Mira más allá

Capítulo 12

Estoy frente al espejo hace más de diez minutos arreglándome el cabello. Bueno, eso hacía, pero me he quedado vagando en mis pensamientos.

Britt prometió llevarme de compras el mismo día en que Jake se fue, y lo hizo sin que yo me opusiera porque lo que más deseaba era distraerme. No solo me compró dos trajes de baño, sino también él vestido que tengo puesto ahora mismo, unas sandalias y el mismísimo almuerzo. Le repetí unas cien veces que no necesitaba todo eso, y ella solo insistió e insistió, por lo que me resigné a dejarla consentirme.

De todo lo que me dio, mi favorito es sin duda el vestido. Tiene un aire veraniego, tela color azul pastel, escote Bardot que deja al aire más piel de la que suelo mostrar por el frío, mangas cortas y un largo que me roza la rodilla. El viaje será bastante largo, así que es perfecto por ser tan cómodo y suave. A mi estilo le sumé unas zapatillas negras, que según yo se ven bastante bien.

Nos vamos a la playa hoy. Todo mundo está preparándose para el viaje y en una hora y media deberíamos estar partiendo. Esta vez, claro, será diferente. Se incluye una familia nueva y alguien que siempre nos acompañaba se ha ido. La partida de Jake de vuelta con sus padres no afectó mucho la atmosfera. El día siguiente hablaban de eso, y luego simplemente dejaron el tema de lado. No porque Jake no importara, sino porque de nada servía seguir con una charla de la que no puede sacarse nada. Yo no abrí la boca ni un momento, y los únicos que saben la verdad de lo sucedido con él y conmigo son Britt, mi abuelo e Ian, con quien conversé en la terraza. Corté su nombre de raíz y trato de no pensarlo, pero mi mente me traiciona de vez en cuando, como ahora.

Sacudo la cabeza y suspiro. Ya han pasado bastantes días, no he sabido nada de él y tampoco pretendo saberlo. Se llevaron sus cosas y el chico hasta me dejó de seguir en mis redes sociales. Jake ya no es parte de mí vida, y eso está bien, aunque me duela todavía.

Está bien porque tengo nuevas personas grandiosas a las que prestar atención en vez de hundirme con una que me decepcionó. Está Roy, siempre atento y dispuesto a ayudar, está Ashley, que me trata con tanto cariño como si fuera su propia hija, y está Ian, que a paso lento pero seguro me ha aceptado. ¿Desde hace cuánto los conozco ya? ¿Dos meses? Sea cual sea el tiempo exacto, no es relevante. Lo importante es que están marcando mi vida, como el resto de los que hasta el día de hoy considero mi familia.

A pesar de que quise hacer muchas cosas estos últimos días de vacaciones, distintas situaciones me lo impidieron, dos en especial: el desánimo y mi abuelo, quien se enfermó. Nada grave, pero duró varios días en cama por un dolor de estómago. Gracias a eso no solo tuve que cuidarlo, sino encargarme de algunas cosas en su lugar, como la reciente venta de los dos caballos que teníamos. También funcioné como su secretaria, recibiendo sus llamadas. No me molestó hacerlo, él me ha dado mucho y servirle de vez en cuando es una forma de agradecerle. Por suerte cuando lleguemos de la playa aún tendré unos días para invertir en alguna actividad divertida, eso espero.

Puede que hasta me pase por la granja de el señor Harrison para que me cuente más sobre su escuela de equitación. Me da cierta curiosidad desde que mi abuelo lo comentó.

No lo sé, justo ahora no tengo nada seguro sobre lo que pasará el día siguiente.

—Qué vacaciones más locas —murmuro mientras apoyo mis codos en la barra del lavamanos.

Sí, las más locas que he tenido hasta ahora. Ha pasado de todo, hasta lo que menos me podía imaginar. Así es la vida.

Me observo una última vez en el espejo. Me veo bien, mi cabello está de mi lado hoy y se ondula de una forma natural y atractiva. Tal vez no debí ponerme este vestido sabiendo que, seguramente, me la pasaré en un autobús por casi un día completo. Ya qué importa, no pienso cambiarme.

Salgo del baño y entro a mi habitación para asegurarme de no dejar nada: tengo mi enorme maleta rosada repleta, una mochila igual de llena y el bolso pequeño con lo necesario para las horas de carretera. Todo eso lo tengo sobre mi cama y me dispongo a revisarlas por encima y percatarme de que cada cosa esté allí. Ya que lo he hecho las saco y dejo en la sala del apartamento, siendo la maleta la que más me cuesta. Mi abuelo ya bajó la suya, así que debe estar organizando todo abajo junto a Chris.

Abro la puerta de la sala y, con la mochila y el bolso colgados de cada hombro, saco la maleta a rastras. Admito que tal vez metí más cosas de las que debía, pero mejor prevenir que lamentar. Cuando estoy afuera me encuentro a Ashley, haciendo el mismo trabajo que yo con menos quejidos. La diferencia es que las ruedas de su maleta funcionan a la perfección y las mías están dañadas. La mujer viste una blusa de encaje y manga larga con pantalones de jean cortados a la rodilla.

—¿Tu llevas a la maleta o ella te lleva a ti? —bromea Ashley.

Me río antes de saludarla. Detrás de ella sale Roy.

—Amor, ni pienses en bajar tú sola la maleta —niega el hombre con la cabeza para luego tomar la susodicha.

—¿Me estás llamando débil? —dramatiza Ashley, poniéndose la mano en el pecho.

—Tú no, tu espalda sí, y lo sabes —le recuerda su esposo.

Acto seguido, el hombre toma la maleta y la lleva hasta el borde de la escalera para comenzar a bajarla.

—¿Tiene problemas en la espalda? —le pregunto.

—Un poco, desde niña, nada serio —aclara ella—. ¿Bajarás eso?

—No es tan pesada —miento—. Y no tengo de otra —Ya todos están abajo y no pretendo molestarlos para que me ayuden.

—Ten cuidado, hazlo sin prisa —me aconseja—. Yo terminaré de ordenar unas cositas para el viaje —dicho eso, entra de nuevo a su apartamento.

Decir que es difícil para mí bajar la maleta es poco. Apenas bajé los primeros escalones, ni siquiera he llegado al tercer piso. No tuve la previsión de buscar otra maleta antes porque no sabía que esta estaba defectuosa. Bajo cada escalón con temor a que la maleta caiga, y que así yo caiga con ella. Cuando por fin llego al tercer piso escucho a alguien subir.




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