Mío

˚⭒˚⭐。˚⋆⭒CAPÍTULO 1⭒˚⋆。˚⭐⭒˚

El pequeño castaño de ojos azules se presentó frente a

su papá con sus mejores ropas y lo admiró en silencio.

Se sentía fresquecito, recién bañado por su nana, y vibraba

por dentro gracias al montón de alegría contenida, como

cada vez que su padre regresaba a esa mansión fría y silenciosa.

Quería acercarse, hablarle y escucharlo... Quería preguntarle

si podían jugar con su nueva figura de acción, pero se contuvo.

No se movió para no interrumpirlo en su concentración...

Aunque tristemente, horas después se dio cuenta de que tanto esfuerzo

ni siquiera era necesario, porque su progenitor igual no lo veía.

Nunca lo vio.

HARRISON

━━━━━━✨☀

—¿Debería darte un recibimiento adecuado o prefieres que hagamos de cuenta que siempre estuviste aquí? Haremos lo que mejor te parezca, considerando que tienes varios días aquí y ni siquiera nos avisaste con antelación—se quejó Ares a través de la línea y yo suspiré dramáticamente.

—¿No tienes algo más qué hacer tan temprano, como lamerle los pies a Willow o besar el suelo que pisa?

—¡Si lo hubiera hecho en el pasado la historia habría sido completamente diferente!—exclamó la voz dulce de Willow desde lejos y yo reí.

—Cállense.

—Es cierto. Dejaste que se casara y tuviera los hijos de alguien más, ahora debes soportar lo que la vida te traiga—me burlé y me pareció escuchar un susurro que sonó muy parecido a “sobre mi cadáver” pero lo ignoré, convencido de que había escuchado mal.

—Te llamé para felicitarte y tú me sales con esto—reclamó Ares enojado y luego escuché cómo movía el teléfono—. Me voy, debo llevar a Apolo y Artemisa a clases—anunció secamente y colgó haciéndome fruncir el ceño.

—¿Por qué de pronto siento que se enojó?—me pregunté confundido y dejé el teléfono sobre mi escritorio justo a tiempo para ver cómo se abría la puerta de mi nueva oficina.

—Traje algunos de los casos que llegaron ayer. La inauguración fue un éxito, al parecer vamos viento en popa y sin siquiera hacer mayor publicidad—anunció Serena contenta y yo le sonreí.

—Por supuesto. Nuestra mayor publicidad siempre será el éxito que obtenemos en cada caso, Ser—respondí confiado y me giré hacia los ventanales, admirando las increíbles vistas.

El Río Hudson no era lo más impresionante para mí, sino la sensación de estar tan alto (prácticamente en la cima) gracias a esa empresa que había construido con mis propias manos y desde los cimientos.

Me sentía orgulloso porque por primera vez no había nadie susurrándome al oído que mi éxito le pertenecía.

—¡Pero mira con lo que me encuentro!—exclamó una voz conocida y yo regresé mi atención a la puerta de la oficina para encontrarme con un hombre atravesando el umbral.

La sonrisa se deslizó en mis labios cuando reconocí ese rostro que tenía más de ocho años sin ver.

—¿Breslin?—jadeé impactado.

—¡El mismo que viste y calza!—exclamó contento y nos dimos un abrazo corto a forma de saludo.

—¿Cuántos años han pasado?—pregunté sin salir de mi asombro.

—Los suficientes como para tener calva y un par de afecciones—bromeó y yo asentí.

—El tiempo no pasa en vano, eso es cierto—reí y él asintió y levantó una carpeta entre nosotros.

—Sé que tenemos tiempo sin vernos y que realmente nos debemos una conversación larga y tendida, pero ahora mismo vengo corto de tiempo... La verdad es que escuché que te habías mudado a New York y no dudé en pasar por aquí para presentarte un caso.

—¿Sabías de mi empresa?

—Has protegido bien a muchos ricos y sus familias... Por supuesto que la fama de tu empresa se ha regado como la pólvora—respondió él con rapidez y yo me asombré de lo mucho que había logrado alcanzar.

—¿Y de quién es el caso que dices? ¿Algún familiar?—pregunté recibiéndole la carpeta con curiosidad—. Sea quien sea, me encargaré del caso yo mismo, para que estés tranquilo...—ofrecí y casi me ahogo con mi propia saliva cuando vi la fotografía en el interior de la carpeta.

Ella.

Lo primero que me impactó fueron sus ojos dorados.

La miel derretida en ellos era algo que jamás, ni en un millón de años, lograría sacarme de la cabeza.

Y su cabello... Jolín, cómo extrañaba sujetarlo y sentirlo entre mis dedos.

Años.

Habían pasado ocho largos y solitarios años desde que la había visto la última vez.

Una eternidad, si me lo preguntaban a mi que llevaba todo ese tiempo buscándola sin fruto alguno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.