Miraculous stories

Sentimientos afines

—¡A-adrien!

Bajo las gradas de la salida del instituto, camino hacia mi transporte para regresar a casa después de clases, cuando la tímida voz de mi amiga Marinette me detiene. Ha estado actuando extraño toda la mañana, más de lo normal. Creo que tiene problemas para relacionarse con los chicos porque siempre se pone nerviosa con Nino y conmigo, es por eso que me esfuerzo en ser amable con ella.

—Hola, Marinette. ¿En qué puedo ayudarte?

—En mucho, digo, no… —se sonroja—. Esto… tienes un momento.

Le doy una señal a mi guardaespaldas y aparca al otro lado de la calle.

—Dime —sonrío amistoso.

—Hay algo que quiero decirte, disculpa que sea torpe y no sea una chica popular como Chloé, no somos de la misma alcurnia ―le cuesta sostenerme la mirada―, pero te has convertido en una persona imprudente, perdón, importante, para mí.

—Gracias, tú también eres una buena amiga.

Estaba observando detenidamente cada aspecto de su rostro que soy capaz de notar un leve esbozo de tristeza en sus ojos, ¿dije algo malo? El silencio entre nosotros se extiende hasta volverse incómodo.

—Bueno, nos vemos —giro para retomar mi retirada.

—¡Adrien, me gustas mucho¡

Todos los curiosos y los sonidos de la metrópoli atareada desaparecen, sólo existimos ella y yo, no puedo evitarlo, pero una sonrisa brilla en mí. Me resulta halagador que Marinette se haya interesado en Chat Noir y en mí, quizás ella piense que le gustaron dos chicos casi al mismo tiempo, cuando existe únicamente uno. Me pongo serio antes de volverme, no quiero que me malinterprete.

—Agradezco tus nobles sentimientos, Marinette, eres una grandiosa chica y te mereces la felicidad eterna. Sin embargo, yo no puedo ser quien te haga feliz. Me gusta alguien.

—Oh, no sabía, disculpa —se recompone y me siento aliviado.

—Deseo que encuentres a tu alma gemela, te lo mereces.

—Y yo espero que te vaya bien con ella —se despide con la mano.

—Adiós.

Hasta cuando ella se va lejos de mí, me percato que los curiosos me reprueban con la mirada, no tengo tiempo de preocuparme por nadie, yo quiero a Ladybug y no por quedar bien con Marinette o ellos voy a cambiar mis sentimientos.

Atrapado en el tráfico, aprovecho a terminar las tareas que dejaron para mañana, de pronto, Ladybug pasa como un rayo sobre la fila de vehículos. Si ella está aquí es una señal, mala para Hawk Moth y Mayura, buena para mí. Me excuso diciendo que olvidé mis libros de lenguaje en el salón y me transformo en Chat Noir en un callejón desolado.

Ella se detiene en el puente de la Tournelle, me extraña pues no hay nada fuera de lo común, los vehículos van y vienen en un ordenado tráfico. Mi pulso se acelera cuando llego a su lado.

—Hola, mi lady.

—Lo siento…

—¿Mi lady? —¿por qué llora?

—Ya no puedo ser Ladybug —susurra.

Siento como si cayera en un abismo frío y oscuro, no hay nadie que me pueda salvar porque quien podría ayudarme trata de dejarme. Los chistes de mi amada nunca han sido buenos, pero con un tema delicado no se bromea. Decido no tomarla en serio.

—Ya, ¿cuál es la emergencia?

—No tiene caso luchar contra un mal que persiste, mi esfuerzo fue… en vano.

—¡No es cierto, cada «gracias» que recibes al ayudar es una victoria del bien!

—No…

—No sé qué te pasa, pero te pido que te tranquilices.

—¿¡Tú qué sabes!? —me empuja.

—Sé que eres necesaria para París y para mí, todos te queremos.

—No necesito que extraños me quieran, yo quiero que él… —se cubre la boca.

—¿Él?

No soy ingenuo, aunque no le preste atención, una parte de mí sabe que ella no me corresponde porque tiene a otra persona. ¿Tiene problemas con él y por eso dice que renunciará?

—No tiene nada que ver contigo —me esquiva.

—Por supuesto que sí, lo que te sucede interfiere con nuestro trabajo.

—Ahora es tu trabajo, sólo tuyo.

La detengo y la obligo a mirarme a los ojos. No me queda ni una gota de despreocupación, estoy desesperado.

—Por favor, mi lady, no tomes decisiones por despecho.

—¡Me da igual! —me lanza un codazo en el estómago y retrocedo—. ¡No quiero seguir al lado de un héroe fracasado que no sabe hacer nada como tú!

Salta a un edifico y me apoyo en la baranda del puente para recuperar el aliento, nada cambia mi cariño y preocupación por ella, mas me enfado. ¿Cómo puede menospreciar lo importante, a mí, por un problema? Que fueran muchos la comprendería. Trato de superar el percance, está confundida y necesita tiempo para pensar. Dirijo mi enojo al chico que la lastimó.

En el reflejo del agua veo pasar una característica mariposa purpura en dirección de Ladybug.

No necesito revisar sus coordenadas en mi bastón para encontrarla, siempre sé dónde está exactamente, pero debo ser más astuto que antes porque ella también puede sentirme.




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