Señorita de Vil

Inspirado en la película 101 dálmatas: ¡ahora la magia es real! de 1996.

Quedaban cinco minutos para la hora de salida, en lo que los alumnos tomaban notas de la pizarra en sus tablets, la señorita Mendeleiev guardaba sus cosas en su maletín. Para ser un lunes ajetreado estaba relajada y optimista.

—No olviden que mañana deben entregar su propuesta de proyecto de física, el semestre depende de este trabajo —se levantó de la silla para despedir a los jóvenes—. Hasta entonces.

—Hasta mañana —resonaron las retiradas.

Se quedó quieta mientras al salón se vaciaba, cuidaba su lenguaje corporal para que creyeran que era miserable, pero en realidad contaba los segundos para llegar a casa. Ese día era su día. A paso ligero atravesó las avenidas en dirección a su domicilio, al abrir la puerta vio en el suelo lo que estaba esperando: un sobre. Adentro yacía su portafolio de diseños y la respuesta de Gabriel Agreste.

Por mucho tiempo guardó en secreto su admiración por él, mas en el preámbulo de la temporada otoño-invierno decidió ofrecerle sus diseños para que los presentara como suyos. No le importaba la fama, sólo quería que él la reconociera.

Respiró profundo y extendió la carta:

«Srta. Mendeleiev:

Agradezco su comunicación y admiración por las creaciones de Gabriel's. Por el momento no estamos contratando personal.

Gracias.

Nathalie Sancoeur».

Dejó de lado los papeles y revisó el portafolio, estaba sellado como lo envió. En ningún momento revisaron sus diseños y ni siquiera fue Agreste quien le escribió la respuesta. Todo su respeto fue menospreciado, una tristeza amarga la derrumbó.

—¡Él no merece nada de mí! —gritó con ira.

Del otro lado de la cuidad, Hawk Moth observaba su cúmulo de emociones negativas, no había problema con ofrecerle venganza pues jamás encontraría a Agreste. En el portafolio que sostenía entró una mariposa negra.

—Señorita de Vil —su grave voz la hinoptizó—, soy Hawk Moth, tu fan número uno. Estoy seguro que eres la mejor y te daré el poder de hacer tus diseños realidad y llenar al mundo con tu moda, así vencerás a quien te rechazó —en su mente vio lo que le describía, casi podía sentir el triunfo—. A cambio debes entregarme los Miraculous de Ladybug y Cat Noir.

—De acuerdo, querido —sonrío con malicia.

La mañana siguiente fue insólita para los parisinos, cuando despertaron notaron que sus mascotas estaban desaparecidas, en especial los dálmatas. La policía no se daba abasto con los avisos de robo, pero nadie creía que maleantes ordinarios robaran casi 100 dálmatas en la noche. Unos metros más arriba, en las azoteas de los edificios, Ladybug y Cat Noir discutían el caso.

—Fue un akumizado —concluyó Cat a la primera.

—¿Por qué ataca perros y no alguien? —no estaba convencida.

—Para comerlos, y me alegra, odio a los perros.

—Sé serio, por favor.

—Yo ni... —una notificación en sus armas les alertó que algo delicado se transmitía en las noticias.

Al centro del estudio de grabación, una mujer ataviada con un vestido blanco, un antifaz rojo y un abrigo de piel, se apoyaba en Nadia Chamack en un agarre poco amistoso.

—Deténgase —rogó la presentadora.

—Como dije, la piel es la tendencia, amo la piel. ¡Es mi vida! —su risa desentonada irritaba—. Pero no te confundas cariño, no cualquier piel, las rayas y puntos pasaron de moda, ahora gobernarán las manchas —se acercó a la cámara—: ¡Ladybug y Cat Noir, si no quieren perderse el lanzamiento de mi colección, visiten la alcaldía esta noche a las seis en punto!

La transmisión terminó y los héroes salieron corriendo en dirección a la estación de noticias, quizás la villana ya no estuviera ahí pero podrían obtener pistas. Entraron directo a la garita de seguridad pero no había nadie, en las cámaras no se la veía adentro o afuera de las instalaciones.

—¿Quién es ella? —gruñó Ladybug.

—My lady, habló de manchas y la mayoría de perros desaparecidos son...

—¡Dálmatas! —terminó la oración y se frenó—. No se atrevería a dañar a unas inocentes criaturas para hacer ropa, ¿o sí?