas, sus dioses y creencias. Se quedo un rato con ese pensamiento, “los dioses”, ¿Qué creer?, porque de eso se trataba, de creer, pues nadie tenía pruebas de nada, aunque todos sostenían que el dios que adoraban era el verdadero, desde los antiguos griegos con sus misterios a los sencillos romanos con sus dioses agrícolas o los sofisticados orientales con sus creencias tan fastuosas, sin dejar de lado a esas gentes monoteístas de las provincias de medio oriente.

Esos eran el futuro, lo podía ver claramente con su visión de avezado político, en los monoteístas estaba el futuro, eran muy activos y tenían una fe ciega en su Dios.

En vano sus predecesores los habían perseguido, cuanto más se los atacaba más fuertes se hacían. Si, sin duda ahí había algo, pero ¿Qué?.

Comprendía claramente que constituían una fuerza a la que era necesario catalizar en beneficio propio, por eso había decidido apoyarlos, por eso y porque…porque podían tener razón, la historia que contaron los viejos Pablo y Pedro era fascinante, ¿y si fuera verdad?. No había forma de saberlo. Al pueblo no le importaba eso, con la fe les alcanzaba; pero él quisiera algo más; su corazón sentía simpatía por el nuevo credo, pero su mente deseaba algo más, alguna prueba. Tal un nuevo Tomas.

La idea le avergonzaba algo, pero él no era hombre de fe ciega, por más que hubiese adoptado el emblema de la cruz para ir a la batalla y esto hubiese significado la victoria, su espíritu deseaba algo más, por eso y no solo por política, eludía el bautismo que tanto le pedían los cristianos que aceptara.

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—Señor— le llamo alguien desde abajo. Dignamente, como correspondía a su cargo, le dirigió la mirada, interrogando sobre la razón de que se le interrumpiera cuando disfrutaba de contemplar la perla más grandiosa de sus dominios.

—Señor— volvió a insistir humildemente el hombre— hemos encontrado algo que requiere su atención.—comento, y al notar que el emperador lo miraba, aclaro —Unas extrañas reliquias—

Más reliquias, la zona estaba plagada de ellas, ser la encrucijada de la civilización durante 600 años tenía esas consecuencias, era inevitable; pero, bueno, la gente sencilla era así, todo le llamaba la atención y creían siempre haber encontrado algo distinto, extraño, especial. Como sea, el encanto se había roto, así que bajo de la roca y acompaño al hombre.

Con paso ágil se dirigió, siguiendo al hombre que lo había llamado, hacia el lugar donde se llevaban a cavo las obras para la construcción de su futuro palacio, en un lugar cuidadosamente elegido por él, que guardaba celosamente las razones de ello. La belleza del lugar daba una buena explicación a quien preguntara.

Al llegar se le acerco, obsequiosamente, el encargado del turno. El emisario que había ido a buscarlo saludo humildemente y se retiro.

—Cesar, venga por aquí, con cuidado por favor— indicándole unas escaleras que descendían a uno de los posos de la construcción, un lugar indicado expresamente por él. En las paredes de roca, a los costados de una rampa que descendía lentamente en espiral, se encontraban una serie interminable de puertas, algunas ya completamente despejadas y otras apenas insinuadas por sus dinteles.

El corazón le latió con fuerza al comprender que quizás los misterios eleusinos tuvieran su fundamento real. Por su puesto su rostro, tan impasible como el de las estatuas que lo representaban, no dejo traslucir ninguna emoción, hubiese sido impropio de su rango.

Luego de recorrer la zona ordeno retirar a todo el mundo y resguardar el lugar. A partir de ese momento nadie podría estar allí sin su autorización expresa.

Así permaneció el predio, sellado a cal y canto, transformándose en uno de esos lugares de los que nadie habla. El deseo del emperador era ley.

Años más adelante todo quedo comprendido dentro de un proyecto mucho mayor. Cuando “Hagia Sophia” fue consagrada allá por el año 360 solo unos pocos hombres, a parte del emperador mismo, tenían noticia de su existencia y así siguió hasta el fatídico año de 1453 en que todo se perdió y el lugar desapareció.

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Luego de aquel suceso, como correspondía, la vida siguió su curso, la ciudad creció, el imperio creció. La gente llego, algunos se quedaron, otros partieron, los amigos fueron envejeciendo, los enemigos también, él los acompaño.



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 07.01.2025

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