—Te espero en el auto —grita Mike desde la escalera.
—Bajo en unos minutos —le devuelvo el grito.
Hoy es viernes, y estoy preparando mi bolso para pasar el fin de semana en el páramo. El único que sabe que iremos es mi abuelo, quien por poco no grita de la alegría, es una visita sorpresa. Acabamos de almorzar y ahora estamos a punto de subir, por lo que me aseguro de llevar todo lo que necesite para estos días y salgo de mi habitación
Voy rápidamente al cuarto de mi mamá, que está acompañada por mi papá, solo para decirles que ya me iré y que volveré el lunes por la mañana. Ella se despide sin más.
—Vayan con cuidado, diviértanse —dice mi papá con su típica voz seria, pero dedicándome una breve sonrisa.
A Madison me la encuentro mientras paso de la cocina hacia la sala. Ni una mirada me regala, por lo que tampoco vale mucho la pena decir algo.
Me detengo en seco antes de salir y me volteo hacia ella, quien está buscando algo en el refrigerador.
—Adiós, Madison, iré por unos días al páramo —me despido, realmente esperando algo de su parte.
Nada, ni se inmuta.
Bueno, al menos yo he cumplido mi parte intentándolo.
Salgo de la mansión y camino hasta el estacionamiento, allí me espera Mike en la camioneta. Luego de dejar mi bolso en los asientos de atrás, me siento junto a él y comienza nuestra travesía hasta la montaña.
En el transcurso de la hora y media de camino, todo lo que hacemos es escuchar música a todo volumen. No cantamos, en realidad gritamos cada canción que ponemos como si estuviésemos locos. Algunas letras ni las sabemos, pero de todas formas inventamos el cómo cantarlas y eso vuelve más chistoso todo. Mike no se quedará con nosotros, se irá caída la tarde, pero será tiempo suficiente para que todos lo conozcan un poco.
Mi teléfono comienza a sonar, en la pantalla se ve el nombre de Ian, con sus respectivos corazones.
—No hagas ruido, no sabe que vamos a ir —le digo a Mike, así que de inmediato apaga la música.
Cuando el ambiente es seguro, contesto.
—Hola, Ian, ¿qué tal todo?
—Todo bien —dice él con un ruido de fondo que parece ser el patio de receso de la escuela—. ¿Y tú?
—Nada fuera de lo usual, estoy paseando con Mike por la ciudad —miento—. Qué extraño que me llames a esta hora.
—Britt y Emily están en el comité de la fiesta esa de aniversario y en las horas libres y recesos están con los demás que la organizan, así que aproveché la calma para charlar un rato contigo —explica—. Ya que quedan pocos días, todo es un revuelo por acá.
—Oh, cierto —digo—, ¿Cuándo será?
—El domingo, ¿no te lo dijeron las chicas?
—No, parece que se les escapo ese detalle —respondo—. También pudiste decírmelo tú.
—¿De verdad crees que estoy muy entusiasmado por esa fiesta?
—Me lo esperaba de ti —río-
Dice que debe colgar gracias a que el timbre suena y tiene que entrar a su última clase del día, por lo que nos despedimos y promete llamarme a la noche, cosa que no será necesaria porque en cuestión de un par de horas estaremos juntos.
Cuando estamos a nada más unos minutos de llegar a la residencia, con una bajada de temperatura considerable por la que me pongo la chaqueta de Ian, llamo a mi abuelo para que disimuladamente deje abierto el portón y así podamos entrar sin que nadie lo note. Según él, vine el día perfecto pues todos están en casa gracias a que ni Chris ni Ashley tuvieron turno de trabajo hoy, Marieta trabaja solo desde la noche y Erick como es profesor de primaria, está en la residencia desde la una de la tarde. El único que no esta es Ian.
Al llegar soy yo quien se baja para abrir y cerrar el portón. Vuelvo a subir a la camioneta y mi hermano avanza al estacionamiento. Por los vidrios oscuros no puedo contemplar como me gustaría el lugar donde viví los últimos cinco años, pero cuando vuelvo a bajar del vehículo con mi bolso encima, puedo respirar del todo el aire fresco, escuchar los árboles moviéndose por el viento a lo lejos, los pájaros cantando, el verde sobresaliendo entre todos los colores... paz, paz pura.
Camino junto a Mike hasta la puerta de la entrada, que puedo abrir porque todavía tengo la llave. Al encontrarme de nuevo con este ambiente que hace varias semanas ha estado lejos de mi alcance, no puedo evitar sonreír. La sala está vacía, pero escucho charlas en la cocina, y sé perfectamente que se trata de ellos.
Mike se queda detrás de mi mientras que yo, con pasos cuidadosos, voy hacia la puerta de la cocina. La abro como si nada y, entre miradas, el silencio ocupa dos segundos que se sienten como una pausa en la realidad. Todos están aquí, todos los de siempre, como si nada hubiese cambiado en realidad. Y luego se me tiran encima.
—¡Miranda! —exclaman todos antes de venir a saludarme.
Justo andaban terminando de almorzar, así que algunos estaban en el comedor y otros en la cocina, pero cada uno se acerca y me da un caluroso abrazo que me hace sentir como si nunca me hubiese ido.
Ashley se ha cortado el cabello, ahora lo tiene hasta los hombros, cosa que le luce. Erick no se ha cambiado su ropa de profesor, así que está bien vestido, y Marieta, como siempre, luce como una reina. Los demás están igual.
Miro hacia atrás para darme cuenta de que Mike ha quedado en la sala, razón por la que lo halo de la mano y lo traigo al comedor con el resto.
—Él es Mike, mi hermano mayor —les presento.
La última vez que estuve aquí buscando mis cosas, Mike también me trajo, pero no quiso bajarse del auto, así que no alcanzó a conocerlos. Ahora mi familia se presenta a él con sus acogedoras sonrisas y yo disfruto cada segundo.
Sin perder tiempo, vamos a la sala donde nos sentamos juntos en los sillones. Entre bromas y chistes, me piden explicaciones.
—Extrañaba estar aquí —admito—. En la ciudad no hago mucho, no tengo amigos, es complicado salir... Pero ya que las cosas se ven mejor con mis padres, pensé que sería bueno pasar unos días acá.