Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de realeza – año 7 ac – reyes por un Tiempo - parte 4 de 8

Parte 4 de 8

La Galilea estaba revuelta, algo pasaba en ella, la gente estaba inquieta y la calma era engañosa.

Cuando Galilea se ponía alerta toda Judea también lo hacía.

El procurador y las autoridades locales sospechaban que los zelotes tramaban algo. Semejante deducción no era ningún esfuerzo de inteligencia, los zelotes siempre tramaban algo, y si no lo hacían lo hacían lo mismo, eran una buena escusa para mantener los controles sin que la gente proteste demasiado.

En el puesto de control, en el camino a Belén, el sol estaba cayendo y los soldados estaban prontos a cerrar la barrera, los que no pasaran deberían volver a Jerusalén si no querían dormir al sereno. Y la mayoría no lo quería, las temperaturas del desierto se ponían bien bajas de noche.

El decurión se acerco al soldado y dio la orden, por ese día no pasaba más nadie, salvo esas gentes que estaban ahí cerca, se veía que la mujer estaba a punto de dar a luz y no podría regresar a la ciudad.

Al pasar se identificaron como naturales de Nazaret, en Galilea, con destino a Belén, para el censo.(1)

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Con precaución Alonso cruzo el umbral e ingreso en una sala fresca y desierta. A un costado, en realidad al fondo de la nave porque la puerta estaba a un lado, se veía un altar, o algo que podía serlo, y una estatua de un hombre con toga.

— Augusto — aclaro Amelia al verla luego de pasar la puerta.

—¿Quién?—

—El primer emperador Romano—

—Ah ¿y? —

Hacia el otro lado había una puerta importante, posiblemente el ingreso al recinto.

—¿Qué hacemos?— pregunto Amelia

—Pues…vayamos a esa puerta…— empezó a indicar Pacino, pero no termino la frase, porque de pronto la puerta se abrió violentamente y por ella entro un hombre a la carrera, como huyendo de algo.

—Ave Cesar— escucharon saludar a Marcus que se había cuadrado militarmente con la mano derecha en alto.

—¡Marcus! ¿Qué haces aquí?— pregunto pero no espero la respuesta, prestamente ordeno— vamos, todos por la puerta, hay que salir de aquí— y empujo a Amelia de regreso, luego paso Salvatus, que estaba al lado de ella y estaba por pasar Pacino cuando se produjo el temblor.

Fue una cosa extraña, pues no tembló del lado de la puerta donde estaban, el templo permaneció quieto. El temblor fue del otro lado, del lado de Bizancio.

Entonces la puerta se cerró bruscamente y ya no fue posible cruzar por ella, de alguna manera estaba trabada y no era posible moverla más de unos centímetros por donde no pasaba más que una mano.

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  • Es inútil Amelia, no se abre – dijo Salvatus ya extenuado de tanto empujar.
  • Salgamos de aquí— se escucho la voz de Alonso del otro lado
  • ¿Qué pasa? ¡Pacino! ¡Alonso!— pregunto angustiada Amelia, pero no hubo respuesta, solo ruido como de pasos apresurados, de tropa a la carrera, revolviendo todo.
  • Vamos, me voy a buscar ayuda – le dijo a Salvatus — tu quédate aquí hasta que regrese, por si acaso— y salió a la carrera por la puerta que daba a Cádiz, por la cual habían llegado.

En vano Salvatus González amago una protesta, Amelia no le dio tiempo, cerró la puerta tras si al salir y ya nada pudo hacer.

En Cádiz la cosa no fue tan fácil, los baños estaban llenos de…..hombres, rigurosamente desnudos, que no dejaron de notar su aparición por una puerta y posterior desaparición por la siguiente.

Cuando llego al ministerio aun estaba turbada, no mucho, pero si algo.

  • Que ha pasado – pregunto Irene quien fue la primera en verla llegar
  • Que nos hemos quedado separados— y le fue explicando sucintamente mientras iban hacia la oficina de Salvador.
  • Necesitamos una cuadrilla para poder despejar el paso de las piedras que la traban –

Salvador medito unos instantes, luego levanto el teléfono e hizo una llamada.

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—Salgamos de aquí— grito Alonso y todos lo siguieron para escapar de los soldados que acaban de entrar por la puerta.

— ¡están profanando un templo!— exclamo asombrado Alonso

— No, para ellos el único templo que merece respeto es el de su Dios, los otros son idolatrías abominables—

—¿Cómo?—

—Luego te explico, ¡corre!—

Marcus, espada en mano, quedo para proteger la huida.

En la carrera escaparon por una puerta que daba a un patio, saltaron una tapia, los corrieron los perros, alguien les tiro una escudilla y por ultimo tuvieron que cruzar un chiquero.

Hediondos, cansados y de mal humor se metieron en una taberna. El tabernero, al verlos llegar manoteo una masa que tenia bajo el mostrador, por si era necesario defenderse, pero la guardo al escuchar los gritos de los soldados que corrían tras ellos y en cambio les indico una puerta trampa en el piso, por la cual se metieron, yendo a parar al interior de una oscura bodega.



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 11.01.2025

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