La había besado.
No sabía de dónde había salido el impulso,
ni cómo se le había ocurrido hacerlo...
Pero ahí estaban; él que ni siquiera sabía
qué decirle y ella que se veía tan perfecta con
su vestido de flores y su chaqueta de jean.
Se había maquillado, se había hecho un cambio en el cabello
y además le sonreía como si él le pusiera la luna al cielo.
¿Por qué sentía que esa cita era más para él que para ella?
¿Por qué sentía que era él quien se había ganado la cita en
la rifa escolar?
Él no entendía qué demonios estaba sucediendo, pero lo que
sí sabía era que no había otro lugar en el que quisiera estar,
no cuando ella lo miraba de esa manera.
NARRADOR
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El aire fresco en el interior de Burger Queen olía tan delicioso que Rowan no pudo evitar aspirar con fuerza.
Lo hizo sin pena, cerrando los ojos y disfrutando de su primera experiencia con la comida chatarra.
Volvió a abrir los ojos y admiró el espacio con curiosidad, sonriendo de vez en cuando a pesar de que intentaba esconder su emoción.
—¿Prefieres pollo o carne en tu hamburguesa?—preguntó Harrison en cuanto llegó el mesero y Rowan lo miró un poco sonrojado, sin saber qué responder a eso.
Se encogió de hombros y desvió la mirada con timidez.
—¿Quieres probar de ambas? Puedo pedirlas y compartimos, si no te molesta—susurró Harrison notando su nerviosismo y Rowan asintió, sin decir una palabra.
El pequeño acomodó los lentes sobre el puente de su nariz y admiró al hombre de ojos azules mientras le indicaba el pedido al mesero.
Harrison Bouchier no era tan malo como le pareció al principio.
Su mamá le había dicho que tenía permiso de usar su artillería pesada contra él, pero la verdad era que no se le ocurrían travesuras para hacerle desde que lo defendió de los chicos o lo protegió de ese hombre que intentó llevárselo.
Había sentido un miedo profundo cuando todo eso sucedió y la verdad era que sentía que le debía algo grande a Harrison porque había sido muy bueno con él.
Al principio le avergonzó la idea de que él supiera lo que le hacían esos chicos que eran mayores que él... Pero luego le enojó que Harrison actuara tan preocupado por él.
¿Por qué le importaba tanto lo que le pasaba?
¿Por qué un desconocido se preocupaba más que su papá que ni siquiera lo llamaba por teléfono?
Le había enojado que Harrison se metiera en sus asuntos pero cuando lo protegió del desconocido encapuchado se dio cuenta deque estuvo muy mal tratarlo así.
—Mi favorita es la de carne—murmuró Harrison de pronto, demostrando que lo había estado mirando todo ese rato que Rowan se quedó sumido en sus pensamientos.
El pequeño asintió sin decir nada, y el hombre notó que de pronto se había vuelto demasiado tímido.
Lo observó con seriedad y luego se inclinó un poco más cerca.
—¿Y papas? ¿Te gustan las papas fritas?—cuestionó mientras el mesero sostenía el bolígrafo a unos centímetros del papel, ambos esperando impacientes por la decisión del rubiecito.
—S-si, creo—respondió dubitativo y Harrison miró al mesero.
—Entonces tráenos una ración extra grande—soltó y Rowan abrió mucho los ojos. Harrison se encogió de hombros—. A mi me encantan, son mis favoritas—informó al niño y le guiñó un ojo, intentando mantener su atención, pero Rowan volvió a distraerse en cuanto se fue el mesero.
¿En qué estará pensando?, se preguntó sin tener idea de que el pequeño Rowan no podía creer que estaba a punto de conocer la comida chatarra con él.
Lo cierto era que el pequeño siempre había querido hacer algo así con su papá.
Había guardado por mucho tiempo la idea de escapar a solas con su papá para atiborrarse de comida chatarra, pero de pronto no le parecía tan mala idea hacerlo con Harrison; él lo había defendido de los otros niños y también lo había protegido del desconocido cuando intentó llevárselo, se merecía una tregua... Y se merecía mucho más que su papá, que no se interesaba en él.
—Me gustan las cosas saladas—soltó Rowan de pronto, dejando en evidencia su torpeza para socializar.
—A mí también... Aunque me gustan algunos dulces... Hablando de eso, ¿te gustaría pedir un helado para después de las hamburguesas?—ofreció Harrison y Rowan desvió la mirada encogiéndose de hombros con vergüenza.
—Está bien—respondió y Harrison se recostó en el respaldo de su silla.