Mira Luna y la Academia Farewell

CAPITULO 2

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Aunque sus padres nunca habían podido presumir de tener buena imaginación para los castigos en esta ocasión Mira temía que estuviesen bien inspirados. Le habían anunciado que pensarían en ello y la avisarían al llegar a un acuerdo. Estaban realmente enfadados. Su padre la seguía mirando con esa cara de reproche que se le solía poner. Nunca le había durado tantos días seguidos. Su madre se desahogó de lo lindo cuando la pillaron con las manos en la masa. Decía estar decepcionada y dolida con la desconsideración de su hija. Que no ganaban para disgustos y sufrimientos por culpa de Mira. Qué nunca maduraría si no hacían algo por remediar la situación. Que nunca creyó tener que llegar a este ese punto. Pero ¿cuál era ese punto? Sus últimos castigos habían consistido en no dejarla ir a la biblioteca y en no salir de su habitación. Lo de la biblioteca dolió, pero, gracias al cielo, existía internet y eso había mitigado la pena. Lo de no salir de su habitación lo había hasta agradecido porque era lo que más le gustaba hacer. Odiaba los momentos que tenía que compartir con el resto de la familia. Las comidas y las cenas en las que no se hacía más que parlotear sobre un futuro que, a ciencia cierta, Mir nunca viviría. A su madre le gustaba presumir con que sería médico, como ella, quizás la más joven en realizar una operación a corazón abierto. Su padre la veía más cómo abogada, o juez si trabajaba duro, lógicamente cómo él. Pero a ella no le interesaba nada de aquello, ella estudiaría astrología, como Cynthia Minse, lo tenía claro, y quizás, si le sobraba tiempo, también investigaría el campo de la ciencia porque ¿qué hay más mágico que la ciencia en este mundo?

Sin embargo, en esta ocasión, llevaban días en silencio, apenas se dirigían a ella excepto por esas miradas tan desagradables y la mantenían en vilo a la espera de una decisión en firme que no llegaba.  El viernes, antes de salir a la escuela, su madre le había comunicado que hablarían durante la comida. Eso la había mantenido alerta durante toda la mañana, un poco frustrada, y su concentración se vio mermada en varias ocasiones. No fue capaz de resolver las ecuaciones durante la clase de matemáticas, cosa rara en ella, y tampoco supo responder a la señorita Tirson cuándo le preguntó por la guerra de independencia. Un fiasco total. Lo de la clase de ciencias fue más preocupante aún. Estuvo a punto de volarla, literalmente por los aires, al confundir los elementos que debía mezclar, pero, entonces, algo extraño había sucedido.

Cuando su probeta estuvo a punto de desbordarse y la mezcla amenaza con explosionar juraría haber detenido la emulsión con la mente. Simplemente pensó en qué quería que aquello parase, que no fuese a más, entonces había sucedido.

  • Pero… ¿qué demonios? - se preguntó extrañada.

¿Realmente había sucedido lo que ella pensaba o era producto de su imaginación? Los nervios le jugaban una mala pasada, debía ser eso, hoy no podía fiarse de sus instintos, pero su naturaleza curiosa necesitaba una explicación de lo que acaban de ver sus ojos asique espero al final de la clase para acercarse al profesor y preguntarle por los hechos.

  • Profesor ¿qué ocurriría si echo demasiado sodio en el agua?
  • Mira…- contestó con el ceño fruncido – Te he dicho mil veces que dejes de experimentar en clase, aunque suene algo contradictorio, cíñete al programa ¿quieres? No más replicas de agujeros negros, ni más nano robot, ni ostras de esas.
  • Si profesor, pero qué ocurriría. - insistí haciendo caso omiso a sus ganas por zanjar la conversación.
  • Qué nos harías volar por los aires niña. Eso ocurriría.  No me fio lo más mínimo de ti. Estaré vigilándote.

Su respuesta la había dejado satisfecha, pero la había hecho dudar más aun sobre lo ocurrido en el laboratorio. Tendría que hacer alguna prueba practica para comprobar más de cerca los efectos de su mezcla asique lo apuntó en su agenda para no olvidarse y puso rumbo a casa para enfrentarse a su destino.

Sus padres esperaban con la mesa puesta. Pollo al horno con patatas, su plato preferido, aquello era grabe. Dejó la cartera en el suelo y se lavó las manos sin mediar palabra. Cuando se sentó ambos le sonreían como maniacos. Se notaba a la legua lo forzado de sus expresiones. Mira estaba desconcertada.

  • ¿Quién ha muerto? - preguntó temiendo que fuera ella quién iba a morir.
  • Cariño esto es serio- fue la única respuesta de su madre que atusaba la servilleta con más cariño del que nunca le había profesado a ella- tu padre y yo hemos decidido que será lo mejor para ti.
  • ¿Matarme? - preguntó haciendo ver que era una posibilidad que nadie había negado todavía y le preocupaba.
  • Mira, ¿quieres comportarte por Dios?
  • Peter no blasfemes – protestó su madre sin dejar de acariciar la servilleta.
  • ¿Por qué parece que estéis poseídos? - preguntó nerviosa.
  • Ese es precisamente el problema hija. Tú y tu obsesión con el mundo de la brujería. – contestó su madre casi escupiendo la ultima palabra.
  • Magia- le corrigió su hija.
  • Lo que sea.
  • Vale, ¿por qué parece qué estéis drogados? - preguntó evitando la palabra posesión. 




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