Antía había pasado toda la mañana en su habitación. Lo de quedarse en la Academia todas las vacaciones había sido un atentico fiasco, pero no le dieron más opción. Tuvo que obedecer sin rechistar y resignarse ante lo que se le venía encima. Pero que no se quejara y acatara lo que se le mandaba no quería decir que no se sintiera encerrada y eso era algo que odiaba entre tantas otras cosas. Se levantó de la cama para apreciar los rayos de sol a través de su ventana. El sol sí que le gustaba, el sol era algo que la reconfortaba y la relajaba a partes iguales. Se sentó en el alfeizar de su ventana y dejo caer la cabeza contra el cristal. Podía sentir el calor a través de este golpeando en su pelo. Entonces fue cuando las vio. Mira Luna con esa estúpida Spinster cruzaban los exteriores de la escuela hacia la zona prohibida.
Pero entonces lo vio, las chicas se dirigían hacia el hogar de los Spinster. Antía conocía aquella casa, aunque hacía muños años que iba por allí, y también conocía la forma de pensar de Bryana que no solía llevar a casa a cualquiera ya que era como un santuario para la familia o como un centro de operaciones según se mirase. Mira Luna era especial, de eso no cabía ninguna duda, pero por el por qué era algo que se le escapaba a Antía. Ella la veía de lo más corriente incluso había necesitado un tutor particular. La chica estaba segura de que si se hubiera tratado de ella misma la hubieran echado sin más. el problema era que Antía no estaba segura del todo de si lo que sentía era solo incertidumbre o si ese pellizco se le cogía por dentro era algo más. ¿Celos tal vez? ¿Celos por lo que un día fue y ya no será más?
Mira fue abriendo los ojos lentamente sin ser consciente de que Bryana la miraba desde arriba preocupada. No recordaba nada de lo que había pasado, ni si quiera era consciente de dónde estaba. No fue hasta que distinguió la cara de su compañera cuando se dio cuenta de que algo pasaba. Miró nerviosa a su alrededor y se percató de que estaba en una habitación que no era la suya.
Bryana asintió y Mira se tocó las mejillas. Las notaba ardiendo, seguramente por el shock que había sufrido, y lo agradeció porque así disimularía el estupor que le causaba saber que el hermano de Bryana la había subido en brazos hasta allí como a una princesa de cuento. Aunque ni si quiera sabía cuál de los hermanos habría sido, pero esperaba con todas sus fuerzas que hubiera sido Bemus Spinster, su Maestre.
Ahora lo recordaba, había sufrido una especie de alucinación muy extraña en la cocina. No sabría explicarlo bien, pero creyó ver cosas imposibles y, de repente, sintió calor y se desplomó. Era demasiado complicado para explicarlo con palabras así que simplemente se encogió de hombros.
Bryana salió de su habitación dejando a la enferma confundida y apabullada sentada en la cama contemplando todo lo que tenía a su alrededor. La habitación de Bryana estaba muy por encima de las expectativas que Mira hubiera tenido. “La habitación de una princesa para una princesa”, pensó la muchacha. La habitación llamaba la atención por sus detalles románticos a partir de la elección de la cama que, aunque demasiado pomposa, encajaba a la perfección en la estancia. Era demasiado refinada con un dosel de seda decorado con cintas y lazos rosas. Todos los muebles y accesorios de la habitación lograban crear un ambiente único capaz de transportarte a un cuento de hadas. Mira se fijó en una bola que había sobre el escritorio de Bryana, la bola estaba coronada por una rana dorada que llevaba puesta una corona. Por alguna razón la figura despertaba una enorme curiosidad en Mira quien, instintivamente, se levantó para tocarla. Justo cuando estaba a punto de rozar a la rana con las puntas de sus dedos la voz de alguien la interrumpió de golpe provocando que la muchacha casi perdiera el equilibrio.
Bemus la sostenía sobre sus brazos y esto provocó que Mira se encendiese como una bombilla. Noto el calor agolpándose en sus orejas y como su corazón latía de una manera desmesurada. Sintió vergüenza ante la idea de que el chico se percatara de la reacción que había provocado en ella por lo que se apartó rápidamente intentando que la distancia calmara la rojez de su cara.
Bemus Spinster ganaba muchísimo más en las distancias cortas. Para Mira, y para muchas otras compañeras, Bemus era como una figura a la que se idolatraba, pero con la que jamás te llegabas a relacionar. Las chicas suspiraban por los pasillos cada vez que el nombre del Maestre de Fleming salía a reducir y Mira se había ido contagiando de ello sin ser consciente ni si quiera del momento en el que había sucedido. Y ahora aquí estaba en los brazos de Bemus Spinster. Oliendo el perfume embriagador que llevaba y admirando de cerca la tremenda aura que desprendía. Bemus la observaba casi con la misma curiosidad con la que lo hacía ella. Mira solo podía fijarse en sus perfectos labios esculpidos casi a mano por un artista. En el brillo de su piel. En sus ojos azules como el mar infinito. ¿Estaría loca por sus huesos? Esperaba que no porque sería una tremenda estupidez colgarse por alguien así. Totalmente inaccesible.
Suerte que Bryana apareció con su madre justo en el momento preciso en el que la situación comenzaba a tornarse un tanto incomoda. Mira tuvo que mirar dos veces, incluso una tercera, para cerciorarse de que su mente no volvía a jugarle una mala pasada.