CAPITULO 26
- Quinientas palabas Bryana, ¿te lo puedes creer?- protestó Mira malhumorada mientras recorría uno de los pasillos de la biblioteca en busca de los ejemplares que necesitaba para su trabajo- No ha tenido ninguna compasión hacia mi persona. Por lo visto es el único que no se ha enterado de que me están obligando a dar clases avanzadas.
Mira levantó tanto la voz, sin ser consciente, que algunos estudiantes cercanos le dedicaron unas cuantas miradas curiosas. Bryana intentó que se majara la voz a la vez que se tranquilizaba mientras la dirigía hasta una mesa que se encontraba vacía.
- El professor Dogger es un imbécil. Ya te irás dando cuenta con el tiempo. Es un ególatra que piensa que no cualquiera es digno de asistir a sus clases. A las personas así no se las puede hacer entrar en razón. Simplemente se las ignora. En cuanto centre su atención en otro asunto se olvidará de ti. Piénsalo de este modo, esta semana eres el centro de atención, la semana que viene pasarás de moda.
- ¿Tú crees?- preguntó Mira implorando con la mirada.
Bryana no estaba para nada segura de que Mira pasa nunca desapercibida. Era la hija del demonio más peligroso de todos los tiempos. Era la posible causante de que el mundo mágico, tal y como lo conocían, llegara a su fin. Mira era, sin duda, un mar de dudas y especulaciones del que era muy difícil, por no decir imposible, salir. Así que no, Bryana no creía para nada lo que estaba diciendo pero era la única manera de tranquilizar a Mira Luna y conseguir que se callara antes de llamar aún más la atención.
Que Luna se había convertido en alguien tan <<especial>> era algo que la familia Spinter conocía de sobra. Se había hecho participes, sin lugar a dudas, al consejo y a parte del profesorado de FireWell pero el resto de estudiantes no sabían absolutamente nada. Y debía seguir siendo así. En primer lugar, por el bien común. Hacer cundir el pánico entre los estudiantes habría sido catastrófico para el buen funcionamiento de la Academia y absurdo al mismo tiempo dado que difundir esa información no haría valido de nada. Edward, el pare de Bryana y director de la Academia, había sido muy explícito al hablar de la necesidad de que la historia de Mira Luna quedara reducida a un pequeño círculo exclusivo. Y había insistido en que el éxito del plan que habían elaborado dependía casi en su totalidad de cumplir con el anonimato de Mira Luna. Al fin y al cabo, nunca se sabe de qué parte podría ponerse un mago de lo que alguien sería capaz por banales promesas.
- ¿Qué tal si comenzamos con tu trabajo y nos calmamos un poco?- propuso Bryana deshaciéndose de sus pensamientos.
- Vale, supongo que será lo mejor. Pero quinientas palabras son demasiadas, no puedo tenerte aquí toda la noche.
- No te preocupes, me he comprometido a ayudarte y así lo haré. Aunque debo admitir que no sé demasiado sobre historia de la magia arcana remitiéndome a lo más común.
- ¿Por qué crees que Digger se molestó tanto conmigo al preguntarle por necromancia?- preguntó Mira recordando el incidente por el que había sido castigada.
Bryana miró a cada uno de sus lados antes de acercare un poco más a Mira para lograr algo de privacidad.
- La necromancia está totalmente prohibida para los magos. es un arte que solo aquel que practica magia oscura se atreve a llevar a cabo. Sobra decir que la magia oscura está totalmente fuera de la ley y es gravemente perseguida. Pero hay magos, como tu…- Bryana reprimio la palabra padre justo a tiempo- Como Abaddon que consiguen que nadie les encuentre jamás.
- ¿Puedes hablarme de él? ¿De Abaddon?
Bryana se revolvió nerviosa en su silla. Aquel era un tema que hubiera preferido no tratar jamás pero que, por otro lado, intuía que llegaría.
- No sé demasiado sobre él Mira, y esa es la verdad, pero no me importa contarte lo que sé. Abbadon fue estudiante de FireWell o de lo que esta Academia era antes de reinventarse. En una época en la que mundanos y magos convivían en paz y en harmonía sin tener que ocultarse unos de otros. Era compañero de mis padres y también de tu madre y de Birdwhistle. En realidad, él; Dogger, mi padre y Magnus eran inseparables. Muy buenos amigos. Crecieron juntos. Según me cuenta mi padre un día todo empezó a cambiar. Los mundanos comenzaron a vernos como una amenaza y digamos que nos desterraron de sus vidas. A nosotros y a todo lo que tenía que ver con la magia.
- ¿Por qué hicieron eso?- preguntó Mira confundida.
- Porque le dábamos miedo, supongo. Porque el ser humano no puede evitar temer aquello que desconoce o lo que se escapa a su control. Así que nos alejaron de sus vidas reduciéndonos a sus condiciones. Nos permitían seguir viviendo en sociedad siempre y cuando no utilizáramos nuestros poderes. Usaron toda la información que, inocentemente, les habíamos proporcionado sobre el mundo mágico para monitorizarnos y controlarnos. De esa manera, se aseguraban de que no usáramos la magia nunca más. Y si lo hacíamos eramos castigados incluso con la muerte. La Academia, la de entonces, se cerró y los estudiantes fueron repartidos en institutos mundanos donde llevaban pulseras inhibidoras de magia con localización GPS.
Mira Luna quedó horrorizada ante lo que le narraba Bryana. Se imaginaba a sus nuevos compañeros, y amigos, tratados como presos en libertad condicional o como animales controlados en una reserva natural. ¿Era así como le veían los demás? Como animales salvajes que hay controlar cueste lo que cueste. Recordaba a su madre, o a quién creía que lo era, mirándola desde el desprecio y la decepción cada vez que Mira hablaba sobre la magia. Cuando su padre, en una de las primeras navidades que Mira podía recordar, le regaló un juego de magia su madre entró en cólera. Mira había cogido aquella caja entre sus manos como si fuera el mayor tesoro que hubiera visto jamás pero su madre se la arrebató diciendo que era una pérdida de tiempo y un juego para ignorantes.
- Es tan injusto…- susurró una Mira de cinco años que veía como su madre tiraba su tesoro a la basura.
- Lo era. Eso es lo que pensaron la mayoría de miembros del consejo de magia. Muchos de ellos aún son miembros del actual consejo. Pero como siempre, las opiniones estaban divididas. Por eso había quien aseguraba que lo mejor era dejarlo estar.
- Pero no fue lo que se hizo…
- Para nada. El mundo mágico se movilizó. Crearon su propio gobierno, sus propias leyes y encontraron la manera de burlar a los mundanos. Crearon una ciudad mágica secreta desde la que manejarlo todo. Allí es donde reside el consejo. Y, aunque llevó algo de tiempo, encontraron la forma de que solo un mago pudiera acceder a ella.
- Eso es increíble… ¿Y nadie ha podido entrar jamás?
- Nadie… El mundo mágico vivió en paz por muchos años. El problema fue que un pequeño grupo pensó que con las medidas que se habían creado no era suficiente. Pensaban que era necesario vengarse de los mundanos. La gran mayoría no estuvo de acuerdo, como era lógico, pero sí que hubieron algunas personas que apoyaron esta idea y que, por su cuenta, comenzaron a buscar la manera de vengarse. Ataques, hechizos, persecuciones…asesinatos… El mundo mágico les dio caza a alguno de ellos y los castigó severamente. El problema era, y es, que a muchos de ellos no se les pudo identificar jamás. Como habrás imaginado Abaddon fue uno de ellos. El más activo de hecho. Su sed de venganza fue tan insaciable que llegó a cruzar límites insospechados por hacerse con algo más de poder.
- ¿Lo que Abaddon quiere es gobernar el mundo mágico?- preguntó Mira con un halo de suspense en su voz.
- Eso era solo el principio. Con el tiempo sus ambiciones se extendieron más allá y se empecinó en acabar con los mundanos. Abaddon quiere un mundo mágico, puro, en el que no haya ni un solo mundano. Entre los que se incluirían los magos mestizos. Ellos, para Abaddon, también tienen sangre mundaba.