Mirada Cruel

Capítulo 2

—Pero muy buenos días — una voz masculina que proviene del descanso de las gradas, nos roba la atención. Como podemos nos encojemos tratando de no hacer ruido —. ¿Cómo les fue en sus vacaciones?

—Crees que somos idiotas ¿no Vissoni? — le contestó otra voz dejando notar su enojo, los tres nos encogemos aún más al escuchar a más personas integrándose.

—¿Se nota tanto? Pero no, no los considero idiotas, solo un poco incompetentes — le respondió Vissoni irónico.

—¿Sí que les enojo lo de Carol verdad? Eso o paso algo que aún no sabemos, supongo que resultaron demasiado predecibles — dice otra voz, no puedo ver a los chicos, pero por los ruidos aseguró que hay más de cinco personas ahí.

—Ten por hecho que eso a Skandar le trae sin cuidado — respondió alguien más —, no se puede decir lo mismo de ti Montessori.

—Tú no sabes nada de mi imbécil — se empiezan a maltratar ambos grupos y por lo que se escucha están pasando a lo físico, me tenso por el tono de la conversación. ¿En dónde me vino a meter Alfonso? —. ¡Vamos, tengan las bolas y admitan que provocaron el accidente!

—Nunca lo negamos — responde la voz de Vissoni que a comparación de su oponente se escucha calmada —, en todo caso lo del muelle fue por el maldito robo de la asamblea pasada, en algún momento íbamos a responder.

—Oh apuesto que el hijo de puta de su líder fue el que dio la orden — sube la voz, lo que hace saltar a Anni del susto —. ¿Acaso no tiene las agallas de enfrentarse a mí de nuevo?

—Dio la orden de la misma manera en que lo harías tú, Montessori — le dice Vissoni —, y ya me canse de pelear es demasiado temprano para eso, por cierto hoy en la mañana mi líder tuvo un altercado, espero que no tenga nada que ver con ustedes...

—Puedo decir lo mismo, esperen un golpe no tardará en llegar — es lo último que dicen antes de escuchar como bajan las gradas. Comienzo a enderezarme, pero Anni me hace señas de quedarme en mi lugar.

¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué nos escondimos? ¿Qué está pasando?

Pasa un minuto, es ahí cuando los chicos sueltan el aire que tenían contenido, los vuelvo a ver sorprendida de lo aliviados que lucen.

—¿Qué acaba de pasar? — ambos se miran el uno al otro un poco indispuestos.

—Prometo que te pondré al tanto de todos los jugosos chismes Nat, pero ahora podrías llegar tarde a clase — me dice Ted alzando las cejas.

—Sí, se nos hace tarde, ven — me guía Anni afuera de la bodega, no protesto porque vamos contra el tiempo y no quiero molestar a los primeros amigos que hago. Subimos las gradas de la dichosa clase de historia en el tercer piso del edificio C.

— Aquí es en donde te dejamos Nataly, espero que te guste el ambiente en Saint Lincoln, y si gustas nos podemos ver en el receso — me dijo Anni con una sonrisa que correspondí al instante.

—Si Nat, tú nos avisas y no te metas en problemas mientras no estamos — me dijo Ted mientras levantaba sus dos cejas rubias —, y relájate que con nuestra compañía estarías confabulado con la mayor fuente de chismes de la escuela.

—Bueno muchas gracias por el dato — respondí sacando una carcajada, necesitaba un poco de eso tras lo que acabo de presenciar —. A todo esto ¿son tantos los dramas que pasan por aquí?

Ambos se miraron con una sonrisa socarrona y asintieron hacia a mí.

— Verás nuevecita, en la mayoría de escuelas encontrarás tráfico de mariguana, copias de exámenes y golpes en exceso, aquí en Saint Lincoln es triplicado — menciona Ted siendo interrumpido por el timbre.

— Ups, ya deberíamos de irnos, te deseamos la mejor de la suerte y te buscaré en el receso — me dice Anni dándome una palmadita en el hombro.

—Gracias chicos — les sonrió antes que ambos empiecen a bajar las gradas.

Me encamino a mi clase, el pasillo se encontraba vacío, a excepción de unos chicos que pasaron corriendo frente a mí. Me hago a un lado para no chocarme con ellos, pero parecen no notar mi presencia. Curiosa por la situación doy media vuelta para verlos, en ese momento a uno de los chicos se le cae algo del bolsillo, pero va tan rápido que no se dio cuenta.

Me apresuro a recogerlo.

—¡Ey, se te cayó esto! — miro con detenimiento el objeto, es su billetera. Los intento seguir, pero ya están bajando las gradas, me acerco al filo de las gradas —. ¡Tu billetera se cayó!

Pero es en vano porque los chicos ya no están a la vista. No abro la billetera, la guardo para dársela al profesor y que él se encargue de regresarla.

Me dirijo a mi clase correspondiente.

El aula estaba repleta de mapas, y al fondo tenía un estante lleno de libros, supuse que eran de la asignatura. Abrumada por lo lujosa que era una simple aula, tomo asiento en la segunda fila. Había un abismo entre Saint Lincon y mi anterior escuela, jamás hubiera imaginado encontrar una TV plasma en una clase y sin duda si deciden ponerla corrían el riesgo de que alguien la robara en cuestión de tiempo.

Vislumbre por el rabillo del ojo como entraba más gente, todos iban directo a su grupito de amigos, podía sentir el peso de la mirada de muchas personas, de nuevo agacho la cabeza.

Al pasar unos minutos, la clase ya estaba repleta y el maestro, un hombre que parecía de unos setenta años entró. Se estaba tomando su tiempo debido a que llevaba un bastón y un folder. Pero de un segundo para otro el folder se le fue de las manos y cayó al suelo. Estoy por levantarme para ayudarlo y de paso entregarle la billetera, pero alguien que acaba de entrar al aula se me adelanta, un chico de gran estatura.

De repente el silencio inunda el lugar. Echo un vistazo a mis compañeros, algunos lucen nerviosos, otros como si estuvieran en otro lugar menos en un aula. Pero todos comparten una característica, nadie está hablando. 

 Volteo hacia el frente de nuevo.

—Muchas gracias — le dice el profesor al chico, y este que se encuentra a espaldas mía niega con la cabeza. Solo logro a apreciar su cabello negro y una espalda delgada.




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