Mirada Cruel

Capítulo 9

 ¿De dónde diablos salió este tipo?

—Las vas a recibir o... — me dice al ver que no le respondo.

—¿Por qué estás aquí? — logro preguntar, aguantando mis ganas de gritarle.

—¿Es una pregunta existencial? — alza una ceja.

—¿Qué? — reacciono.

—Deberías ser más específica con tus preguntas, podrías confundir a la gente.

—Disculpa por no hablarte a detalle, es que me encontraba atareada tratando de recuperar esos papeles — bajo la voz, sacando mi frustración. Me contengo de no arrebatarle las hojas, eso sería estúpido de mi parte. Solo los recibo de y de manera delicada los meto en mi bolsón. 

Ahora no sólo estoy molesta sino intrigada. ¿Para qué tiró todos los papeles, si al final nos iba a ayudar a recogerlos? 

Asiento hacía el cómo una forma de despedida y doy media vuelta para continuar con mi destino. No pasa ni un segundo cuando Skandar obstaculiza mi camino, poniéndose en frente mía.

—¿Qué quieres? — pregunto queriendo ir al grano. — Ya tuvimos suficientes pláticas hoy...

—Creí que mis intenciones eran claras — me dice alzando una ceja.

—¿Cuáles intenciones? — le pregunto, muchas vinieron a mi mente, amenazas, intimidaciones —. Quieres que te repita mi nombre o... — me callo, mordiéndome la lengua.

Relájate Nataly, relájate. 

—No, Nataly, eso ya lo sé — dice, siendo esta la primera vez que me nombra —. Me mentiste, no eres becada — su respuesta me deja sin palabras —, sabía que algo no andaba bien desde que te subiste a un auto último modelo.

—¿Y por qué eso es importante? — aún sigo sin entender sus palabras.

—Oh, es que no me has dejado terminar, verás me gusta saber quiénes son las personas que me rodean. Soy un poco susceptible cuando se trata de los nuevos... — hace una pausa —, y a ti no te vi venir.

—Por mí no te preocupes, intentaré no ser una amenaza para ti — le enseño mi brazalete por un segundo, para que no se note mis temblorosas manos.

—No te ofendas, soy así con todos, pero contigo resultó ser un caso extraordinario.

—Extraordinario — repito confundida.

—Si — empieza a caminar a mi alrededor —, lo que me tomó por sorpresa es quien te trajo aquí.

Era tan obvio. Esperaba que ese pequeño detalle lo pasara por alto, así no tendríamos ninguna interacción. Ahora veo que estaba equivocada.  

—Créeme a mí me sorprendió más — respondo esperando otro comentario despectivo de su parte. 

—Alfonso y Fabiola — me dice volviendo de nuevo a estar frente a mí —, te sacaron de un barrio de Los Ángeles y te trajeron aquí, en una mansión en Nueva York. ¿Adopción? — las palabras las pronuncia mientras se le forma una sonrisa sutil. 

—No sé por qué, pero algo me dice que ya lo investigaste y lo sabes a la perfección — le digo sintiendo un escalofrío en la espalda.

Suelta una risa silenciosa.

—Se podría decir que sí, aunque aún hay un par de cabos sueltos.

Pienso en Fabiola, pienso en Alfonso. No sé si les agradaría la idea de estar ventilando datos íntimos al hijo de sus enemigos públicos.

—Pues buena suerte con tu investigación — le digo antes de volverme a mover. Mis intenciones se vuelven a ver interrumpidas por Skandar, que se interpone en mi camino. De nuevo. 

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Me animó a responderle de la siguiente manera, solo porque ya estoy impaciente, y adolorida.

—¿Es una pregunta existencial? — está vez no reprime la carcajada.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí en Nueva York? — dice cerrando un poco más nuestra distancia.

Intento de sacármelo de encima: fallido.

—¿Por qué tienes tanto interés? — dirijo mi mirada a un árbol, su cercanía no me está ayudando a mantener mis pensamientos claros.

—No lo llamaría interés, es simple curiosidad.

—Si te lo digo me dejaras ir a la enfermería — él asiente y se encoge de hombros —, dos meses.

—Dos meses — me dice fugaz —. Que raro, porque jamás te había visto, a menos que Fabiola te haya encerrado en unas mazmorras o algo por el estilo. 

Segundo intento de sacármelo de encima: fallido.

—No, en realidad si he salido, me llevaron a conocer muchos lugares — me encojo de hombros —, es una lástima que no me hayan encerrado en unas mazmorras. 

En realidad sí me ofrecieron un tour por la ciudad, el problema fui yo. Me encontraba indispuesta, aunque no me negué todas las veces, si tuvieron que cancelar algunos viajes por mi culpa. Me sentía mal, sobre todo por Joseph, pero mi hermano se negó a dejarme sola.

—Sí, es una lástima — dice después de escanearme completa, menos mal el estado actual de mi cara puede cubrir mi enrojecimiento.

—Fue un gusto — le digo mientras lo esquivo de forma exitosa.

Acelero o eso es lo que creo, porque de repente está a mi lado, de nuevo.

—Por el amor de... te juro que no tengo antecedentes penales — le digo ya alarmada. ¿Qué más puede querer?

—Te aseguro que eso no pasó por mi mente cuando te vi — me dice el chico, que al parecer no es consciente de mi desespero o no le importa —, y no te preocupes, tampoco luces como esa clase de persona.

—Entonces me estás siguiendo o...

—¿Permíteme acompañarte a la enfermería? — me pide de improviso.

Lo miro extrañada, no puede ser en serio

—No es necesario — le digo desconfiada, no quiero terminar como Roger hace un rato. Además, no quiero tenerlo a menos de un kilómetro de distancia, por lo que me resta de vida. 

—Te lo debo, después de todo fue mi culpa tu estado — me dice sin hacer una mueca al verme. Lo hubiera tomado de buena manera, pero es lo mínimo después de este terrible día.   

—Pues esa deuda ya está saldada — respondo en contra de mis deseos, en realidad se merece que le haga lo mismo, pero no quiero terminar atada a una columna —, así que no hace falta.   




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.