Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de Fundación – 1573 – Fundación para mucho Tiempo - parte 7 de 8

Parte 7 de 8 - Negociaciones

Por más que su orgullo le revelara, no tuvo más alternativa que hacer lo que le pedían.

Todo ese día la paso trabajando, como cualquiera de las mujeres de la aldea. Junto leña, busco agua, ayudo a limpiar una casa, colaboro en la cocina, cuido chicos…al llegar la tarde, antes de caer el sol cayo dormida presa de un cansancio como no recordaba haber tenido nunca.

Como en medio de un sueño escucho jadeos y sintió un aliento firme cerca de su cara, pero estaba tan cansada que no pudo responder, vivió todo aquello como algo lejano.

A la mañana siguiente alguien le sacudió firmemente despertándola con pocas consideraciones, al tiempo que le decía unas palabras que no entendía, pero cuyo tono comprendía claramente. Había que levantarse a preparar la comida de la mañana.

A tontas salió de la casa, a fuera el frio era intenso, el cielo, aun oscuro mostraba esa luminosidad previa al amanecer, todavía faltaba un buen tiempo para que saliera el sol, sin embargo el pueblo ya estaba en actividad.

A medio camino se encontró con Lucia, que la saludo con una sonrisa picara

—¿Cómo esta Amelia?—

—No sé, la verdad no lo sé— dijo en voz baja mientras se tocaba todo el cuerpo, no había parte que no le doliera, incluso la entre pierna. Al tocarse la zona, como si recordara algo pasado, su cara se transformo en un gesto de pánico. Lucia, comprendiendo inmediatamente la tranquilizo.

—No te preocupes, no fue con tigo, estabas tan dormida que se fue— y rio por lo bajo, mientras comenzaba a soplar para avivar las brazas de la noche anterior.

Más tranquila pudo advertir que el movimiento era anormal, los hombres estaban juntando armas.

—¿Qué pasa?— pregunto intrigada

—¿Qué sabemos las mujeres de las cosas de los hombres?— contesto la otra, pero viendo la cara compungida de Amelia continuo— puede ser una partida de caza…aunque anoche escuche a algunas chicas que comentaban que se habían visto hombres de a caballo unos kilómetros al norte—

—¿Españoles?¿la estarían buscando? Una luz de esperanza le alegro el rostro.

————————

—¿y qué tal?— le pregunto uno de los hombres a su compañero mientras acomodaba las armas

—Nada, no sé porque arman tanto lio con esa chichise— contesto el otro— estaba tan dormida que ni se despertó— comento con desilusión— así que jui con la hembra de al lado, esa e de la nuestra, puro fuego—

—Pero esta güenaza ¿o no?—

—Ni ahí, ¿la hai visto bien?, ni nonos(28) tiene—

—Sí, mucha carne no tiene ni ahí le llega a la Petu – acepto el otro pícaramente riendo los dos pues la “Petunia” era pulposa, más bien entradita en carnes, entre ellos, sin que la Petunia los escuchara, porque eso sería peligroso, le llamaban “parrilla chica”(29). Para el gusto de esos hombres Amelia resultaba flacuchenta y diminuta.— Pero, bueno, una mano no se le niega a nadie— concluyo

—Seguro che, pero se va a tene que paga un buen asadaso(30) por ma amigo que seamo eto no e grati—

Y todos rieron haciendo chanzas entre ellos y sobre lo que iban a ganar por tener a la cautiva que les habían traído para cuidar.

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Al caer la tarde habían recorrido un buen camino, por lo que decidieron hacer un alto para pasar la noche, prepararon una fuego grande, donde colocaron unas piezas de carne de caza que habían cobrado en el camino y prepararon la carpa para el gobernador, la tropa, como de costumbre, pasaría la noche al sereno, por lo que los soldados, como pudieron armaron vivacs donde pernotar. Muchos habían adoptado la costumbre de usar poncho, esa prenda andina tan útil para la intemperie y eso les ayudaba grandemente.

Luego de comer se distribuyeron las guardias y los que no tuvieron que hacer los primeros turnos, se retiraron a descansar.

—¿Qué piensas?— Le pregunto Pacino a Alonso, mientras se acomodaba como podía para no pasar tanto frio.

—El gobernador dice que, cuando venían para acá, vieron una tribu comechingona con la que hicieron algunos trueques— comento Alonso, cómodamente arropado con un poncho que había conseguido de uno de los soldados a cambio de alguna chuchería— el supone que, si no la tienen ellos, seguramente sabrán quien la tiene. Están a unas pocas leguas de aquí, mañana los encontraremos—

Un llamado a silencio les hizo terminar la conversación.

En la mañana el gobernador estuvo de pie antes que la tropa, por lo que no tuvieron mucho tiempo que perder.

Los de a caballo montaron prontamente y los de a pie les siguieron.

Luego de un par de horas, caminando por una cañada, encontraron un indio que parecía estar esperándolos.

Un cabo se adelanto a hablar con él, lo hizo durante unos minutos en los cuales mediante señas y palabras quedo claro que tanto los españoles como los indios estaban preparados para no entenderse, pero que era mejor para ambos hacerlo.

El cabo regreso y le comunico al gobernador lo que le indio le había dicho

—Hijo de puta— dejo escapar luego de escucharlo— Estos indios son peores que genoveses(31) –



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 11.01.2025

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