Mira más allá

Capítulo 6

—¿Hola? —insiste la cambiada voz de Mike.

Sigo con el teléfono en la oreja, pasmada por lo que estoy escuchando. Mi hermano, mi hermano mayor...

—Miranda, ¿me escuchas? —su frase queda en el aire antes de que, reaccionando, le cuelgue.

Dejo el teléfono sobre el sillón y noto lo inquieta que estoy. El corazón me palpita un poco más rápido, mi estómago cosquillea como en cada momento que estoy nerviosa, y la respiración se me agita. He evitado por años su cara, no sintonizo ningún canal o página de deportes para no encontrármelo de pronto, así como con cualquiera de mis otros ex familiares. A todos los tiré a la basura de mi mente, pero lo único que estaba fuera de mi poder era que él me buscara a mí. ¿Por qué? ¿Qué es lo que quiere?

Me levanto para ir al refrigerador y servirme un vaso con agua. Tengo que calmarme, no puedo reaccionar así ante esto. Nunca pensé que pasaría, pero acaba de pasar, y de la forma más casual posible.

Mike fue el único que sí me trataba con verdadero cariño familiar, luego de mi padre. Ambos eran más compresivos que mi madre, que siempre actuaba como mi manager. A Madison ni siquiera la menciono, ella siempre me tuvo odio.

Mi hermano se la pasaba entrenando, pero cuando nos veíamos entre el día solíamos divertirnos bastante jugando con alguna de sus consolas a escondidas de mamá, quien me regañaba si me veía haciendo algo que no fuera productivo para mis talentos.

Varias veces Mike me apoyó con susurros de consuelo si recibía alguna reprensión por parte de mis papás, y me hacía sentir mejor si me veía triste. Eso cambió el último año antes de irme de la casa, dado que papá le exigía que se centrase en el tenis para clasificar en torneos de tenis prestigiosos de jóvenes promesas para ese deporte. Recuerdo bien que solo veía a Mike unas cuantas veces cada día, por periodos cortos de tiempo en los que ni siquiera hablábamos demasiado.

Cuando ocurrió la discusión con mis padres, él solo miró y no intervino de ninguna forma, ni se quejó mientras Madison se lo llevaba lejos de la escena como ''buena hermana mayor''. Aquel instante en que vi sus ojos oscuros alejarse de mí y seguir a Madison a la escalera, no tenía ni idea de que ya no lo vería más.

Aunque mi exilio de la mansión era inevitable, si él hubiera dicho algo, si hubiera mostrado su descontento con la situación, puede que justo ahora no sintiera este resentimiento que suelo negarme muy seguido.

No sé qué quiere ahora, cinco años después, pero la pura verdad es que no tengo ganas de saberlo.

—Linda, pásame el orégano, por favor —me pide Ashley, quien está almorzando conmigo, mi abuelo, Jullie, Jake e Ian.

Sí, el chico se nos ha unido a la comida —dudo que por voluntad propia—, y parece fastidiado por lo mucho que hablamos, aunque no se queja. Esta vez comemos lasaña, la cual está buenísima por las hábiles manos de Jullie para cocinar.

Le paso a Ashley lo que pide y continuamos charlando. Erick, por fin, está de vuelta en el trabajo, aunque no en la escuela, sino en cursos de verano en la ciudad. Se va en la mañana y llega por la tarde. Marieta dura todo el día en el hotel, y Chris, bueno, trabaja en un hospital así que es normal que se pierda un par de días enteros.

Todavía no le he mencionado a mi abuelo sobre la llamada de Mike —de la que ya han pasado unos cuantos días—, y no pretendo decirle. Todo lo que tenga que ver con mi padre y su familia le afecta mucho, pues que tu propio hijo te reniegue ante el mundo debe ser la cosa más horrible que te pueda pasar. Temo que, si le cuento que mi hermano trata de comunicarse conmigo, vuelve a matarse la cabeza sobre qué hizo mal para que Hans Vander se alejara así de él.

Aunque sé bien que, si lo hace, acabará por volver a la conclusión de que Hans hizo lo que quiso, que no es su culpa y que no quiere saber nada más de él.

Durante todo el día y sin una hora especifica recibo llamadas y mensajes del mismo número desconocido. Es Mike, quién no deja de insistir sin importar que no le he vuelto a responder. Ha enviado mensajes de texto y WhatsApps, todos sin abrir siquiera. No sé qué rayos busca conmigo, pero sigo sin tener la valentía de descubrirlo a pesar de que la curiosidad me mata.

Ahora ordeno la cocina junto a Ashley. Ella tiene lapsos de trabajo parecidos a los de Chris, aunque no tan duros porque solo es un ambulatorio público, mientras que él está en el hospital de la ciudad. Le queda muy lejos, pero sigue sin querer mudarse porque, dentro de horas y horas de estrés puro, la ciudad solo le hace sentirse peor.

—Y dime, ¿tienes algo planeado para hacer hoy? —pregunta ella de forma muy casual como para no tener una segunda intención.

—No hasta ahora —contesto—. ¿Por qué?

—Pues... La verdad quería pedirte un favor —le paso los platos que se ofreció a lavar—. Sucede que hoy es mi aniversario de bodas.

—¿En serio? —digo emocionada—. ¡Felicidades!

No sé muy bien qué tengo que ver yo allí, mas la dejo seguir hablando.

—El caso es que Roy quiere llevarme a pasear en un rato, pero Ian necesita salir a... hacer unas cosas —no da mucha información sobre lo que ''esas cosas'' serán—. Sé que es algo grosero de mi parte pedírtelo, pero, ¿podrías acompañarlo? Ya tiene su licencia de conducir y maneja excelente, solo que por las cosas que debe hacer prefiero que vaya con alguien.

Todo suena muy sospechoso y extraño. ¿Qué cosas debe hacer Ian y por qué no puede ir solo?

—¿Crees que no le moleste que yo vaya? —pregunto.

Si bien la relación entre Ian y yo ha mejorado con creces, tampoco somos los mejores amigos del mundo. Él sigue siendo bastante cerrado y yo trato de no ser atosigante. A veces hablamos por un minuto sobre algo sin importancia y eso es todo, no mucho más. Me siento bien con eso, y puede que me conforme solo porque me gusta y estar de buenas con él es mejor que nuestro estado anterior.




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