Mira había adquirido el nuevo hábito de madrugar un poco más de lo debido para acudir a la biblioteca cuando aún estaba vacía. Normalmente tenían toda la información necesaria en las tabletas y portátiles que la Academia les había facilitado, pero si lo que quería era encontrar respuestas sobre FireWell, entonces, la biblioteca era el lugar correcto. Había que bajar a la planta baja para acceder a ella, ocupaba todo el sótano del colegio por lo que impresionaba nada más atravesar sus puertas acristalaba. Podía notarse el cambio de aire nada más entrar. Un aire un tanto viciado por la poca ventilación natural con la que contaba la biblioteca, pero era una táctica común para cuidar la durabilidad de los ejemplares más antiguos. Mafalda se había encargado de explicarle que la biblioteca de la Academia contaba con alguno de los tomos más antiguos de la historia. Libros que habían sido publicados incluso seiscientos años antes que la Biblia algo que, para Mira, era casi increíble, pero si Mafalda lo decía probablemente fuera verdad. El sistema de archivo de la biblioteca era sencillo. Los tomos más modernos ocupaban las estanterías cercanas a la entrada mientras que los más antiguos ocupaban el fondo. Allí fue hacia donde Mira se dirigió porque había deducido que allí encontraría historia sobre FireWell. Los libros que ocupaban aquella zona eran realmente fascinantes. Tan antiguos, o más, como hubiera podido imaginar con una encuadernación llamativa que la fascinaba. Para Mira sus libros eran sus posesiones más preciadas. Desde el primero hasta el último y aquella biblioteca se iba a convertir en su nuevo paraíso sagrado a partir de aquel día. Mira se fijó en una balda en la que todos los tomos que veía hablaban sobre la Academia y fue ojeando los uno a uno. Quizás tardara en encontrar información interesante, ni si quiera tenía claro lo que andaba buscando, pero contaba con mucho tiempo libre para ello.
Mira se giró sobresaltada mientras dejaba caer el libro que sostenía. Mafalda la contemplaba con su sonrisa en los labios sin ser consciente del susto que había ocasionado a su compañera. Iba perfectamente uniformada y maquillada como si hiciese horas que se había levantado a pesar de ser tan temprano. Mira ni si quiera se había peinado.
La chica se dirigió hacia una estantería cercana y tomo un libro de tapas burdeos y letras doradas. Se sentó en una de las mesas de estudio, indicándole a Mira que la siguiera, y abrió el libro por uno de los primeros capítulos. Las fotos de una Academia más anticuada ocupaban todas las páginas. El exterior era exactamente idéntico al que mira había conocido pero el interior había ido cambiando sustancialmente durante todos estos años.
Mira pasó algunos capítulos ojeándolos por encima hasta llegar a uno que captó su atención. Las casas de la academia, su formación, sus virtudes y su adjudicación.
Efectivamente las últimas páginas del libro aprecian en blanco como si un problema en su impresión hubiera hecho que ni una sola de las palabras se copiaran. Eran al menos cuatro los capítulos que aparecían vacíos, aunque no faltaba ni una sola de sus páginas.
Mira se quedó pensando sobre lo que su compañera decía. Lo irritó es que tenía mucha razón en sus palabras. Hoy día, con las innumerables tiradas que de libros que se publicaban, era fácil encontrar algún tipo de errata en su edición, pero antiguamente no era algo tan común. Si se publicaba un único ejemplar de un libro se repasaba con sumo cuidado antes de encuadernar. En cualquier caso, todo aquello no hacia otra cosa que confundirla aún más. Dejó el libro donde estaba y paseo por el resto de las estanterías seguida por Mafalda hasta que se topó con una puerta de rejas que cortaba el paso hacia el ultimo pasillo.