Mi respuesta fue rápida, clara y llena de seguridad.
Él ni siquiera parpadeó, se quedó totalmente pasmado mientras observaba mi rostro como si de pronto le costase procesar mis palabras.
Un músculo en su pequeña barbilla saltó cuando apretó los dientes en un gesto que se me hizo muy familiar y luego dio un paso atrás, haciendo que Atom lo imitara.
Verlos alejarse de mi de esa maneja le causó algo a mi pecho, e intenté extender una mano hacia él pero todas las toneladas de arena que me había lanzado encima me lo impidieron.
—¿Por qué me miras así?—pregunté, de pronto sintiendo miedo.
No sabía por qué, pero de pronto todo sobre Rowan y Abby me aterraba.
Tenía miedo de lastimarlos, de meter la pata de nuevo con Abigail y que a su vez eso me hiciera perderlo a él.
Sus ojos azules refulgieron con el brillo de algo que yo conocía muy bien, algo que a mi me habían hecho sentir una y otra vez a su edad.
Decepción.
—Eres un mentiroso, Harrison... No quieres ser mi amigo verdadero, solo dijiste eso porque quieres a mi mamá—respondió dolido y se levantó como si necesitara poner distancia entre nosotros cuanto antes.
Comencé a negar.
—No, Rowan. No es así. Somos amigos porque yo también te quiero a ti. Me gusta tu mamá, pero eso no quiere decir que te mentí; de verdad soy tu amigo—aseguré, pero él ni siquiera me dio el beneficio de la duda.
Me miró dolido una vez más antes de girarse y correr lejos de mí.
Sentí el impulso de seguirlos, pero tarde me di cuenta de que seguía atrapado bajo la arena.
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NARRADOR
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El viento sopló el cabello de Abby desordenándolo contra su rostro y ella lo apartó con nerviosismo, volviendo a lanzar una mirada nerviosa hacia atrás.
Se suponía que iban a bañarse para distraer sus mentes, que nadarían en la piscina y tomarían el sol juntos.
Cuando aceptó la petición de Travis tenía todas las intenciones de distraerse y disfrutar el momento, pero no podía.
Por más que lo había intentado no podía.
No dejaba de pensar en su hijo y Harrison juntos.
—Creo que deberíamos regresar—soltó de pronto, sin poder controlar su preocupación.
No desconfiaba de que Harrison protegiera a Rowan con su vida; al contrario, le preocupaba que lo protegiera tanto que terminaran solidificando un lazo imposible de cortar.
Estaba loca por regresar y Travis lo sabía, lo veía en las miradas frenéticas que lanzaba hacia atrás.
—¿Qué pasa, amor?—le preguntó suavemente y la guió a las sillas que estaban alrededor de la piscina—. Ya organizamos todo, las oficinas están debidamente atendidas y tenemos una semana entera en este lugar paradisíaco, así que... ¿Podrías decirme qué es lo que te tiene tan preocupada?—preguntó finalmente y Abby despegó la mirada de la playa para posarla sobre él.
—No pasa nada.
—No me mientas, amor—susurró mirándola a los ojos y ella suspiró ruidosamente.
—No es nada, Trav—respondió de nuevo, demostrándole que no estaba lista para compartir todo con él.
—Te traje hasta aquí porque quería hablar contigo de frente y sin más distracciones. Creo que es momento de ser directo contigo, porque claramente no captas señales de ningún tipo, amor—murmuró con una sonrisa nerviosa y Abby frunció el ceño.
—¿Qué?—respondió ella torpemente y Travis rió.
—Te quiero, Abigail Grayson. Te quiero muchísimo y te he querido desde el principio. Siempre respeté tu espacio porque sabía que estabas enfocada en Rowan, pero ahora que ha crecido y que puedes ver que nos queremos, me gustaría que consideres lo que siento por ti, porque estoy más que dispuesto a unirme a tu pequeña familia, amor. Con boda y todo lo demás.
—¿Incluso con todas las responsabilidades que tengo?—jadeó ella sin poder creer lo que escuchaba.
Sabía que le gustaba a Travis, pero jamás pensó que las cosas con él superaran el estado platónico tan rápido.
—Especialmente con todas las responsabilidades que tienes, amor. No soy un niño, puedo manejar las responsabilidades de ambos para que estés cómoda y puedas descansar con Rowan, para que puedas darle más atención. Toda la que sé que siempre has querido darle—aseguró y ella sintió que sus palabras tocaban una fibra sensible dentro de su pecho.
—Sabes decir justo lo que una mujer quiere escuchar—susurró ella acalorada de la vergüenza.
—No. Digo lo que siento, que no es lo mismo—repuso él y Abby se inclinó más cerca.
—¿Estás hablando en serio, Travis? ¿Te ves casado conmigo, formando una familia los tres?—preguntó mirándolo a los ojos.
Él se acercó un poco más, casi rozando su nariz con la de ella.
—No hay nadie más con quien me vea haciéndolo, amor—respondió él en el mismo tono.