Mirada Cruel

Capítulo 11

Unos golpecitos en mi puerta me distraen de mis sueños. Había hecho unos cuantos pendientes, pero hoy, de manera inusual, me había entrado un sueño terrible que tuve que interrumpir mis obligaciones.

Un poco mareada voy a abrir la puerta. Asombrada por la situación, me encuentro con Alfonso afuera de mi habitación. No lo había podido ver estos últimos días, el hombre vivía para el trabajo.

—Señor Cacciatore, buenas noches — digo con un tono más agudo de lo normal.

—Buenas noches Nataly, mil disculpas por la intromisión, pero me gustaría que discutiéramos algo, no sé si estás disponible ahorita — dijo en un tono que parecía más una orden que otra cosa.

—Por supuesto señor, no hay problema — acepto, aunque no tengo más opciones —. ¿Desea que hablemos aquí?

—No, mejor ven al comedor — frunzo el ceño, ¿cuánto planea decirme este hombre? —, no te asustes, creo que ya sabes de qué vamos a hablar.

¡Oh no, aquí vamos de nuevo!

Desde la primera vez que vine a esta casa, mi parte favorita era el comedor. Cada vez que entraba sentía que viajaba a un palacio inglés de la época victoriana. Constaba con una mesa larguísima, con manteles de alta costura, un candelabro de cristal que abarcaba todo el centro y las flores que adornaban la estancia le daban un olor frutal.

En esta casa, aparte del personal, solo vivíamos cinco personas, bueno, en realidad seis personas. La anciana nunca comía en esta mesa y Alfonso tampoco lo hacía seguido.

Él tomó asiento en uno de los extremos y yo me puse a su derecha, ya que Fabiola se encontraba al otro lado, frente a mí. ¿Me darán una regañada como si fueran mis padres? Ni mis abuelos llegaron a tanto, la verdad es que teníamos mucha libertad con ellos y era porque nunca les dimos problemas.

—Nataly, no pretendemos asustarte, solo queremos hablar de lo que te sucedió hoy —me comenta Fabiola, la mujer está tomando una taza de café —. ¿Te apetece algo?, debes estar hambrienta.

—No, no se moleste, estoy bien, muchas gracias.

—Ya nos contaron lo que te sucedió con el hijo de Donato, necesitamos saber si hay algún problema entre ustedes dos o algo que lo haya molestado —prosigue Fabiola.

—No, para nada —le respondí, pensando en los pocos encuentros que he tenido con el chico —, como le he dicho a todo el mundo, fue un accidente.

—Hay algo que no me encaja en esto. ¿Te amenazó? ¿Nataly cariño lo estás encubriendo en algo?

—No, he hablado con él poquísimas veces, solo fue un golpe accidental —le digo serena, solo espero que la mujer cambie su semblante.

—¿Casual? Ese chico jamás hace cosas por casualidad, es... es como si tuviera una computadora en su cabeza, un sistema operativo que reacciona a un simple ataque y lo hace mil veces peor...

La voz de Fabiola adquiere un tono preocupado, habla demasiado rápido y la voz le tiembla, no entendía el por qué. De repente el ambiente se tensó, era tan palpable lo que esta mujer sentía, que hasta mis piernas empezaron a temblar.

Fabiola sigue hablando hasta que Alfonso, que no había dicho nada, decide interrumpirla —. Cariño, tranquilízate, ya disté tu punto — el hombre toma a su esposa de la mano, la respuesta de ella es de gratitud.

—Nataly — prosigue el hombre —, quizá no fui claro desde un inicio sobre nuestra situación familiar, me disculpo. Aunque ya lo debes sospechar, necesito que me digas que sabes.

—¿Sobre qué señor? — pregunto insegura.

—Sabes muy bien a qué me refiero muchacha — responde entrecerrando los ojos.

Y eso hago, le cuento todo lo que Edmon me dijo el primer día. Me sincero porque no quiero ocultarles cosas a mis padres adoptivos.

Cuando terminó ambos se ven satisfechos, lo que me tranquiliza.

—Está bien, creo que lo sabes todo, aunque un poco exagerado. Permíteme aclararte un par de cosas — me responde luciendo paciente —, si bien no tenemos una relación fraternal con los sureños, tampoco es del todo pésima, es más bien... frágil.

—¿Frágil? — alzó una ceja.

—Si, nos tratamos de la manera más cordial posible, sin tratar de afectarnos. Por eso en la escuela sucede lo mismo, ningún chico norte no se mete con uno sur porque desencadenaría muchos problemas. Esa es la razón por la que ese accidente generó cierta repercusión entre las familias.

—¿Los Cacciatore sur y norte están emparentados? — le hago esa pregunta, que me tenía un poco confusa.

—Toda tu descendencia no ha parado de reproducirse como conejos — intervino Fabiola, viendo a su esposo, sonrió al verla más serena.

Me sentía más cómoda con la Fabiola de siempre.

—Sí, somos parientes, pero no tengo idea de cómo se ha ido ampliando nuestro árbol genealógico —contesta abriendo más los ojos —, pero volviendo a nuestra situación, no quiero que te alarmes. ¿Fue un problema? En definitiva, pero hablaremos con Donato y lo solucionaremos — con esto le da punto final a la conversación. Sin más que decir, me despido y subo a mi habitación.

Ahora solo tenía en mi cabeza las últimas palabras de Alfonso. Con la manera en que había visto actuar a los Cacciatore, tenía miedo de saber cómo pensaban solucionarlo.

Si hay algo que me gusta de biología es la completa o casi ausencia de números. Prefiero hablar de células, y del cuerpo humano en lugar de solucionar los problemas de polinomios.

La clase está organizada para que nos sentemos dos en cada mesa, la mayoría de las aulas son así, me alegra porque estoy con Edmon en casi todas.

—¿Nataly tienes mi bolígrafo? — me pregunta de repente.

—¿Lo necesitas ahora? — le preguntó en voz baja, ya que la profesora de biología tiene una estricta política de cero ruidos en su clase.

—Si — se lo devuelvo, pero él está demasiado entretenido en su teléfono —, tengo que pasar a la biblioteca por un libro. ¿Me quieres acompañar al atajo de nuevo? — lo miro como si estuviera loco.

—Ni hablar, esa odisea no la pienso repetir y tú tampoco deberías ir.




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