Mira llevaba tres días escondiéndose de todo el mundo en un rincón solitario de los terrenos de Firewall. No porque, de repente, echara de menos su antigua vida de escasa relación social sino porque comenzaba a lidiar con un sentimiento nuevo para ella. Se sentía inútil, y algo torpe, cuando toda la vida había podido presumir de sobresalir con respecto a sus compañeros. Y, sin embargo, en la Academia era mediocre. Ni si quiera se sentía digna de poder ser categorizada como tal. Se sentía invisible. Pero, nada más lejos de la realidad, Mira Luna era, sin saberlo, el centro de todas las miradas.
Bemus llevaba todo el día observándola. Había podido deducir que algo no marchaba bien en el interior de Mira. Había notado el cambio en la alumna que había pasado de sonreír a todas horas a aislarse del resto de sus compañeros. La maldición de Firewell, así llamaba él a esa aura de rechazo que muchos acaban sintiendo dentro de la escuela. Algo que había discutido con su padre en numerosas ocasiones. Firewell era demasiado exigente y acababa dando la espalda a aquellos que no conseguían destacar sobre los demás. Un internado demasiado elitista para su gusto. Pero su padre, como en muchos otros temas, no había entrado en razón.
La voz de su hermana le sorprendió tras él. No se había percatado de su presencia. A penas había sido consciente de nada de lo que ocurría a su alrededor los últimos diez minutos que eran los que había pasado meditando consigo mismo mientras contemplaba a Mira Luna haciendo sus deberes bajo un viejo roble. Bemus no era fácilmente impresionable, pero lo cierto era que Mira había conseguido captar su atención desde el principio. Bien podría haber sido por toda la historia que le perseguía, por la figura que acabaría siendo, o bien por ser una chica corriente distinta a todas con las que solía tratar. Brujas y hechiceras demasiado pomposas para ver más allá de sus escobas como ellos solían decir.
A Bryana le sorprendió la noticia, pero no tanto como descubrir que su hermano seguía los pasos de Mira Luna. Bemus, que nunca había demostrado interés por nadie se preocupaba por una novata.
Bemus se giró hacía su hermana, visiblemente molesto.
Bryana izo el gesto de levantar la mano derecha, pero Bemus fue más rápido que ella. Tras el gesto, Bryana se sintió petrificada de cuello para abajo. Por más que intentaba menear sus brazos era inútil.
Mira Luna los contemplaba perpleja. Una discusión pública, entre ambos hermanos, era algo que jamás hubiera contemplado. Dos, de los Spinter más populares del campus, enfrascados en una acalorada riña a la vista de cualquiera. Digno del periódico escolar, si es que lo había. Pero aún le sorprendía más el tema de la riña. Ella, según había podido oír. Había sido eso lo que había captado su atención. Escuchar su nombre, en repetidas ocasiones, de los labios de su queridísimo Bemus Spinter.
A Bryana le pilló por sorpresa la valentonería de Mira Luna. Por lo que se quedó mirándola con desaprobación, pero también con una reciente admiración que iba en aumento. Quizás, Mira Luna fuera mucho más de lo que ella había creído ver, de lo que todos habían creído ver, en su mirada se reflejaba a sí misma por su determinación y valentía. Porque hace falta mucho de esas dos cosas para enfrentarte a aquellos a los que admiras y respetas. Para desviarte de la senda que te correspondía.