Aunque los planes se iban desarrollando según lo establecido aquella mañana, un lunes para colmo, nadie lo hubiera creído. Desde primera hora Birdwhistle no había recibido más que malas noticias. La última, la peor de todas, requería un tratamiento tan urgente que el propio director de FireWell, su cuñado, la había hecho reunir a todo el profesorado y los Maestres. Cuando Bartos decía a todos, realmente solo se refería a los miembros más selectos. Los que impartían clase a los elementales solían quedarse fuera de sus reuniones especiales. Excepto ella, Spyderwick, Berrycloth y Profesora Pussett.
Todos habían sido avisados excepto Elijah quien, muy a su pesar, debía acudir al igual que los demás. No había contestado a su busca. En realidad, nunca solía hacerlo y eso era una de las muchas cosas que no le gustaban de él. Fue por ello por lo que Birwisthle se dirigió personalmente hasta la torre en la que el muchacho tenía su despacho y su habitación. Un gesto de su padre para proporcionarle la intimidad que el chico demandaba, aunque, a sus ojos, era más bien un acto desesperado de apartarlo.
Nadie había entendido, jamás, la decisión de Bartos de incluirlo en el profesorado de FireWell. El amor de un padre es inescrutable había dicho su hermana en repetidas ocasiones. Pero lo cierto, era que Elijah era un peligro para la sociedad de la Academia. Alguien a quién se le deberían haber arrebatado los poderes a portándolo de la sociedad mágica para siempre. Y, sin embargo, gozaba de los mismos privilegios que ella misma a pesar de no haber recibido ni la mitad de formación ni haber obtenido un solo merito en su vida. Cosas de familia, se repetía ella cada vez que la colera la frustración la corrompía por dentro.
No le dio tiempo a llamar a la puerta cuando esta se abrió lentamente. Su sobrino seguía poseyendo, eso sí, unos fantásticos reflejos.
Elijah vestía una camisa blanca, aun sin abotonar, y los pantalones negros que formaban parte de la indumentaria de los profesores. El pelo, aun sin peinar le cubría la frente, dándole un aspecto adolescente que no había perdido. Esa era la imagen que, muy sabiamente, Elijah ofrecía a los demás. A aquellos de los que buscaba comprensión, perdón o una segunda oportunidad. Pero a ella, que había conocido a muchos como él, no la engañaba con su cara angelical de mártir. Ella podía ver más allá de sus ojos. Podía hondar en ellos y predecir todo el mal que era capaz de provocar. El mal que llevaba dentro.
Birdwishtle podía notar cada una de las pullas de su sobrino. No le pasaban desapercibidas sus palabras hirientes ni su tono jocoso, pero decidió ignorarlas porque, como Elijah había precedido, el asunto que la llevaba hasta allí era mucho más importante que una guerra personal con el hijo de su cuñado.
Birdwisthle se había dado la vuelta para marcharse cuando sintió la necesidad de echar un ultimo vistazo al muchacho. Seguía sin fiarse de él y no importaba el tiempo que pudiera pasar, nunca lo haría. Él se quedó de pie, junto a la puerta, con aire de superioridad y la tranquilidad de alguien a quien no le importa lo más mínimo los problemas que envuelven a la Academia. Que no iba a ser puntual era algo que Birdwihtle ya tenía asumido.
Un murmullo general envolvió toda la sala de manera que Bartos dejó pasar varios minutos de cortesía para que los presentes pudieran asimilar la noticia tras lo cual llamó al orden para poder proseguir con lo que tenía que decir.
Un hombre de avanzada edad, con pelo y barba blanca levantó una mano. El director le dio la palabra.