Minova

Prólogo

 

—“La juventud es una mentira, no es nada más que el mal en persona. Aquellos que se regocijan en la juventud, son envueltos perpetuamente por su manto. Percibes que toda esta realidad sollozante es positiva, y que los errores de tu vida son simplemente recordados como la prueba de tu juventud.”

En pocas palabras, vivirás con una mentalidad mediocre pensando que aun estas en el camino correcto por más que las fallas tengan resultados negativos que estén afectando tu vida, aun cuando probablemente te hayas descarrilado de las vías hacia un futuro prometedor.

Estoy leyendo una novela juvenil que se está haciendo muy popular hoy en día.

Como son los conflictos internos del protagonista debido a su personalidad, y como la inseguridad lo lleva a tomar acciones que puede justificar como “es lo mejor” aunque el mismo salga humillado.

Comienzo a pensar que esto no debería ser leído por un público tan joven…

No obstante, hay mucha razón en una cosa.

Si sigues manteniéndote con esa mentalidad de “todo estará bien”, solo te auto complacerás a ti mismo aun cuando tus acciones podrían acabar contigo tarde o temprano.

Es igual a lo que me trae aquí en este momento.

Tuve un “problema” con el alcohol. Al no estar bien asesorado, ni estar con las personas indicadas en el lugar indicado. Tire mi vida a la basura por un descuido irreparable.

 Bien pude culpar a mis padres de eso, excusándome sobre lo poco que me enseñaron sobre la vida a medida que iba creciendo para ser parte de la sociedad… pero seamos realistas, tener veinticuatro años me hace un adulto, ¿verdad?

Incluso si ese no fuera el caso, tranquilamente pude culpar a la “juventud” de ese entonces, abrazando mi presente con todas mis fuerzas, y pensando que el futuro definitivamente cambiaria a un rumbo donde todo saldría como yo quisiera.

Pero si hacia eso, me convertiría en uno más de ese montón que aceptaba con una sonrisa hipócrita los brazos suaves y el calor reconfortante de la juventud.

Pero si hacia algo como eso, solo terminaría como ese tipo de persona que se escondía detrás de esa excusa llamada “tonterías que hacía, cuando era joven”.

Te daré otro ejemplo.

Si esas personas se envolvieran en actos criminales tales como el robo en tiendas y el disturbio masivo, lo llamaría “Los actos de la juventud”. Si ellos fueran a fallar un examen, dirían que la escuela no es solo un lugar para estudiar. Sus excusas “juveniles” comúnmente distorsionan las creencias y las normas sociales.

Bajo esos actos; las mentiras, los secretos, los crímenes y eventualmente los errores no son nada más que los sabores de la “juventud”.

Y en sus corrompidos caminos, descubren un pensamiento peculiar sobre algún error. Ellos concluyen que sus fracasos son generalmente una parte de la refrescante juventud, mientras que los fracasos de los demás deberían ser llamados solo fallos y nada más.

 

En mi caso, uno de esos errores de “juventud” fue el verme consumido por las palabras de unas “caras sonrientes”.

Pensando en que nada malo iba a pasar si salía a divertirme con unos amigos. Aunque por otra parte, ese tipo de experiencia si podría llamarse un buen recuerdo de la juventud.

Salir con personas cercanas, te ayuda no solo a socializar, sino también a conocer otro tipo de personas que podrías llamarlos camaradas de la juventud, como también, fuentes de información que te ayudarían a evitar los ya llamados “Los actos de la juventud”.

Pero ese no es el caso, termine bebiendo algunas bebidas que podrías considerar alto en alcohol, pero que al mismo tiempo no era nada más ni nada menos que el gran “Néctar de la juventud”.

En cualquier caso, aquella noche, me haría vivir en carne propia uno de esos errores ya mencionados.

Familia, pareja, amigos, todo eso se esfumó de mis manos en tan solo unos días, ese fue el mayor de mis fracasos.

Si los fracasos son una prueba de juventud, entonces: ¿No sería extraño que los que fallaran en hacer amigos seria como una prueba del peso de su juventud? No, ellos jamás lo reconocerían como tal.

Pero en ese entonces, había algo que si podía reconocer, y ese era mi mayor fracaso.

Definitivamente, había ingerido algo que no debía, pero no era algo como “La culpa es del alcohol”. Ya había consumido estas bebidas en reuniones y sobretodo incluso entre familia.

No había duda de que alguien había puesto algo extraño en mi bebida. Algo que me hacía sufrir de abstinencia cada vez que dejaba de beber. Pero no era exactamente la bebida en sí.

Ingerí muchas de esas bebidas anteriormente hasta el punto de hacerme daño a mí mismo. Pero cada vez que iba a ese lugar donde todo había comenzado, la cerveza “especial” que me daban, era más que suficiente para calmar mi abstinencia.




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