Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de Fundación – 1573 – Fundación para mucho Tiempo - parte 4 de 8

Parte 4 de 8 - La Cautiva

—¿Cómo que no sabe dónde encontrar al adelantado?— Pregunto Amelia

—Y si, caminiaga me dijo que ia va a volve, se lo dije al Salvador, pero ese hombre siempre se preocupa de ma— concluyo Jacinto amuchándose junto al fuego para pasar la noche.

—Pues, si no se puede hacer nada déjenos volver— insistió Amelia— ya que aquí no tenemos nada que hacer…—

—Hoy ia no se puede ma, mañana veremo—

—¿Cómo que no se puede más? ¿Qué significa eso?— pero el Jacinto no contesto, aparentemente ya se había dormido. Alonso quiso sacar la espada para incentivarlo a hablar, pero Amelia lo contuvo

—No somos conquistadores— le reconvino

— No tiene nada que ver— protesto el soldado— este tipo nos está tomando por tontos—

—Así es Alonso— tercio Pacino— pero coincido con Amelia, esperemos a ver que nos trae el día de mañana— y se busco un lugar cerca del fuego para acomodarse también. Los otros lo imitaron.

Con los ojos entrecerrados el mestizo sonrió satisfecho, había ganado unas horas, las que necesitaba para ejecutar su plan, que ahora, con la llegada de la patrulla, esperaba fuera más factible. Si salía bien todo estaría en su lugar y acá nada habría pasado.

A la mañana siguiente al despertarse, ya con el sol alto y aun con escarcha sobre los abrigos, vieron que el Jacinto ya no estaba. Los habían abandonado en medio de vaya a saber donde sin saber cómo volver al ministerio.

Pacino saco su teléfono inteligente.

—No te gastes, no hay señal, ya lo comprobé. Estas tierras aun no tienen asentamiento español— Dijo Amelia.

—Si, yo también los comprobé— aclaro Pacino— lo que quiero hacer es consultar la versión que descargue del Mistipedia—

—¿Qué?—

—Mistipedia, como un Wiquipedia pero del ministerio — y levantando los ojos aclaro, ante la mirada de duda de los otros— ¿y qué? Nunca fui un buen alumno, siempre estudie los resúmenes y nada más—

—Está bien compañero, nadie ha dicho nada. ¿y que buscas ahí?— Pregunto Alonso

—Cuál es el asentamiento español más cercano. Si tenemos que comunicarnos con el Ministerio esa será la mejor opción—

—Inteligente— fue todo lo que dijo Amelia, que siempre había estudiado para saber y ser la mejor, nunca para aprobar únicamente.

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  • ¿y qué hacemos? – pregunto Amelia
  • Pues, caminar, no tenemos otra.— confirmo desalentado Pacino, luego de volver consultar, por 3 vez el Mistipedia que seguía diciéndole que no había poblado español alguno en menos de 400 km a la redonda— O sentarnos aquí a esperar que funden Córdoba – concluyo
  • Pues, a buen paso eso nos puede llevar unos 10 a 15 días, no más— asevero Alonso, que en su vida de soldado había caminado alguna vez distancias similares

Con Pacino desplegaron los mapas que llevaban y trazaron una ruta posible. Las primeras etapas podrían ser más largas, el clima y la geografía lo permitirían, pero luego la cosa se ponía fea, pasarían cerca de las salinas grandes, donde presumiblemente no encontrarían sustento y todavía estarían a unos 90 km de Santiago del Estero, que era el poblado más cercano. No era un viaje que se presentara agradable

Aun así se podía hacer, de hecho la gente de la época lo haría normalmente. Si no tenían problemas con los naturales seria solo cuestión de paciencia y perseverancia.

La duda era como se comportarían los naturales, dos hombres y una mujer, solos, nada podrían hacer si eran atacados.

Y eso fue lo que paso.

De pronto escucharon algarabía cerca de la costa. Sobre saltados Alonso y Pacino levantaron la vista del mapa y sorprendidos descubrieron que faltaba Amelia.

Unas palabras de hombres, como maldiciones, en un idioma extraño y gritos de mujer los pusieron en situación rápidamente.

A la carrera, espadas en mano, Alonso y Pacino cruzaron el escaso cause del rio, corriendo tras el grupo que se llevaba a Amelia secuestrada.

A los tropezones treparon por la escarpada orilla para, al llegar arriba, comprobar que no había nadie. Habían desaparecido todos, como si se los hubiese tragado la tierra.

—¡Coños! ¿Donde se han metido?—

—Amelia!!!— llamaron en vano.

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La habían sorprendido cuando, pudorosamente, se había retirado tras unos pajonales de la costa a hacer sus necesidades fisiológicas a cubierto de la vista de sus compañeros.

Los atacantes fueron 5 hombres, de tez olivácea y barba, tranquilamente podrían haber pasado por andaluces, pero no lo eran, su vestimenta y habla los identificaban como naturales de la zona.

Los habían estado observando, obviamente, y aprovecharon la oportunidad que ella, tontamente, les había dado con sus pudores al alejarse de los otros.

Sin ninguna contemplación uno de ellos la agarro por los pelos, sin darle tiempo a poner las ropas en su lugar, y se la había cargado al hombro como si fuera un saco de papas.



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 11.01.2025

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