—Demonios Sanderson, quizás el cuarzo funciona al revés contigo, porque no encuentro otra maldita explicación — exclamó Claire, diciendo algo que aún no me había planteado. Con todo lo que me ha sucedido estos últimos días, me he vuelto más paranoica.
—Y que lo digas — le responde Anni abanicándose con una hoja de papel.
Era jueves y decidimos tomar el sol en unas bancas de piedra, cerca de una de las fuentes que se encuentran en el jardín del centro de los edificios. Era un día caluroso, aunque Nueva York no tenía el mismo calor que Los Ángeles, agradecía esté clima.
—Nataly, estoy comenzando a pensar que en algún momento de tu vida pasaste bajo una escalera o quebraste un espejo — me dice Edmon pensativo, al verlo solo puedo pensar en lo que me asusta su convencimiento.
—No que yo recuerde — le digo sarcástica —, y no, jamás he visto un gato negro y todas esas conspiraciones antes que lo pregunten.
—Es que no tiene sentido, ya casi cumplimos el mes, porque razón se cambiarían ambos en casi todas sus asignaturas — me dice Anni, que tiene que subir la voz, ya que a pocos metros está el equipo de porristas practicando sus coreografías.
Me sentía ansiosa por dos razones, la primera y más obvia, tener a los dos personajes más populares del sur tan cerca. Ya los había visto en acción y la actitud de Fabiola solo aumentaba mi temor.
—¿Es necesario echarme la culpa? — digo intentando sonar chistosa, aunque contando el temblor de mi voz mis intenciones son vanas.
—No Sanderson — me aclara Claire —, pero tenemos que descargar nuestra ira con alguien y tú serás nuestro saco de boxeo — frunzo el ceño, bien esa no es una razón válida, pero prefiero no entrar en discusión con mi loca amiga.
Anni con una expresión asombrada dice —. Chicos, les conté que...
Ted la interrumpe dándole un pequeño sustito, digo pequeño porque el grito que pegó Anni fue todo lo contrario.
—¿Qué te sucede? — le grita, segundos después se limpia su falda que se ha manchado de jugo de naranja —. Ted un día de estos me vengaré, lo juro, no lo vendrás venir.
—Bueno, mientras ese día viene, yo seguiré gozándomela viéndote sufrir — le dice sonriendo —, pero no vine a eso, en realidad vengo por Nataly.
—Esto me asusta un poco — le dice Edmon —. ¿Y ahora qué hiciste Ted?
—¿Volviste a apostar Ted? — le pregunta Claire un poco preocupada —. Oh no, metiste a la pobre de Nataly en una de tus apuestas y ahora tendrá que hacer algo para salvarte...
¿¡Qué!?
—¿Qué? — pregunto muy asustada.
—Ted si usaste a Nataly como tu próxima víctima yo...
—Por favor, jamás haría eso — le dice viendo a su hermana, sin quitar la sonrisa de su rostro.
—Si claro, es necesario que te recordemos un par de cosas — le dice Edmon poniendo su mano en el hombro de Ted —, que incluyen una piscina, fuego, cámaras y...
—No hables de eso, no quiero que Nataly se asuste con nuestras anécdotas — le ruega Anni, luciendo avergonzada.
—Podrían dejarme hablar, solo vengo a traer noticias que pueden interesar a Nataly — dice viéndome de reojo —, pero veo que no soy recibido como merezco, me iré, no me merezco estos tratos.
—No es necesario Ted, no seas resentido, cuéntame qué noticias jugosas me traes — le digo de manera exagerada, este entrecierra los ojos y se resigna.
—Recuerdas de lo que hablamos el lunes, ¿no? — me dice bajando su tono de voz, de repente me siento preocupada, creo que sé para dónde va esto.
—Si, hablamos del Lutazi... — son Edmon y Anni los que me mandan a callar.
—¡Cierra la boca Sanderson! — me dice muy dulce Claire, mientras que Ted me lanza una mirada de advertencia.
—No puedes hablar de eso aquí al aire libre donde alguien te puede escuchar — me recrimina Edmon —, en la cafetería podemos, ya que con tanto ruido nuestras conversaciones son imposibles de escuchar.
—Pero si es algo que todos saben que existe — me excuso.
—No todos, es un secreto a voces, pero si algún profesor o alguien de alto rango te escucha, podría cancelarlo y eso sería aún peor — susurra Anni.
—Ni siquiera me lo digas, me lo puedo imaginar — le digo viendo al rededor, por suerte no hay nadie cerca, a excepción de las animadoras y es muy poco probable que nos hayan escuchado.
—No, no lo puedes imaginar querida, si algo se aborrece en Saint Lincoln es a los soplones y créeme que si algo así pasa, se enteraran quien fue el chismoso — me dice Ted, sonando bastante serio —, pero no vengo a asustarte, vengo a decirte una cosa, este sábado.
—¿Este sábado qué?
—Tú me acompañarás a la maravillosa actividad recreativa de la que te hablamos el lunes.
Tardó un momento en reaccionar, pero es Anni la que se me adelanta.
—¡Estás loco!, de ninguna jodida manera — su reacción me tomo por sorpresa, era de las pocas veces que la había oído maldecir —, no dejaré que metas a Nat en ese lugar espantoso, lleno de violencia y esos rufianes.
—Anni deja de hablar como mi abuela — le dice antes de dirigirse a mí —. Nat en ese sitio no solo hay peleas, también hay muchas maneras de diversión — responde Ted bajando la voz sonriendo con picardía.
—Ted tu percepción de diversión me asusta un poco — murmuro —, de todas formas, ¿por qué me estás invitando a mí?
—Porque vi algo en ti el lunes, una mirada bastante interesante — me dice, y de repente lo noto más entusiasmado —, muy pero muy en el fondo, sé que te picó la curiosidad. ¿A qué no?
—Pues no lo creo... — balbuceó, por alguna razón su mirada me pone nerviosa —, claro que no.
—No me sorprendería que quieras ir Nataly — me dice Edmon burlón —, con lo que te ha sucedido desde el primer día, la verdad es que sería algo normal.
—Ni me lo recuerdes — le digo, fingiendo estar ofendida.
—La verdadera pregunta aquí es, ¿cómo o por quien te enteraste de la actividad recreativa? — le pregunta Claire.
—Como si no lo conocieras — se adelanta Anni.