No me esperaba el baile de luces y la cantidad de gente. Tampoco las carpas y el bullicio. Siento que en lugar de estar en una fiesta, estoy en una feria estatal.
Una feria estatal ilegal.
—¿En qué momento montaron todo esto? — pregunto sorprendida —. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? No tiene sentido.
—No eres la única que lo piensa — me responde Edmon igual de sorprendido que yo.
—Algún día les diré como es todo el proceso de organización, el día que me toque estar en este comité, claro — dice Ted, señalándole a Anni en donde se puede estacionar —, en todo caso no se preocupen, la policía no osaría en acercarse aquí, está muy alejado de su radar.
Por alguna razón eso no me tranquiliza.
—Que consuelo — susurra Anni apagando el carro.
Ed y yo suspiramos, ambos nos lanzamos una mirada, creo que compartimos el mismo sentimiento, angustia.
Al entrar nos pidieron las reservaciones, era el pase rojo. Nos demoramos un poco por la cantidad de gente. Cuando ya estamos adentro, mi boca cae por cuenta propia. Sí, es una feria, desde juegos como tiro al blanco, ruleta, lotería, bingo, pesca, hasta ajedrez. Pero lo que me dejó anonadada fueron los juegos mecánicos.
—Bien, es un hecho que no esperaban esto, ¿verdad? — nos menciona Ted, que luce divertidísimo.
—¿Y dónde está lo peligrosísimo? — le pregunta Edmon —, me hubieras adelantado como era, así traía a mi primo de seis años.
—Dices eso porque aún no comenzamos a jugar — le responde con una mirada retadora —, en un par de horas no dirás lo mismo hermano, pero ya que andas de hablador tú eliges lo primero que haremos hoy.
—Que tal ajedrez — propone, cruzado de brazos.
La exagerada celebración de Ted me toma desprevenida.
—Espera, espera, espera, aquí hay una trampa —le digo suspicaz —, nos trajiste para saldar cuentas o para ganar apuestas, porque Edmon es más dotado en el ajedrez, podría patearles el trasero a todos aquí.
Bueno, no a todos, no a Joseph.
—Claro que no Nat — me dice ofendido, Anni y Edmon lo miran cruzado de brazos y Ted suspira —, puede que haya algo de verdad en lo que Nat dijo, pero...
—Te mataré — le amenaza Anni —, espero que lo que hayas hecho no nos comprometa Ted.
—Créanme no es nada malo, puede que haya hecho una que otra apuesta, pero antes de que decidan atropellarme o algo peor, déjenme explicarles — los tres asentimos y el chico comienza hablar.
Resultó que si había apostado, pero no era tan grave, solo quería presumir la habilidad de Edmon en el ajedrez y competiría con alguien del sur. Sí Edmon ganaba le darían cierta suma de dinero y si perdía Ted quedaría en ridículo, nada grave hasta aquí.
Según Ted las competencias siempre eran de alguien del sur contra alguien del norte. Lo entretenido eran sus respectivos castigos. Iban desde tirarse del precipicio al lago hasta cosas que rayaban en lo ilegal. Claro que intenté indagar más en ello, pero el chico se encontraba renuente.
Llegamos al lugar donde jugaran ajedrez, una tienda que se encuentra al lado de un carrusel, si un carrusel con un letrero que dice "La Ruleta Rusa".
Creo que tiene un poco equivocado el concepto de carrusel y ruleta.
Al entrar pasamos a varios jugadores y nos dirigimos a la respectiva mesa. Tan solo para encontrarnos a Lily Prescott en el lado del oponente.
—¿Acaso hiciste una apuesta con la mejor amiga del desalmado? — le pregunta una Anni muy pálida.
—Creo, a menos que tenga una gemela y hasta ahorita me haya enterado — le contesta un sonriente Ted, su melliza se queda callada y se pone al lado de Edmon, igual que yo.
—Pero si al final te dignaste a venir Robinson — le dice la chica, que hoy lleva su cabello suelto, sus enormes rizos negros la hacen ver más linda —, espero que valga la pena.
—Y lo hará, espero que estés preparada o que haya un kit de primeros auxilios porque te vas a caga...
—¿Podríamos empezar ya? — Edmon alza la voz.
—Por supuesto — le dice Lily —, al parecer quieres la revancha del golpe que te di ayer, lo entiendo es normal pero creo que el que se cagará será otro.
Toma asiento delante de Edmon y comienzan a jugar. Pasan unos tensos minutos, cuando unas ganas de ir al baño me estropean la concentración del juego. Le pregunto a Ted donde está el baño y me dice que se encuentra a la derecha de La Ruleta Rusa, salgo y tras preguntarle a otra persona encuentro los sanitarios.
El baño es bastante amplio y por suerte está vacío. Entró al que está al fondo y hago mis necesidades. Estoy a punto de salir a lavarme las manos cuando un grupo de chicas entra carcajeándose. Por instinto cierro la puerta y decido esperar a que las chicas se vayan. Pero en lugar de hacer lo que se supone que haces en un baño, deciden ponerse a platicar.
Voces de chicas que no reconozco hablan sin parar, apenas puedo entender el hilo de la conversación. Tras unos minutos, por fin se ponen de acuerdo para hablar.
—¿Y qué te dijo Dante?
—Demonios lo de siempre ya sabes, el tipo está obsesionado conmigo — respondió con mofa una voz —, al menos ya sé cómo controlarlo.
—¿Y hubo problema con la pelea de ayer? — preguntó otra chica —, las cosas se pusieron feas después Carol, volvieron las amenazas del grupo de Barns.
Ah, es la chica controversial.
—¡Val ni menciones a esas perras! — Carol exclama furiosa —, malditas sureñas resentidas...
—Deberían superarlo, en todo caso, ¿Carol cómo te fue con el susodicho? — baja un poco la voz —. No sé cómo tienes estómago para estar cerca de él.
—Ni yo sé cómo lo tengo —su voz se torna melancólica —, pero me fue como siempre. Se necesita un manual para entenderlo, a veces es tan transparente y otras indescifrable. Skandar es tan frío que a veces parece como si no tuviera sentimientos...
—¡Cállate idiota no nombres al desalmado! — le reclama una de las chicas —, las paredes oyen y lo sabes bien.