Salimos del callejón y comenzamos a caminar. Me pongo a su lado y me enderezo para no levantar sospecha. Cruzamos unas calles, estamos en la quinta avenida, zona que está bastante transitada de turistas.
Cuando estamos por entrar al Central Park, me vuelve a tomar por el brazo, movimiento que se le hizo costumbre. Y me insta a moverme detrás de un árbol, lanza un par de miradas hacia el frente para asegurar que nadie nos escuche.
—¿Recuerdas lo que hablamos hace un rato de actuar de manera indecorosa? — su pregunta me tomó por sorpresa.
—Sí, ¿por? — respondo tensa por su respuesta.
—Porque te voy a pedir que actúes lo más indecente posible.
¿Y ahora qué piensa hacer?
—¿Qué? — reaccionó vivaz.
—Baja la voz — me reprende volteando su cabeza hacia delante —, actúa como si estuvieras ebria, lo común — me echa un vistazo y suspira —. ¿Nunca has estado ebria verdad?
—En realidad una vez... bueno, casi no lo recuerdo — mis palabras tropiezan.
—No te extiendas, es predecible — me responde, aunque no sé si tomarlo como una ofensa o un chiste. Tomé un poco de vino en una celebración de mis abuelos a los doce años, en realidad fue un sorbo, casi vomito después de eso.
—¿De dónde viene ese plan? — le digo, cambiando de tema.
—De que no quiero que ningún oficial me reconozca, y sé de otro atajo dentro del Central Park. Para entrar necesitamos distraerlos y la mejor manera es causándoles un poco de problemas.
—Y lo mejor que se te ocurre es que tengo que actuar como borracha — susurro tensa.
—Tenemos que actuar y no solo eso, debemos ser una pareja de ebrios, eso es más común por estos rumbos — me dice, lo que me deja muda.
—¿Cómo así? — sigo sin entender, no me gusta para nada su idea.
—Sería de mucha ayuda que pretendas que estás loca por mí — esta vez lo miró enrojecida —, sí, sé que no será difícil, luzco irresistible.
Habla tan convincente que casi podría convencerme. No, no luce como modelo de pasarela, al contrario parece un buscapleitos, mi chaqueta le sirvió para ocultar la mancha de suciedad y sangre. Y ni siquiera le ayuda el cabello despeinado, aunque para ser honesta tampoco se ve fatal...
No puedo creer que acabo de pensar eso.
—Nataly — me dice de repente Skandar —, bueno, puestos en que no has parado de verme se podría decir que ya estás lista —. Dice seguido me insta a caminar hacia la entrada, donde hay un par de policías.
— No sabía que eras tan precavida — me susurra en el camino.
—Espera, espera — le digo, mientras seguimos caminando —. ¿En verdad tengo que actuar como si fueras la última Coca-Cola en el desierto? Estoy segura de que hay otras alternativas.
—¿Coca-Cola? En serio de todas las bebidas me dices Coca-Cola.
—No tengo idea de que contestar — murmuro, antes de ser consciente del rumbo incoherente de la conversación, pero él sigue con lo mismo.
—¿Sabías que la Coca-Cola te da más sed? Es irónico que lo mencionen...
—Supongo, pero... ¿En serio vamos a hablar de eso? Dudo que una pareja de enamorados discuta sobre las desventajas de la Coca-Cola — razono para mí misma.
—Sí, es cierto, pero una pareja ebria de enamorados tampoco preferiría estar dando una vuelta por el parque a las dos de la mañana.
—Entonces ¿cómo procedemos? — le digo intentando cambiar de tema, esto se está tornando un poco embarazoso.
Skandar no me está prestando atención, volteo a ver que tanto hace pero se encuentra sacando algo de su bolsillo. Levanta su cabeza ya con unas llamativas gafas rojas que dicen Nueva York. Me tomó un tiempo tratando de recordar si las había visto antes.
—¿De dónde las sacaste? — le pregunto, notando lo ridículo que se ve, incluso le da un toque inocente en su aterrador aspecto.
—Las tomé prestadas, ¿no te diste cuenta? — me dice, como si hubiera sido evidente.
Su pregunta me deja pensativa, estaba justo a su lado. ¿En qué momento las tomó? Si había gente en la calle, pero no la suficiente para que su robo no me pasara desapercibido. En lugar de preguntarle eso, le hago una observación.
—¿Acaso tienes un fetiche con el robo? — mi pregunta le hace sonreír, volteo hacia al frente al segundo.
—No, ya te dije que lo tome prestado, se lo devolveré a la persona en cuestión.
—¡Debes estar bromeando! — le digo frunciendo el ceño —. ¿Cómo es eso siquiera posible...?
—¡Ey ustedes dos! — una voz femenina delante de nosotros me interrumpe.
Volteo a ver a Skandar de nuevo, sin aviso se me acerca y me agarra de la cintura con un brazo —, sígueme la corriente—, me susurra.
—Buenas noches honorable oficial u oficiala. ¿Cómo prefiere que le llame? — le dice Skandar, imitando a un borracho, le sigo la corriente riendo como estúpida.
—Soy la Honorable Official Press, ¿se puede saber qué hacen aquí a esta hora? ¡Cris ven aquí ahora! — grita regresando su vista hacia el oficial detrás de ella, un chico corre y se pone a su lado.
—Hola chicos soy Cris — nos dice animado, extiende su mano para un saludo, pero la mujer lo toma por el hombro. Noto que el chico es muy joven, no puede tener más de treinta años.
—¿Qué te dije de charlar con los vagabundos, delincuentes o alborotadores? — le pregunta sin molestarse en disimular su molestia hacia nosotros.
—Lo siento, es que no lucen tan mal como los anteriores y pensé...
—¡Tú no piensas, tú obedeces! ¡No quiero repetirlo Cris, me harta tu incompetencia! — le dice la mujer regordeta, luego sigue con nosotros —, les hice una pregunta a ustedes dos, respondan.
Su altanería casi me hace dejar la fachada de vagabunda alborotadora, pero un apretón disimulado de Skandar en el brazo me deja quieta.
¡Bien que él se encargue de la cascarrabias!
—¿Qué no es obvio, honorable, respetada, venerada y gloriosa oficial? — le dice con descarado sarcasmo, su tono me pone muy alerta —, estaba pasando el rato con mi chica y usted nos interrumpió. ¿No es así mi princesa? — su pregunta me toma desapercibida, que solo puedo reír y negar con la cabeza.