Las horas pasaron, note que con el ajetreo de la mañana y de las terribles historias de esta particular escuela, me sentía un poco más tranquila. Por dos razones, en realidad: las asignaturas las tenía con mis nuevos amigos, y la segunda es que el terror Cacciatore no está conmigo en dichas clases.
Salgo al estacionamiento para buscar el auto, un flamante Mercedes Benz. Lo encuentro en pocos segundos, el chofer Benedith, me pidió unos minutos en lo que iba al baño. Tomo asiento atrás y aprovecho para leer unas cuantas cosas.
Estoy tan concentrada en la lectura que no soy consciente cuando el chofer regresa.
Alzó la vista para decirle algo, alarmada me doy cuenta que este no es Benedith. En ese mismo segundo alguien abre la puerta a mi lado, volteo de golpe para ver a Skandar Cacciatore subirse en el auto.
La sangre se me enfría.
—¿Qué estás haciendo? — pregunto muy asustada que la voz se me agudiza.
—Bob, arranca — ordena el chico ignorándome, como si fuera dueño del automóvil. El hombre acata sus órdenes sin chistar.
—¡Ayuda! — intento abrir mi puerta para poder huir, pero es en vano, la puerta no cede. La empujó varias veces, incluso con el carro en movimiento —. ¿Qué pasa?
—¿Acaso no conoces el seguro de niños? — me pregunta Skandar sarcástico.
—En ningún momento le puse seguro — digo confundida, después lo volteo a ver —. ¿Fuiste tú?
—No — me dice sentándose muy cómodo, mientras que yo estoy pegada a la puerta –, fue Bob— dice como si lo que está diciendo no fuera grave.
—Para el auto — le digo al chofer, que me hace caso omiso, me vuelvo hacia Skandar muy alterada —, voy a gritar ahora mismo.
—Bob — dice Skandar, en ese momento el chofer le sube el volumen a la radio, música instrumental me taladra los oídos —, gracias, es bueno saber que al menos son cultos en esa familia.
—Apaga eso — gritó tapándome los oídos —. ¿Qué quieres y porque me estás secuestrando?
—¿Secuestrar? — se ríe de mi comentario y sube más la voz —, solo te estoy dando un tour por el campus de Saint Lincoln, relájate.
—Ya me asignaron guías, gracias — sigo hablando en voz alta —, por favor baja el volumen— le pido tratando de sonar amable, no quiero que mi cabeza termine rodando en el pavimento.
—Bob — vuelve a decir y como si fuera una clave entre ellos, el hombre le baja el volumen al instante —. ¿Satisfecha?
—Lo estaré cuando pares el auto — le digo sintiendo mis manos temblar —. ¿Qué quieres? Ya tienes tu billetera y te aseguro que no te robe nada.
—¿Y tú de dónde saliste? — dice recostándose en el respaldo, ya no está sonriendo.
—De ninguna parte — le digo cortante, no quiero abrirme con este tipo, después de todo lo que acabo de escuchar de él —, ya para el auto.
—Coopera conmigo y tendrás mi palabra que lo haré — me dice como si la información que pregunta fuera primordial.
—Los Ángeles — le digo, tras pensar en si es buena idea, brindarle información personal. Solo quiero que se largue y si lo sigo retando eso no sucederá.
—Oh, ¿Vienes de Beverly Hills, Malibu o Bel Air? — me pregunta mostrando interés.
Ya hubiera querido, vivía en un barrio en donde si no te cuidas la espalda te roban hasta el alma. Pero después de escuchar todo sobre él, sobre su familia y conocer este lugar, lo más probable es que jamás ha pisado un barrio en toda su vida.
— No es un lugar que creo que conozcas — digo y me enfoco en su carísimo reloj rolex y sus zapatos de diseñador.
—No me subestimes, soy bueno en geografía — suspiro ante su insistencia.
Coopera Nataly, solo coopera y te librarás de él.
—En el sur, en Vermont — tartamudeo cuando lo digo, una parte de mi se avergüenza un poco de dónde vengo. Después de ver lo elitista de este lugar, me sentí insignificante.
—Oh, con razón no reconocí tu apellido — me mira alzando una ceja, demasiado pensativo —, que bueno que la caridad ha servido de algo, no me culpes por echarte el ojo, fue por protección. Nunca se sabe de dónde vienen los becados.
Me muerdo la lengua reprimiendo esta vez las ganas de insultarlo como solo en Vermont sabemos hacerlo. Pero eso me traerá problemas y no quiero decepcionar a Alfonso.
—Ya cooperé contigo — le digo intentando ignorar sus palabras —, cumple con tú palabra.
Se queda un largo rato viéndome, como intentando buscar algo. Es tan extraño, que no puedo sostenerle la mirada ni cinco segundos, bajo mi cabeza intimidada y asustada.
—Está bien, Bob — dice aliviando mi angustia, el hombre regresa el auto en donde un Benedith muy asustado nos está esperando —, fue un gusto Sanderson y bienvenida, nos encantan los nuevos — esto último lo dice con mofa, pero de nuevo tengo que moderarme, le doy un asentimiento forzando una sonrisa.
Eso se nota, idiota.
Benedith me lleno de disculpas, que deje pasar. No fue su culpa, de un momento a otro ya no tenía las llaves del auto, el pobre estaba más pálido de lo normal. Pero estaba demasiado exhausta y solo quería llegar a dormir.
Los Cacciatore tenía su muy modesta casa en un barrio de Manhattan llamado Village of Pelham. Más bien me sentía en un capítulo de Gossip Girl, su casa abarcaba diez veces mi casa en Los Ángeles. Sé que ya me debería de haber acostumbrado, ya llevábamos dos meses viviendo aquí, pero seguía siendo impresionante. Y ni hablar de su sistema social, algo que me sigue extrañado es que el señor Alfonso jamás me haya dado la debida introducción.
Me hubiera librado de muchas preguntas está mañana.
Seguía muy asustada con lo que me contó Edmon, incluso maquiné algunas teorías en mi cabeza. Aún no le había preguntado al señor Cacciatore a que se dedicaba, no es como que tenga que hacerlo. Es un hombre muy reservado, siempre que recibía una llamada se dirigía a su despacho y pedía que nadie lo molestara. Ni siquiera se molestaba en terminar su comida, lo cual a mi parecer es grave.