Parte 8 Fundación
—Petunia, te ei dicho que vengai— le dijo algo enojado ante la negativa de ella
—Y yo que no voy— se empaco la mujer
—Pero si, mi mamaza, teni que veni a habla con el gaita o se vamo a tene que agarra a lo boio con ello— le rogo el hombre con un tono zalamero
—Pero yo no vuelvo— se quejo ella— yo me quedo acá con usted mi cacique, dijo ella remolonamente haciendo una caída de ojos que termino de desarmar al hombre
—Seguro mamita, vo te quedai con papa— la calmo él mientras dificultosamente la rodeaba entre sus brazos
Ya en camino Amelia se retraso lo que pudo para hablar con Lucia
—¿Cómo que no vuelves? ¿Acaso te gusta esta vida de sierva?— Pregunto Amelia aun dolorida por el trabajo que había tenido que hacer en la aldea.
—¿Sierva?, como se ve que no sabéis lo que fue mi vida en Santiago con el bruto del Manolo. Eso era servidumbre— dijo enojada, y luego agrego— el indio por lo menos sabe como complacerme— y no dijo más nada. Amelia no salía de su asombro.
Llegados al lugar y a pedido del gobernador, las cautivas conversaron a solas con él. Al cabo de unos minutos Lucia volvió con los indios, ante la mirada escandalizada del cura que no podía comprender que una cristiana pudiera preferir vivir entre salvajes idolatras.
—No protestéis padre, bastantes almas tenéis para salvar entre nosotros— le dijo el gobernador, ya montado y pronto a iniciar el regreso al lugar donde había quedado el grueso de la gente, donde ya tenía decidido fundar la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía.
Durante la cabalgata Alonso, que había generado una buena relación con él le hizo le pregunto
—Disculpad señor, pero ¿podrías comentarme que os ha dicho la cautiva que os ha decidido a dejarla aquí?—
Extrañado por la inusual pregunta Jerónimo quedo indeciso unos instantes, luego recordando que el capitán era recién llegado a las indias y aun había muchas cosas que no sabía, le contesto
—Pues, amigo, ha de saber que aquí pasan cosas de las que en Madrid no tenéis ni idea. Allí parecéis haber olvidado lo que es la vida del soldado, las soledades que sufre el guerrero y la necesidad de solaz en que le tiene— explico y como dedujo por la expresión que Alonso no terminaba de entenderlo agrego.— Esos indios son tan soldados como nosotros y si a ese le ha gustado la mujer y esta gusta de él ¿Quién soy yo para oponerme?— Callo unos segundos, y luego, con una sonrisa picara continuo— aparte, conozco a la Lucia, era vecina de Santiago del Estero, como bien sabéis, y si bien es cierto que con cualquiera estará mejor que con el bruto ese del Manolo, también lo es que hay que aguantarla….no es una dama de fácil llevar, ella sola será capaz de mantener calmado al cacique…y a toda la tribu. Si han de ser vecinos de mi nueva ciudad, ninguna ayuda estará de más— término con una carcajada juvenil al tiempo que azuzaba al caballo en un corto trote.
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Por el otro camino, los indios regresaban a su campamento. La Petunia con ellos.
Bajo unos sauces hicieron un alto para encontrarse con Jacinto, que los esperaba allí
—¿Cómo andai cara e cui?(32) – le preguntaron a modo de saludo
—Aca me ando(33) cintura de poio(34)— contesto el a su vez, mientras con un gesto indicaba hacia unas cajas que habia en el arroyo cercano— ahí eta el ferne y la coca(35), y gracia por la manaza chei—
—Va, ¿pa que están lo amigo si no e pa da una mano cuando hace falta?— agradeció el indio y contemplando el premio suspiro
—Lo fernezone(36) que no vamo a chupa…lástima que no tengamo esto ahora—
—Y, si, vai a tene que espera unos 400 años todavía…vai a a se una gaina muy vieja pa entonce cintura e poio—
Y todos se rieron, agradeciendo al menos la posibilidad de probar un trago histórico…del futuro.
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Luego de una jornada de marcha los españoles llegaron al campamento principal, allí Amelia pudo comer adecuadamente y tomar un buen descanso mientras la gente preparaba todo para la nueva ciudad que habría de nacer.
—Mira, está empezando a haber señal— le dijo Pacino a Alonso— parece que la sola decisión de realizar la fundación ha activado al ministerio, con un poco de suerte podremos hablar con ellos en unas horas—
—No aun no, esperemos un poco por favor— pidió Alonso
——¿Qué no te quieres volver?, la ciudad se va fundar mañana 6 de Julio, como tiene que ser. La misión ya está terminada—
—Si, pero— dudo unos instantes— Amelia está muy cansada y merecería un descanso…—Pacino lo miro expresivamente— bueno, también me gustaría ver la fundación, el Ándalus me cae bien y me gustaría estar en esta buena—
—Bueno, bueno, me pondré en contacto con ellos y los tranquilizare— acepto Pacino pacientemente, sin reconocer que a él también le interesaba la ceremonia del día siguiente.
Más tarde, antes de retirarse a descansar, paso por la carpa de las mujeres, a ver como estaba Amelia.
Pidió permiso y, al entrar la encontró de pie, mirándose en el espejo, cosa rara.