Tiempo de Perdida – 1813 – Perdida por mucho tiempo - parte 4 de 8
Parte 4 de 8: Una decisión apresurada
- Ehhh, ¿Qué haces aquí Salvador?. Te hacía de vacaciones— escucho decir desde la puerta del despacho. Ahí, bajo el dintel, con su inconfundible sonrisa estaba Rafael. ¿Cuánto hacia que no lo veía? Desde la misión al Iguazú, en la época de la unión dinástica, creyó recordar
- Rafael. ¿Qué haces por aquí?—
- Ya me ves, me estoy jubilando y vengo de la audiencia real…—dijo sin terminar la frase
- ¿Paso algo malo?— pregunto con aprensión temiendo la respuesta
- No, nada, supongo que será esta enfermedad que me está haciendo perder la memoria—
- ¿Qué te pasa?—
- La vida amigo, la vida. Los doctores dicen que tengo Alzheimer—
- Bueno animo, hoy la medicina está muy avanzada y algo se podrá hacer—
- Si eso espero, porque hubiera jurado que la última vez que nos vimos me habías dicho que teníamos un rey…un tal Felipe VI o algo así y no esta bella reina….Isabel….Isabel…—
- Isabel IV. Si, si, es muy guapa, es cierto y parece ser tan capaz como la primera y la tercera. Ojala así sea—
- Falta que nos hace, aunque entiendo que en estos tiempos no es tan importante como en los míos. En fin, como sea, yo ya me estoy retirando ¿te conté que viene a la casa real para la despedida antes de la jubilación –
- Si, si me contaste—
- Ah ¿sí?, es que estoy enfermo tengo….tengo… bueno, no importa. ¿y qué hay de ti?—
- Pues, acá me vez, tratando de armar una patrulla, justo en estos días cuando no hay nadie—
- ¿Una misión…?
- Ah, si, misión, misión, no se puede decir que sea, más bien parece un trabajo de cadeteria. ¿puedes creer la desfachatez de ciertos tipos de la casa real?—
- ¿Qué te pasa Carlos? –
- Salvador – aclaro este con paciencia – Es que, con todo el mundo de vacaciones un edecán de la casa real me ha llamado en nombre de la reina para pedirme que mande una patrulla ¡a llevar una caja de avellanas, almendras o algo así a un pariente del siglo XIX! – y se quedo callado unos segundos mientras Rafael lo observaba atentamente, luego continuo.
- Disculpe amigo, es que soy un hombre paciente, pero a veces me cuesta trabajo serlo. Dime ¿Qué tanta importancia puede tener satisfacer un capricho de un príncipe del siglo XIX? El ministerio no está para eso.—
- Bueno Ricardo, no te enojes, a lo mejor hay algo oculto en esa misión. Bien sabes que a veces los jefes no cuentan todos los detalles a los subordinados— Salvador se puso tieso, aunque fueran conocidos, quizás amigos con Rafael, no resultaba agradable que le recordaran que era un simple ministro.
- Si, puede ser – acepto a regañadientes— pero he estudiado al príncipe en cuestión y más allá de haber sido un tipo bastante “zoquete”, como la mayoría de esa época, no tiene nada de extraordinario. ¿Qué puede influir en la historia que un inútil así reciba o no una caja de almendras?—
- Uno nunca sabe—
- Como sea, las ordenes son para cumplir y esta no será una excepción, solo que no encuentro a quien mandar, esta todo el mundo de vacaciones— concluyo y, con un gesto de resignación mientras levantaba el teléfono agrego— al final deberé ir yo. Le avisare a mi nieta que se demoraran las vacaciones—
Los ojos de Rafael se iluminaron con una pisca de picardía antes de preguntar
- ¿y porque no voy yo?—
- ¿Tu Rafael?, pero si ya estas jubilado—
- Técnicamente no, recién lo estaré el primer día de Septiembre, hasta ese momento aun soy agente del ministerio—
- ¿y harías eso por mi?—
- Por su puesto Alberto, ¿para qué están los amigos?— Una sombra de duda cruzo la mente de Salvador, ¿sería seguro enviar a un hombre que se olvidaba de cómo se llamaba?
En esa cavilación estaba cuando sonó el móvil
- Si, si querida…—
- ……—
- Bueno, dile a tu mamá que venga a buscarme, tengo todo aquí en el ministerio—
- …..—
- Si, si, la abuela nos encontrara en el aeropuerto –
- …. –
- Yo también te quiero Mile, nos vemos en un rato, chau chau— y corto
Rafael seguía allí, mirándolo, ¿Qué hacer? ¿Quién lo acompañaría?
- Pero no puedes ir solo –
- Eso no es problema, en el avión conocí un par de chicos muy amables que estarán encantados de acompañarme— aseguro, olvidando que había llegado a Madrid por una puerta, no en vuelo de avión.
- ¿agentes del ministerio? Supongo—
- Si, si, una pasante de Lima y un ingeniero de mantenimiento de Córdoba de la Nueva Andalucía—
- ¿y qué hacen aquí?—
- La enfermera me conto que venía a hacer un curso de no sé qué cosa y el otro, creo que es un ingeniero o algo así, viene a ver un partido de futbol, me dijo—
- Futbol…pobre muchacho, si viene de Córdoba debe ser simpatizante de Instituto…los vamos a pasar por arriba…en fin— comento pensando en el partido que se acercaba, al que no podría asistir por estar fuera de Madrid.
- Bueno— acepto al fin – toma, esta es la caja y estas son las instrucciones y el numero de puerta, estará habilitada para que la usen, pero ¡por favor! ¡no te olvides de cerrarla cuando regreses!.....y, no hagan nada más que entregar el paquete, no tentemos al demonio—
- Salvador, llevo años de esto, no te preocupes—