Mira Luna y la Academia Farewell

CAPITULO 27

Magnus mantenía la mirada perdida en ningún punto a través de la ventana del despacho de Edward. Su viejo amigo le había hecho llamar sin lugar a replica. Desde luego no se trataba de una reunión informal.

Edward, en representación de la orden, llevaba meses detrás de que Magnus se uniera a la causa fingiendo que era algo opcional pero el mago conocía bien sus opciones. Retrasar aquella reunión había sido, quizás, un acto de falsa rebeldía. Una manera de retrasar lo inevitable o, mejor dicho, de retrasar el dolor.

Edward se encontraba solo, sentado en su butacón de madera. Aquel que tanto había ansiado ocupar desde jovencito.  Ningún miembro del consejo estaba presente pero Magnus sabía que andaban cerca. Quizás en la habitación de al lado. Aguardando como buitres carroñeros a su presa. Esperaban una señal de Edward para actuar. En caso afirmativo, si Magnus colaboraba sin oponer resistencia, volverían a Centralia con el buche lleno de ego. Convencidos de que la sola intuición de su presencia era suficiente para intimidar a la presa. Si Magnus se oponía, entrarían en escena. Impresionando con sus largas túnicas y sus miradas fieras. Magnus tenía claro que luchar era absurdo. Lo sabía. Lo había visto. Él podía verlo todo. En realidad, por eso estaba ahora allí.

<<Edward, amigo mío, como hemos llegado a esto>> pensó Magnus. Pero no dejó que él oyera sus pensamientos. Esta vez no. Esta vez la decepción se la guardaba para él.

  • Gracias por venir Magnus- saludó Edward educadamente.

<<Como si hubiera tenido otra opción >> pensó Magnus.

  • Quiero que sepas que para nosotros tu ayuda es vital. De vida o muerte diría yo. Pero eso ya lo sabes…
  • ¿Qué queréis de mi Edward?- preguntó Magnus sin rodeos. Prefería saltarse el discurso de bienvenida.
  • Necesitamos que nos ayudes a encontrarlo. Es hora o nunca.
  • Sabes lo arriesgado que es para mí. Podría no volver…
  • Es tiempo de riesgos amigo mío. Todos debemos hacer sacrificios.

Todos debemos hacer sacrificios. Magnus recordaba la primera vez que su entonces amigo le había recitado aquellas cuatro palabras. Noha acaba de morir. Nadie había hecho nada para salvarla. Entonces Edward le había puesta una de sus gigantes manos en el hombro y le había dicho <<Todos debemos hacer sacrificios>>

A Magnus le hubiera encantado ver la reacción de Edward si hubiera tenido que sacrificar a uno de sus hijos. O quizás a Cynthia, su mujer. ¿Hubiera pensado entonces que todos debemos hacer sacrificios? Y es que es muy fácil predicar mientras la catástrofe no te toca de cerca.

  • Necesitamos encontrar a Abaddon.
  • Necesitamos, tenemos… ¿Quiénes? ¿La orden y tú?
  • El mundo mágico, Magnus, el mundo mágico…- Edward se levantó de su silla y se colocó frente a la ventana con las manos a la espalda- Todo lo que tienes ante tus ojos está en peligro.
  • Os ayudé a encontrar a la chica. Os dije que no quería tener nada más que ver con esto.
  • Y te lo agradecemos Magnus. No sabes cuánto. Mira Luna está a salvo gracias a ti. Pero eso, lamentablemente, no es suficiente.
  • Nada lo es… nunca. – Magnus se tomó unos segundos para poner su cabeza fría- Qué tengo que hacer.
  • Hemos preparado un lugar seguro para ti. Estarás controlado en todo momento. Contarás con ayuda por si surge cualquier tipo de problema. Desde allí podrás realizar tu magia. Necesitamos que lo encuentres y, entonces, nosotros iremos a atraparlo.

Magnus miró a su amigo a los ojos. << ¿En qué te has convertido, amigo mío?>> Pero esta vez dejó que él escuchara sus pensamientos. Que se empapase de la animadversión que había desarrollado hacía él. Edward no fue capaz ni de mantenerle la mirada. Dejó que Magnus abandonara su despacho sin pronunciar ni una sola disculpa o excusa. El que había sido su mejor amigo, su hermano, iba directo hacía la peor de las pesadillas por su culpa. Y él ni si quiera se dignaba a excusarse.

Cuando Magnus salió, al fin, del despacho como presa que lleva el diablo, nunca mejor dicho, chocó un estudiante despistado al que se le cayeron todos los libros por el suelo. Estaba a punto de profesar una acusación hacía aquel torpe atolondrado, odiaba a los niños, cuando su mirada se clavó en la que le miraba con curiosidad desde el suelo.

Se le paró la respiración cuando descubrió a Mira Luna tras aquellos ojos brillantes y llenos de vida. No sé disculpo sino que lejos de hacerlo echó a correr por los pasillos de FireWell ante la desconcertada mirada de todo el que se cruzaba a su paso. Muchos le reconocían, era un personaje bastante insigne, y cuchicheaban sin entender lo que le llevaba a actuar de semejante manera.

Mafalda se apresuró a ayudar a Mira que recogia los últimos libros del suelo agobiada.

  • Tengo clase con el profesor Dogger. Debo entregarle un trabajo que he estado preparando toda la noche y ahora míralo, esparcido por el suelo y… ¡Muchas gracias!- gritó a unos estudiantes que pasaban junto a ella- Pisoteado por media Academia. Ese idiota y maleducado…podría, al menos, haberse disculpado.
  • Pobre Magnus- justificó Mafalda- Mi madre dice que ha perdido la chaveta. Que se ha quedado loco, mal de la cabeza…
  • Te he entendido a la primera.
  • Es que como me mirabas así…

Ambas chicas se levantaron y emprendieron su camino hacia las mazmorras de FireWell. Mafalda tenía hora libre y había pensado que era buena idea acompañar a Mira y distraerla un poco. Eso seguro ayudaría a calmar sus nervios antes de su siguiente clase.

  • ¿Has visto cómo me ha mirado ese tipo?- preguntó Mira dándole vueltas al incidente del pasillo.
  • ¿Magnus? No lo sé… pero y sabes lo que te he contado de él.
  • Pero me miraba como si me conociese de algo… No sé.
  • ¿Qué piensas?




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