El momento que se supone debería ser emocionante, se convierte en un caos.
Norteños se enfrentan con sureños. La brusquedad de todos hace que casi termine en el suelo entre la masa de cuerpos. Buscó una salida caminando hacia la puerta más cercana, donde soporto codazos y patadas. Intentó preguntar por una salida, pero es como si todos cambiaran el chip a uno de salvajismo.
Salgo hacía un lúgubre pasillo donde muchos también buscan una salida, pero esto es un laberinto. La mayoría corre a un pasillo izquierdo, los sigo, pero me arrepiento cuando veo que ellos también están buscando pelea. Me percato tarde de sus pañoletas rojas. Tomó el lado contrario y me pierdo entre los pasillos.
Me doy cuenta de que este edificio debió haber sido un hotel en algún momento. Entre más recorro más habitaciones con camas destrozadas, pisos alfombrados y números en las puertas me lo demuestran. Cuando soy consiente de las altas posibilidades de quedarme perdida entre los pasillos, decido parar y tratar de ubicarme.
Antes de decidirme regresar me topo con un hombre que está ebrio —. Pero mira lo que me trajo el destino. ¿Cómo te llamas muñequita? — me dice acercándose, hago una mueca de disgusto por su olor.
—Pero si eres tímida, me fascinan las tímidas — sigue hablando mientras yo retrocedo—, son tan inocentes.
El tipo toma un mechón de mi cabello y acorta un poco más la distancia, pero no me dejo y quitó su mano con fiereza.
—Ah, pero si tienes carácter — dice ignorando mi expresión, de repente sus manos están en mis caderas y su cara cerca de la mía —, ven, vamos a divertirnos un rato te encantará.
—¡Suéltame! — le gritó intentando alejarlo, pero hace caso omiso y se aprieta más besando mi cuello —. ¡Suéltame ya imbécil!
—Vamos, déjate llevar — me dice, como si no escuchara mis súplicas, en un momento de adrenalina le doy un rodillazo en la ingle y con esto me libera. Aprovecho su estado para patearlo en la entrepierna y abofetearlo, mi mano arde, pero no le tomo importancia. Sin pensarlo dos veces huyo hacia el desolado pasillo.
—¡Maldita perra! — grita aceleró cuando siento que viene tras de mí. Pega un grito y como si de una manada se tratara los pasos se multiplican.
No quiero pensar en cuantos vienen tras de mí, me limito a correr lo más rápido que puedo. Llegó a un corredor, que tiene lo que buscaba, una ventana al fondo. Tomó una rápida decisión, me tiraré sin importar la altura, pero de ninguna manera dejaré que esos animales me toquen.
Agradezco mi momento de adrenalina porque les llevo ventaja, me acerco a la ventana, pero en ese momento oigo los malditos pasos. Temblando, intento abrirla, forcejeo por unos segundos hasta golpearla con mis puños. No sé si eso llamo la atención de alguien, pero una de las puertas de los lados se abre, una persona me toma por la cintura y me tapa la boca.
Lucho como loca intentando zafarme, pero la persona consigue alzarme con facilidad y me mete a una de las habitaciones. Me deja de nuevo en el suelo y cuando me alejo lo suficiente de mi supuesto agresor, me quedo sin habla.
Con un golpe en la mejilla y su misma expresión seria, Skandar me tapa la boca con su mano. Un suspiro de alivio sale de mis labios, jamás imaginé que eso podría suceder. Un impulso de abrazarlo se cruza por mi mente, pero eso hubiera sido muy estúpido de mi parte.
— ¿Qué diantres haces aquí? — me pregunta enfadado —, creí haberles dado una orden.
—Sí, es cierto — comienzo a decirle muy arrepentida, me hubiera evitado muchos problemas —, pero unos chicos con bates se acercaron y...
Me callo cuando oigo al asqueroso borracho que intentó atacarme y a sus amigos afuera de la puerta —. Muñequita, traje a unos amigos, ¿ahora si te nos quieres unir? — dice mientras sus amigos se burlan, intenta abrir la puerta pero Skandar está recostado en ella.
—Me lo explicas después, ahora has lo que te digo y saldremos de esto rápido — me dice, seguido saca de su bolsillo trasero un arma, se me hiela la sangre con la simple visión. Me toma por el brazo y me pone enfrente suya, intento alejarme lo mejor que puedo de ese horrible objeto, pero el brazo de Skandar no ayuda.
— ¿Qué te pasa? — me pregunta tras notar mi susto.
—Nada, nada, solo no me gustan las... — los gritos de los borrachos me interrumpen, por suerte lo uso como excusa para ahorrarme esa explicación.
Skandar suspira antes de abrir la puerta, mi reacción es retroceder al ver a esos monstruos, pero él se mantiene firme.
—Buenas noches caballeros, ¿qué los trae por aquí? — los hombres saltan al ver a Skandar. Ahora que puedo verlos mejor, son tres. Sus aspectos son igual de sucios y desgarbados.
—Nada, veníamos por la chica nada más — dice uno de los degenerados.
—Aja — responde Skandar.
—Sí, no sabíamos que la querías para ti — responde otro, lo cual me indigna más, estoy siendo tratada como si fuera un simple objeto.
—Aja — les vuelve a responder Skandar, lo que en cierta forma pone nerviosos a los hombres —, en realidad nos interrumpieron, estoy un poco molesto.
—Lo lamentamos, cuando terminen podríamos tomarla prestada — vuelve a mencionar otro, es ahí cuando siento que voy a vomitar. Me pongo detrás de Skandar, una manera desesperada de protegerme, por suerte no opone resistencia.
—Saben que si, de hecho estaba a punto de comenzar con ella, ya tenía todo mi equipo quirúrgico y la camilla — lo volteo a ver curiosa —. Verán los corazones y riñones son la mayor demanda del mercado, pero no me vendría mal un par más. ¿Ustedes qué piensan? ¿Les atrae la idea?
—¿Qué estás queriendo decir hijo de puta? — le grita uno envalentonado.
—Es suficiente — susurra Skandar, después se acerca a mi oído —, tápate los oídos.
Por inercia lo hago y cierro los ojos, en ese momento tres disparos salen al aire.